El triunfo de la violencia y la ilegalidad
Hoy, avatares mediante de un partido que no debió existir, los violentos (y quienes los vitorearon, quienes los justificaron, quienes trataron de deslindar responsabilidades intransferibles y quienes lograron evitar que se cumplan los reglamentos) no están lamentándose por la descalificación que debería haber recibido un equipo. Muy por el contrario, están de festejo. Y como el fanatismo provoca amnesia selectiva y el triunfalismo es un desvalor legitimado, miles de hinchas pasivos festejan al igual que los violentos y sus cómplices. Ninguno se detiene a pensar que mañana o pasado, por esta legitimada injusticia, estaremos otra vez lamentándonos por las acciones de los violentos y sus cómplices, injustamente beneficiados.
Para colmo de males, algunos políticos evitan tratar leyes penales que sancionen esa violencia. Pero tiene su lógica: los pusieron en el poder muchos de los hinchas que hoy festejan un triunfo ilegal. Y esos políticos se valen de algunos de esos hinchas para cometer ilegalidades. Todo cierra en ese juego de hipocresías.
Mañana o pasado alguien podría morir porque un violento revoleó un adoquín. Pero como los reglamentos se evaden para que el show continúe, miles de amnésicos triunfalistas festejarán en las calles algún triunfo ilegal mien-