Clarín

Llegaron las tapiocas a Pinamar y la gran mayoría eligió no meterse al mar

Después de las nubes y las lluvias, ayer los turistas tuvieron que soportar a estas pequeñas medusas.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

“Si no es la lluvia son las aguas vivas. No estamos con mucha suerte este año”, dice Paula De Acha, desde la arena. Está bajo una sombrilla junto a su pareja y su hija Renata (6) cerca del agua, a la altura del parador Boutique, en el límite de Mar de Ostende. Llegaron a la playa temprano y se encontraro­n con que, junto con la bandera que alerta sobre el estado de mar, flameaba la de las tapiocas.

La mínima de ayer fue de 22° y la máxima de 27°, según el Servicio Meteorológ­ico Nacional. Por momentos el sol pegó fuerte en Pinamar. Pero al agua, fue mejor no entrar. “Es una lástima porque la temperatur­a está ideal para meterse al mar. Por ahora, nos refrescamo­s con una manguera que tienen los guardavida­s al costado de su casilla”, contó Paula, que vive en Capital y veranea en familia.

Las tapiocas son un tipo de medusa transparen­te que mide entre uno y dos centímetro­s. Tienen ocho tentáculos. Cuatro de ellos contienen un veneno inofensivo pero que, en contacto con la piel, genera picazón. Suelen invadir las costas argentinas en épocas de reproducci­ón.

Fabian, que es de Lanús y está de vacaciones en Ostende, decidió entrar a pesar de la advertenci­a. “Me está picando todo el cuerpo”, dijo, todavía empapado. “En el agua las vi, son como gotas chiquitas. No me pareció grave, el tema es que ahora me arde mucho, la cara y las piernas”, se quejó. Florencia, que forma parte del mismo grupo de amigos, aseguró que también le picaron pero que se lo aguanta. “Si el día está lindo tenemos que aprovechar­lo”.

Algo parecido le ocurrió a Emmanuel Cabrera, uno de los guardavida­s del parador: “Entré, agarré dos olas y tuve que salir. Me ardían los párpa- dos. Las tapiocas te lastiman las partes blandas del cuerpo”.

“Está lleno, en la orilla se pueden ver. Nosotros avisamos y después cada uno hace lo que le parece. Venimos con un clima complicado y los días calurosos la gente quiere ir al agua”, explicó Federico Ávila, también guardavida­s del lugar. Según él, llegan a la costa por las altas temperatur­as y el viento del este.

“Trabajo acá desde hace 14 años, pero recién los últimos veranos apareciero­n”, aporta Federico, que en la temporada 2018 estuvo atrás de la idea de la bandera que se utiliza hoy. El diseño - una medusa violeta con manchas rojas y decenas más pequeñas alrededor- estuvo a cargo de su hijo Mauro, de 10 años, que hoy acompaña a su papá en la playa. ■

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Resignada. “Si no es la lluvia son las aguas vivas”, dijo ayer Paula.
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ANDRÉS D’ELÍA Bandera de tapioca. La advertenci­a blanca y violeta flameó ayer en las playas de Pinamar.

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