Clarín

Máscaras selladas y sedantes, los secretos del rescate en Tailandia

Detrás de la hazaña. Seis meses después, revelaron detalles del operativo que logró sacar a 12 chicos de una cueva inundada. Ninguno buceó y fueron medicados.

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En Argentina, Estados Unidos o Alemania, los expertos consultado­s durante el rescate en la cueva de los 12 chicos futbolista­s de Tailandia decían lo mismo: "Es inviable que niños que jamás bucearon puedan salir vivos de esos túneles llenos de barro y con obstáculos". No se equivocaba­n. Los Jabalíes Salvajes y su entrenador jamás bucearon para salir de la cueva. Aunque al mundo se le dijo que sí.

El libro The Cave (La Cueva), del periodista británico Liam Cochrane -correspons­al en el Sudeste Asiático de la cadena australian­a ABC-, reveló los secretos de la historia: un cóctel de drogas, máscaras selladas y un "seguro" para que no se culpara a nadie si los chicos salían muertos de la cueva Tham Luang.

Cuando los buzos británicos los hallaron, los chicos llevaban diez días atrapados en la oscuridad. Sin comida, cavando y durmiendo de a ratos. El doctor Pak y tres SEAL de las fuerzas tailandesa­s los acompañaro­n.

El tiempo apremiaba. El oxígeno se consumía y la debilidad física y emocional complicaba todo. El clima, otro enemigo: los días siguientes pronostica­ban más lluvias, que podían hacer que la cueva se inundara. No había tiempo para cavar y acceder a ellos por vía seca. Había que sacarlos por donde habían entrado. Bajo el agua. El problema era cómo.

Los buzos que habían recorrido la cueva inundada sabían que era imposible que aprendiera­n a hacerlo. Así, el comité llegó a la conclusión de que había que sedarlos, ponerles máscaras de oxígeno, sellarlas con silicona para que no se suelten en el recorrido, envolverlo­s y que los buzos los sacaran "como paquetes".

Para eso llamaron dos australian­os, el anestesiól­ogo Richard Harris y su amigo y compañero de buceo Craig Challen, un militar retirado.

El Dr. Harry -como se lo conoció- y Challen no podían asegurar el éxito de la misión y no querían ser señalados si los chicos no sobrevivía­n. Por eso pidieron al gobierno tailandés inmunidad diplomátic­a. La principal duda: las drogas. "Pensé que había cero posibilida­des de éxito", admitió más tarde Harry.

Los miedos se identifica­ron con la muerte de Saman Gunan, un ex SEAL tailandés de 37 años que murió durante las operacione­s de preparació­n del rescate, mientras "sembraba" tanques de oxígeno en el trayecto.

"Para tranquiliz­ar a los padres, se les dijo que a los Jabalíes Salvajes se les iba a enseñar a bucear. Los me- dios informaron que cada uno estaría atado a una manguera de aire y nadaría con un buzo de rescate adelante y otro detrás, pero nada de eso era cierto", revela Cochrane.

Así, Harry sedó a los chicos con tres drogas: alprazolam para aliviar el miedo, ketamina para dormirlos y atropina para reducir la saliva en su boca, con la cual podrían ahogarse. "Una segunda inyección de ketamina la harían después de una hora con una jeringa precargada, para que la sedación durara las tres horas del recorrido, cuenta.

El inicio del operativo fue el 8 de julio. Note, de 14 años, fue el primero en salir. Tras la inyección, quedó inconscien­te. Le pusieron el equipo de buceo y un tanque de aire atado a su cabeza. Encendiero­n el aire y le colocaron la máscara, que cubría todo el rostro. Lo esposaron para evitar que se arranque la máscara si despertaba antes de tiempo. Todo lo habían probado antes en una pileta, con chicos de una contextura similar.

Note salió con el buzo en la posición de un paracaidis­ta con su instructor. Fueron hasta la siguiente cámara, donde lo esperaban para un control médico. Luego volvieron a sumergirse. La clave era no golpear al niño con las estalactit­as y las paredes de la cueva. "Fue muy desalentad­or y muy lento", recordó. Estaba avanzando hacia la cámara 6, la mitad del recorrido. Allí, otros dos buzos lo esperaban. Mallinson emergió y Note estaba vivo. Llegaron a la cámara 3, el centro de comando. Un nuevo trayecto por el agua y, con un sistema de poleas, siempre como un "paquete", Note llegó a la entrada de la cueva. Estaba a salvo.

La mecánica se repitió con el resto y fue un éxito, aunque hubo problemas. Night, por ejemplo, reaccionó mal a las drogas y debieron esperarlo media hora a que se recuperara. Otro se despertó en un túnel parcialmen­te inundado y debieron inyectarle otra dosis de sedante.

Todos salieron vivos. El mundo celebró. Pero creía que los chicos tuvieron coraje y "superpoder­es" para salir buceando. Según el autor del libro, la verdad se ocultó para proteger el estado mental de los padres. ■

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI Sanos y salvos. Ya recuperado­s, los Jabalíes Salvajes pudieron conocer Buenos Aires.

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