Clarín

El defensor que vendía sombreros y todavía ayuda en la chacra familiar

Tiene 22 años y Gallardo lo definió como “aguerrido y rápido” y dueño de una “buena mentalidad”.

- Maximilian­o Benozzi mbenozzi@clarin.com

“Así me puso un compañero de Guaraní. Fue cuando fui por primera vez a una pretempora­da. Me iban a pelar y estaba serio. Y ahí me dijo ‘este tiene cara de sicario’. Yo no tengo problema con que me digan eso”. Con esas palabras Robert Rojas, el primer refuerzo de River en 2019, contó cómo surgió el apodo del que tanto se habla desde que se anunció su llegada al club de Núñez. El Sicario, tal como le dicen en Paraguay, se hizo ayer la revisión médica y luego firmó el contrato por cuatro años y medio (hasta junio de 2023) con River.

A los 22 años el paraguayo Robert Rojas vive un sueño. Considerad­o como el mejor defensor de su país, pasó de defender la camiseta de Guaraní a vestir la del campeón de América. Y ya recibió los elogios de Marcelo Gallardo. “Es un defensor aguerrido y rápido. Un típico defensor paraguayo y con buena mentalidad”, dijo el director técnico.

A mediados de 2017, Rojas tuvo su bautismo en la selección de su país y ese mismo año enfrentó a River. Sucedió en los octavos de final de la Copa Libertador­es 2017 cuando el conjunto argentino dejó afuera a Guaraní tras superarlo por 2-0 en Asunción e igualar 1-1 en Núñez. El jugador fue campeón de la Copa Paraguay el año pasado. Y en la cancha tiene poco de sicario. Con Guaraní disputó 79 partidos oficiales, hizo cinco goles y apenas le sacaron una roja. Le gusta salir jugando y tratar bien a la pelota.

Rojas es de un origen humilde. Nació en Concepción, al norte (a casi 500 kilómetros) de Asunción, y trabajó en el campo con su padre hasta que le salió la oportunida­d de probarse en Guaraní. “De cortar el sésamo lo llamaron y se fue a probar suerte a la capital”, contó su papá Nicolás Rojas cuando tuvo su primera gran oportunida­d en el fútbol.

Rojas prefiere pasar las vacaciones al lado de sus seres queridos, en su “valle” y con la gente que se crió en vez de irse a alguna playa paradisíac­a o un lugar de moda. Y hasta ayuda a su familia con los trabajos en el campo. Por eso no es descabella­do verlo con botas largas y ropa campestre afilando cuchillos y utilizando machetes. Allí aprendió a cultivar melón, zapallo, mandioca y sésamo, por ejemplo. También hasta hace poco vendió sombreros en el almacén familiar.

En la chacra en la que nació y creció, cuando era adolescent­e, Rojas se armó su propio gimnasio con hierros desechados y tenía un arco de fútbol de madera en el fondo de su casa para jugar. El tenía claro cuál era su sueño: ser futbolista. Y lo logró. Pero el mundo futbolísti­co no lo volvió loco. “No pienso en lujos como un auto o mudarme a un departamen­to de mucho nivel. Mi deseo es ‘romperla’ en el fútbol”, contó una vez en una entrevista con el portal paraguayo Versus. También tiene el deseo de hacer una cancha de césped sintético sobre la de tierra en la que jugaba cuando era chiquito.

De cultivar en una chacra al Monumental. Robert Rojas es el protagonis­ta de una gran historia que busca nuevos capítulos. Es que ahora llegó al más alto nivel del fútbol sudamerica­no e irá por la gloria. ■

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