Clarín

Benito Cerati, músico y provocador en las redes

El hijo de Gustavo estrena disco y no se calla nada.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

“Cuando yo era joven...”, dice Benito Cerati varias veces. Lo suelta sin percatarse del tiempo verbal ni del adjetivo que usa. Habla así a los 25, a 20 del primer disco casero que grabó, Cohete, y a 14 de haber sugerido a su padre eso de “poder decir adiós es crecer”, frase que Gustavo incluyó en la canción Adiós del álbum Ahí vamos y que se volvió leitmotiv de una despedida a la que nos resistimos por cuatro años.

-Parece que hablara un hombre de 50...

-Es verdad. Me siento grande. O tal vez es un error gramatical decir ‘joven’ cuando quiero decir ‘niño’. El otro día me hicieron leer las manos. Y la gitana me dijo que ésta era la última reencarnac­ión. Que en mi vida pasada yo había aceptado esta vida difícil. Siempre me llamaron la atención mis manos arrugadas. Y tiene sentido... Me siento cansado todo el tiempo.

“Ya te tengo. Quedate ahí que ya te tengo”, le avisa el fotógrafo. Uno entiende que “tenerlo” es más que haberlo capturado para siempre en su mejor perfil: es encontrar el juego de luz y sombra que nos devuelve un microsegun­do a ese que extrañamos. Ya lo dijo en TV Lisa Cerati, hermana de Benito: “Ahora (Gustavo) está más presente que cuando estaba como persona. Es como un aire”.

Benito, “alma cansada”, nació apenas pasada la época del Dynamo Tour, entre sonidos de En remolinos y Primavera 0, con su padre cantando sobre florecer y piel mudando. Su crecimient­o está documentad­o y al alcance de un click. Incluso la señal National Geographic compaginó en Bios, vidas que marcaron la tuya, tiernos videos del padre educando sonorament­e al hijo (y viceversa). Fuimos viendo sus diferentes niveles de estatura, razonamien­to y dolor. “En esos videos está también la gestación de todos mis demonios”, se ríe el rubio, un Bowie de Belgrano.

“Lo que me pasa con David Bowie es que de chico veía mucho de mí en él”, explica con los ojos verde flúo incendiado­s por el sol. “Él me representa­ba en lo visual, lo andrógino. No era que yo quería ser como él, sino que yo me entendía a través de él. Fue el que más herramient­as me dio para conocerme. Soy similar hasta en la forma de salir del closet”. Estamos ante su tercer disco, Uni

sex. “El mejor, la lógica evolución” de Zero Kill, banda que encabeza. El material viene acompañado de una fuerte presencia de Benito en redes sociales. Como si desde su primera aparición en la escena musical, siete años atrás, con Trip Tour, hubiera roto un cascarón de introversi­ón que enojó a cierto público de su padre.

-Estás mucho mejor plantado que en aquella entrevista con Clarín hace poco más de dos años... -Estoy a años luz, aunque hay cosas que todavía me tumban. Pero no armo un muro para aparentar. Soy muy inseguro, pero lo voy superando. -¿Es como en una etapa tuya de más provocació­n?

-Etapa Miley Cyrus. (Se ríe). Nunca estoy buscando provocar, busco cre-

cer. Sé lo que soy hace bastante, por ahí cambió lo que quiero comunicar, a qué gente quiero llegar o conocer. Medio que mi piel cambia. A veces digo: “Pensé que esto que escribí era lo que todos pensaban, que era lógico”. Pero no. Y provoca reacción. No estoy buscando llamar la atención.

-¿Te sorprende esa masa que odia y lo demuestra anónimamen­te?

-Sí. Yo también a veces me encuentro odiando y esa persona no tiene merecido ese odio, tal vez estoy proyectand­o. Por alguna razón se come mi odio. Sería hipócrita decir que no me pasa, pero me pasa cada vez menos porque lo trabajo. Creo que evolucioné un montón mientras el disco iba saliendo. Empecé a revisar más mi historia, mi forma de relacionar­me, los problemas que llevo enmochilad­os. Empecé a relajar y a ser menos neurótico.

-¿La “mochila” se alivianó?

-Se alivianó. La tenía liviana, pero cuando el año pasado empezó mi exposición, sentí mucha presión. En algún momento empecé a sentirme mal. Yo decía algo y cualquier persona se podía sentir ofendida. Catarata de juzgadores. Entendí que en ese torbellino me metí yo.

-Escribiste en Twitter: “Mi papá me enseñó a delinearme. Muéranse. Nunca me enseñó a tocar la guitarra. Prioridade­s”. Muchos te agredieron por eso. ¿Sentís que parte del público de tu padre termina siendo conservado­r?

-¿Sabés lo que pasa? Yo tuiteo y me voy. No imagino la reacción. Lo que tiene el arte es que uno no sabe bien qué fans está teniendo. Nadie se salva de las proyeccion­es. Un ejercicio que uno tiene que hacer es ver lo que te pasa con un artista. Uno proyecta lo que quiere ver. Si odiás, algo te está pasando. Es como amar fervientem­ente sin conocer. ¿Qué estás poniendo ahí? Yo tampoco me salvo de la idealizaci­ón.

-”Lamento, papá, que tengas tantos seguidores que nunca entendiero­n el respeto y la apertura que tuviste vos”. Así los enfrentast­e a muchos... -La verdad que soy bastante “transparen­toso”. No tengo miedo a comunicar mis insegurida­des. Si algo tengo es una fortaleza súper grande. No hay nada que me dé mucho miedo de no poder enfrentarl­o. Y Twitter es como una libreta de apuntes para mí. Es como cuando dije que soy gay; tomé mi sexualidad como una posición para defender a minorías o apoyar al movimiento feminista. Me parecía correcto decir dónde estoy parado. Soy libre con mi sexualidad, pero no hablo de libre desde lo obsceno, sino desde el naturaliza­r.

-A fin de año sufriste un ataque de epilepsia. Se publicaron versiones insólitas. ¿Querés aclararlo? -Fue como en la Edad media, cuando creían que la epilepsia es un demonio que entra. (Se ríe). También dijeron que iba escuchando un tema de mi viejo y me caí... Escucho temas de mi viejo a toda hora. Me tendrían que agarrar ataques todos los días. El mundo redes es un agujero negro. Entrás y eso se vuelve una realidad.

-Tu epilepsia se despertó hace dos años. ¿Cómo sobrellevá­s el tema? -No me pasa casi nunca. He tenido tres ataques. El último fue en la vía pública, otro en un avión. Y el primero había sido en una casa vieja cuando estaba por presentar mi disco. Me eché a dormir una siesta y desperté convulsion­ado. Me asusté muchísimo y decidí cancelar shows. Me fui a Barcelona, a despejarme. Fue un gran impulso, fortalecí mi autoestima y me di cuenta de que podía hacer muchas cosas solo. Tengo el grado más leve de epilepsia y una medicación superleve. Cuando pasó lo de la calle me había descuidado con la medicación y estaba con la tensión del nuevo disco. Pero está todo bajo control. En el episodio sobre tu padre de “Bios”, de National Geographic, vemos una familia de mujeres fuertes, empezando por tu abuela, más tu madre, hermana, tía, prima. ¿Vivís en un gran matriarcad­o?

-No sé si es un matriarcad­o... En mi familia el feminismo se vive de manera intensa, nos informamos juntos, viene mi tía con un artículo y lo compartimo­s todos. La mujer ha sido una fuerza muy grande en mis dos familias. La verdad, desde mi subjetivid­ad siento que soy el más débil de mi familia (se ríe).

-Según tu definición, tu primer álbum era un grito de auxilio, el segundo, la luz. ¿Este viene a representa­r qué y cómo suena?

-En el primero hablaba de todo lo que me estaba doliendo. Este es mucho más arriba, más colorido, con muchas guitarras. Viene cuando estoy más abierto al mundo y cuando dejo de hacer música por hacer música y busco conectar con algo más grande, una misión. Es lo más rockero que voy a hacer en mucho tiempo. Me gustaría que la gente no se acostumbre. Por ahí este es un poco el grunge de Nirvana, o esa cosa Tom Petty, on the road, que podés escuchar en la ruta. Sigue teniendo cosas experiment­ales, pero no es tan impenetrab­le como el primer disco. Creo que ahora el corazón me está pidiendo algo más vanguardis­ta.

-En “Bios” decís que él se había dado cuenta de que si musicalmen­te hacía lo que quería no le iba tan bien. ¿A vos qué te pasa con eso?

-Es un poco así. Mi viejo era muy superior. Me interesa más la emocionali­dad que las normas comerciale­s. Yo no me considero un virtuoso. Lo que hago lo hago desde la emoción y la honestidad. Me importa más conectar con la gente que tocar bien. Dedico mi carrera musical a decir lo que se me canta. La gente no espera eso de mí.

-¿Y qué esperan?

-Esperan una continuaci­ón. Que tenga 54 años. Ojo, yo también esperé eso de mí. Sentía que tenía la obligación de que mi primer disco ganara premios. Estoy arrancando, siendo principian­te, quedando como ridículo, aprendiend­o. ■

Dedico mi carrera a decir lo que se me canta. La gente no espera eso de mí. Ojo, yo también esperé eso de mí. Que mi primer disco ganara premios”.

 ?? RUBEN DIGILIO ?? Fan de David Bowie. “De chico él me representa­ba en lo visual. No quería ser él, yo me entendía a través de él”, dice Benito.
RUBEN DIGILIO Fan de David Bowie. “De chico él me representa­ba en lo visual. No quería ser él, yo me entendía a través de él”, dice Benito.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina