Clarín

El consumo de drogas, detrás

- Marcelo D’Alessio Abogado, especialis­ta en lucha contra el narcotráfi­co

Ala insegurida­d no se combate solo creando un régimen penal juvenil, cambiando las reglas de uso de las armas de fuego de la policía o combatiend­o a los narcotrafi­cantes. También se combate con campañas de prevención del consumo de drogas que debería hacer la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfi­co (conocida como SEDRONAR).

El gobierno gasta millones de pesos en prevenir el dengue y poco en intentar frenar el aumento del consumo de drogas. Nuestros jóvenes creen que fumar marihuana, por ejemplo, es menos peligroso que fumar cigarrillo­s que sí saben por las campañas publicitar­ias que producen cáncer.

El consumo exponencia­l de drogas por parte de los argentinos es uno de los factores que explican el aumento de la insegurida­d. El 20% de la población consume alcohol en forma desmedida, alcaloides o medicament­os no recetados. Estos tres factores explican parcialmen­te, y no por ello con cifras que no alerten, tanto los accidentes como los robos, u homicidios en ocasión de robo. Los femicidios, abstrayénd­onos de la matriz cultural, también suelen estar ejecutados bajo esas circunstan­cias vinculadas con algún tipo de adicción.

En el mediano plazo ese consumo de estupefaci­entes que se ha literalmen­te disparado en los últimos 15 años, conllevará a una población cada vez con menos oportunida­des laborales, más violenta y con menos profesiona­les.

Mientras que los alumnos de universida­des privadas consumen semanalmen­te, en las llamadas Raves, metanfetam­inas (Ext o Extasis) y LSD (de una a dos gotas), los chicos de clase baja aspiran hasta 20 dosis diarias del residuo de la elaboració­n del clorhidrat­o de cocaína (el paco). Drogas para ricos y drogas para pobres, y en el medio una oferta de marihuana de bajísima calidad paraguaya (se la llama “prensada al 25”) que consume diariament­e la gran mayoría de los adictos argentinos.

La marihuana (o Cannavis Sativa) es un depresor del sistema nervioso central. Quienes la consumen, después de tres años presentará­n actitudes más apáticas y tendrán cerebros menos inteligent­es fruto del daño de sus neurocondu­ctores. Quienes usted ve fumando paco en la “puerta” de una villa, es porque ese chico ya fue expulsado de su hogar y de su propio barrio. Es ahí donde empiezan robando para costear su droga. Es decir, que cuando usted los ve inhalando en la calle, ya consumen hace tiempo y el Estado no se encuentra tal vez muy focalizado en intentar salvarlo. Segurament­e emparentar la ley de drogas (23.737) con la de salud Mental ayudaría a rescatar a esos “zombies invisibles” de la calle y evitar que terminen trabajando de “soldaditos” de los narcos o de las fiestas electrónic­as.

En el caso de las drogas “sintéticas” destinadas a la clase alta, ésta produce una fibrilació­n ventricula­r por falta de sodio en el medio de esa fiesta electrónic­a.

El aumento del ritmo cardíaco junto con la presión arterial (al aumentar la presión inclusive ocular es que necesitan usar anteojos oscuros en plena noche) y aumentar la temperatur­a corporal, todo eso provoca que los chicos tengan que vivir tomando agua y obviamente orinando. En ese proceso es donde la carencia de sodio puede terminar con la vida de muchos jóvenes y alimentand­o la insegurida­d, si sigue habiendo pocas campañas de prevención. ■

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