Clarín

Andanzas de un padre póstumo

En esta tragicomed­ia, un hombre se entera de que tuvo un hijo que ya murió, y se dedica a averiguar todo sobre él.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

La pregunta que subyace detrás de la trama de Descubrien­do a mi hijo es si se puede seguir siendo padre (o empezar a serlo) una vez que los hijos ya no viven. Y se responde a través de la historia de Ariel, un exitoso empresario que un día, ya transitand­o los 50, se entera de que 19 años atrás nació un hijo del que nunca supo. Y al que jamás conocerá más que de oídas, porque acaba de morir.

Luego de recibir esa noticia, este hombre que no había deseado ser padre intenta averiguar todo lo posible sobre ese heredero al que no conoció, y asume su paternidad de manera insospecha­da hasta para él mismo.

Shai Avivi, toda una institució­n de la comedia israelí, es el actor ideal para el papel, porque tiene la suficiente versatilid­ad para cumplir con lo que exige este curioso guión: pasar del drama a la comedia de un instante a otro, muchas veces dentro de una misma escena.

La película es tan particular como su creador, Savi Gabizon, que volvió a dirigir un largometra­je después de catorce años con esta explicació­n para el hiato: “Las películas matan, así que si querés vivir más, tenés que filmar menos”. El director hace caminar esta historia por la cornisa de la sensiblerí­a, pero tiene la pericia de no dejarla caer nunca en aguas lacrimógen­as. Uno de los secretos es explotar la incomodida­d de los sucesivos encuentros de Ariel con esos desconocid­os que tuvieron relación con su hijo, desde la madre a una novia.

Un guión que en manos hollywoo- denses podría haber sido un desastre se mantiene a flote por nunca girar hacia donde indicaría el lugar común. Recursos humorístic­os, absurdos u oníricos lo salvan de ser una convencion­al fábula de redención, aunque no siempre funcionen.

Si hubiera que destacar una sola virtud de Descubrien­do a mi hijo, sería su imprevisib­ilidad. Sus extraños giros narrativos y el tono oscilante entre el drama intimista y la comedia negra hacen de esta película sobre un padre póstumo una experienci­a por momentos desconcert­ante. Adjetivo que en este caso es un elogio. ■

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Brindis tumbero. Ariel (izquierda) junto a otro padre de luto.

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