Clarín

El arte en las plazas sin rejas

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De piedra y bronce, las 200 estatuas están desnudas y “viven” en absoluta libertad en el Parque Vigeland, en Oslo. O, mejor dicho, en ese museo al aire libre al que los noruegos acuden apenas un rayo de sol asoma en el cielo escandinav­o. Está abierto las 24 horas y es el mejor lugar para descubrir en sus figuras los sentimient­os más sencillos y elementale­s, desde el hambre hasta el castigo, el amor, la reflexión y la soledad. Al entrar hay que cruzar un puente con 52 esculturas en sus laterales. Una de ellas es “El gruñón”, un bebé en pleno ataque de llanto, con los puños cerrados y pataleando enfurecido. Su manito izquierda muestra un brillo especial, fruto de los frotamient­os que los turistas hacen al fotografia­rse con él. Pese a ser tan querido, sufrió dos ataques: una vez fue arrancado de su pedestal y lanzado a la basura; la otra, teñido todo de rosa. Conviene traer este pequeño ejemplo ahora que la Justicia declaró ilegales las rejas de la Plaza de Mayo y el uso de los espacios públicos volvió al centro de la polémica. ¿Rejas sí o no para cuidar el patrimonio? En Buenos Aires ya hay 80 plazas cercadas, pero muchos urbanistas creen que cuando más se vincula un lugar con su comunidad, más se lo cuida. Aunque cada tanto haya que lamentar algún “castigo”, como el del bebé consentido en la estricta sociedad noruega.

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Parque Vigeland. Niño gruñón

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