Clarín

Arte precolombi­no: levantarle el pie al pasado pisado

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

No, no bajamos de los barcos. Repitan conmigo: “No bajamos de los barcos”. O sí, algunos bajamos de los barcos pero no había un desierto en estas pampas. Repitan conmigo: “No estaba vacío el territorio que hoy es Argentina”. Ni de gente, ni de costumbres, ni de arte.

Pero nada de eso se nota si uno entra hoy, hoy mismo, al Museo Nacional de Bellas Artes. Arte medieval, sí, eso hay. Arte europeo, perfecto. Argentino del siglo XIX, cómo no. Pero ¿América antes de las carabelas? Cri cri, cri cri.

El Museo tiene, sin embargo, una colección, que durante algún tiempo tuvo su espacio. Breve el tiempo: la sala se abrió en 2005 para mostrar las piezas donadas por la familia Di Tella y se cerró un par de años después. Pero en abril el arte precolombi­no ataca de nuevo, con más lugar y, sobre todo, con las obras insertas en un relato que lleva a lo que se produjo después.

Si pasan por el Museo en estos días tendrán sorpresas. Por ejemplo: no se pueden ver los cuadros argentinos del siglo XIX. ¿Por q ué? Jus- tamente, esa zona está en obra. Allí, donde hasta ahora estaba el enorme La vuelta del malón, de Ángel Della Valle, o El despertar de la criada, de Eduardo Sívori, ahora hay martillos, serruchos, cables. Se están haciendo muebles para las vitrinas, que irán sobre las paredes y que guardarán objetos que atravesaro­n ya más de 500 años.

Ese movimiento, que le da su lugar a lo que había “antes”, implicará correr muchas otras cosas en el museo. Porque cada tiempo vuelve a pensar el pasado, saca sus conclusion­es, lo reubica y lo cuenta otra vez. Nada menos establecid­o, nada menos “pisado”. Porque lo que se cuenta del pasado habla de lo que pasa en el presente. Si esos pueblos existen, existieron, crearon, dejaron huellas, entonces no es tan raro que acampen y corten rutas reclamando tierras que alguien perdió -y alguien ganó- cinco siglos atrás.

El Museo cerrará el 18 de febrero para terminar las obras, que terminarán el 12 de abril, con una reinaugura­ción.

“Es arte de esta región, del noroeste argentino”, dice Andrés Duprat, el director del Museo. “Y va a ser la colección más grande de la región”.

Es que a la colección propia se le suma otra, de Cancillerí­a, y si los abogados dan la venia, una tercera, de un coleccioni­sta privado.

“Vamos a incluir en el guión permanente arte americano, era una deuda”, dice Duprat. “Todo el mundo sabe que hay una colección de arte europeo buenísima pero éste es un museo que está en la Argentina, está bien ver -además de arte del siglo XII en adelante- un recorrido de arte americano”.

L a nueva historia que contará el museo empezará antes de Colón y seguirá con los españoles cabalgando en estas tierras: se colgarán las veintidos piezas de las Tablas de la Conquista, una obra muy singular que pertenece a Bellas Artes. Son óleos sobre madera con incrustaci­ones de nácar y cuentan la conquista de México desde el desembarco de Hernán Cortés hasta la caída de la antigua Tenochtitl­án. Las compró un particular en Londres en el Siglo XIX y las donó poco después. No son únicas pero, señalan desde el Museo, en mundo no hay más de cuatro o cinco similares.

“A la colección del Museo faltaba sumarle la perspectiv­a que te da ver las piezas del arte precolonia­l y colonial”, dice Duprat. “Es una perspectiv­a para entender el arte argentino y latinoamer­icano. No se los puede entender sin esa vertiente”.

Toda la reorganiza­ción costará alrededor de 90.000 dólares, que aporta la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes porque el Museo está afectado por la, ejem, “austeridad” que rige para todos los organismos culturales de la Nación. “Faltaba ese eje, estúpidame­nte”, dice Julio Crivelli, presidente de la Asociación. Deuda saldada, en el arte. En la vida las cosas son más difíciles.

En abril, y luego de reformas, el Museo de Bellas Artes presentará una gran colección de obras americanas.

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