Clarín

Cúcuta, la ciudad en donde los venezolano­s sobreviven día a día

Crisis. La ciudad fronteriza colombiana es la que más ha sufrido el éxodo desde Venezuela. En sus plazas y calles buscan ganarse la vida para no volver a su país.

- CUCUTA, COLOMBIA.

Cuentan que en 1821 Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y otros líderes de la lucha de independen­cia contra España se encontraro­n en San José de Cúcuta. Querían crear la Gran Colombia, es decir, la unión territoria­l de lo que hoy es Venezuela, Colombia y Ecuador. Esa unión terminó en divorcio pero Cúcuta, situada en la provincia colombiana Norte de Santander, está marcada por su relación con Táchira, la fronteriza provincia venezolana.

Cúcuta es noticia en estos días por el convoy de camiones con ayuda humanitari­a que llegó el 8 de febrero a esta ciudad de 700.000 habitantes. Aquí está uno de los centros de acopio anunciados por Juan Guaidó, el presidente interino de Venezuela y líder opositor contra Nicolás Maduro. Cincuenta toneladas de alimentos y medicinas deberían haber pasado por el puente internacio­nal Tienditas, que une a Cúcuta con la ciudad venezolana de Ureña. Pero la Guardia Nacional Venezolana bloqueó el puente la semana pasada, impidiendo el paso desde entonces.

Hoy en día, Cúcuta está llena de venezolano­s que llegan en busca de una vida mejor. Para sobrevivir y enviar dinero a sus familias, ellos trabajan en lo que encuentran. Hay peluqueros, malabarist­as, mozos de bar o costureras, entre otros oficios. No es fácil ganarse la vida aquí, Cúcuta tiene el 70,1% de su población en trabajos informales. Es la cifra más alta de Colombia según cifras oficiales.

El peluquero venezolano Angel García, casado y padre de dos hijas, es parte de esa estadístic­a. Llegó aquí hace dos años y se pasea con un cartel en el parque público Mercedes Abrego donde se lee: “Se colocan pestañas y se pigmentan cejas”. García se fue de su ciudad, Guacara, en el norteño estado venezolano de Carabobo. “En realidad trabajo en Cúcuta para gastar en Guacara, la idea es que el dinero me rinda, pero en realidad no rinde”, admite. Y cuenta que ya trabajó aquí como vendedor de verduras y gaseosas, entre otras cosas.

“Al principio me fue mal porque no me recibió quien yo esperaba, viví entonces en la calle, pero después conocí a otra gente y me ayudaron”, dice García. Para cumplir con la meta del día, García es ayudado por su esposa, vendedora de café. Y también por su madre, Teresa Gómez, quien vive con ellos desde diciembre último y dice que está en Cúcuta porque “me cansé de pasar penurias, Venezuela es para morirse de un infarto”.

Teresa Gómez, de 65 años, vende ajos en las calles de Cúcuta y dice sentirse bien aquí aunque termina el día cansada y con nostalgias de su país. “Todas mis medicinas las conseguí en Cúcuta sin problema, en Venezuela tenía que crear remedios naturistas porque no se consigue nada. Aquí me siento tranquila”, comentó.

En una esquina del parque público Abrego trabaja otro venezolano. Se llama Rodolfo Cruzado y hace cuatro meses que tiene aquí un puesto de venta de churros. El hombre llegó desde la ciudad de Valencia, capital del estado venezolano de Carabobo, donde dejó a su familia y cerró la tienda de la que vivían. “Es difícil vivir allá en Valencia, sustentars­e, porque uno no consigue comida, ni medicinas, ni transporte. Los hospitales no tienen nada, es difícil, por eso es que nos fuimos”, cuenta Cruzado.

A pesar de sus problemas cotidianos, el churrero Cruzado se ilusiona con la ayuda humanitari­a que ha llegado a Cúcuta. Dice que no tendría problemas en transporta­r esas toneladas de ayuda guardadas en el centro de acopio. Esa ayuda fue enviada por Usaid (la agencia estadounid­ense para el desarrollo) y llegó en nueve camiones, estacionad­os ahora no muy lejos del puente Tienditas.

Cerca del puente Tienditas, ayer un grupo de 50 médicos venezolano­s de la provincia de Táchira se acercó para protestar y exigir que se abra el paso a la ayuda humanitari­a. La doctora Nelly Carrero, médica del Hospital Oncológico de Táchira, explicó en Twitter que “en Venezuela estamos en una situación del país que afecta a toda su población. La deteriorad­a situación de la salud amenaza la vida de los venezolano­s”.

Mientras tanto, en el parque público Abrego una vendedora de comidas rápidas, Marisela Figueredo, solamente tiene un ruego. Le pide a Dios “que se lleve a Maduro, no lo queremos en ningún lado, él nos destruyó el hogar y la familia a todos”. ■

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EFE Con todo. Un grupo de venezolano­s compra víveres y medicinas en Cúcuta y regresa a su país por el puente internacio­nal Simón Bolívar.

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