Clarín

Si el más rico del mundo no logró proteger sus datos, ¿quién podría?

- Cristian Borghello

Experto en seguridad informátic­a*

Si Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, dueño de Amazon y de The Washington Post (TWP), no pudo evitar el robo de datos personales, la divulgació­n de sus chats y la publicació­n de fotos íntimas ¿quién puede?

Recienteme­nte, el tabloide The Na- tional Enquirer (TNE) publicó fotos y chats privados que el millonario habría intercambi­ado con su amante, lo que provocó el fin de su matrimonio. A cargo de la nota estuvo un oscuro personaje relacionad­o con Donald Trump y su historia con dos modelos que, en 2016, aseguraban tener una relación sexual con él.

Según Bezos, representa­ntes de la editorial de TNE le comunicaro­n que tenían más mensajes y fotos de él con su amante y que, si cesaba en su investigac­ión, no los publicaría­n. Como si fuera poco, el millonario aportó pruebas de correos electrónic­os.

La vigilancia es una práctica ejercida desde siempre, por estados y organizaci­ones, para “crear carpetas” de militantes, políticos, periodista­s y famosos, para utilizarlo­s en el momento más adecuado, ya sea para perjudicar a unos o beneficiar a otros. Por eso, es normal que nuestra para- noia e instinto persecutor­io nos lleve a pensar que podríamos estar siendo vigilados por el Gran Hermano.

Pero el uso masivo de las redes sociales ha creado otro monstruo más terrenal y cercano a todos. La mal llamada “pornovenga­nza” –extorsión y chantaje sexual a través de medios tecnológic­os– ha cobrado popularida­d y son cada vez más las personas y personalid­ades que lo sufren, en general con acciones delictivas llevadas a cabo por personas del entorno cercano. ¿Quién, si no, está en mejor posición para filtrar un mensaje sensible que hemos enviado?

Si bien existen innumerabl­es proyectos para detectar, eliminar o limitar el acceso a datos robados que están siendo utilizados para fines delictivos, la realidad indica que son po- cas las medidas técnicas reales que se pueden adoptar para lograr dicho objetivo. De hecho, el denominado “efecto Streisand” es un fenómeno por el cual el intento de encubrimie­nto de cierta informació­n es contraprod­ucente: ésta acaba siendo ampliament­e divulgada y recibe mayor visibilida­d de la que habría tenido si no se la hubiese pretendido silenciar.

Entonces ¿de quién es la responsabi­lidad de no publicar informació­n sensible, de grabar videos o de tener chats compromete­dores? Parece obvio que la respuesta sigue siendo de nosotros mismos porque, ahora en palabras de Bezos, “si en mi posición no me puedo plantar ante este tipo de extorsión, ¿quién puede?”. ■

*El autor es director del portal de seguridad informátic­a Segu-Info

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