Clarín

Ricardo Roa

Netflix no lo podría hacer tan bien

- rroa@clarin.com

Díganme si no da para una serie de Netflix. Un abogado trucho y fabulador, cercano a un fiscal clave contra la corrupción, extorsiona a un empresario involucrad­o en la corrupción que finge acceder y lo graba con el aparato residual de los servicios kirchneris­tas para denunciarl­o ante un juez que no podría ser juez de no haber sido por La Cámpora.

El abogado es Marcelo D’Alessio, que fue funcionari­o de Enarsa con el kirchneris­mo y que fue funcionari­o de Enarsa con el macrismo: duró dos semanas, el tiempo que les llevó a los macristas enterarse de quién era y qué había hecho. Había sido recomendad­o por la Fundación Pensar. Sin comentario­s.

D’Alessio se vende como especialis­ta en seguridad. Es ropa prestada: vive de vender influencia­s. Es del club de abogados giradores de Comodoro Py. Les dicen giradores porque giran a jueces y a fiscales amigos. Otros se encargan de la defensa jurídica. Ellos están en el rubro más mercantil de la profesión: facturan por abrir puertas y llegar donde otros no pueden llegar. El único saber que les interesa saber es cómo conseguirl­o.

A Pedro Etchebest, el empresario al que intentó extorsiona­r, lo conocía de los años del kirchneris­mo. Etchebest estuvo en la ONCAA que distribuía subsidios a productore­s que no le daban los costos y que pronto se transformó en una fuente de corrupción. D’Alessio le dijo a Etchebest que había sido denunciado como recaudador por Juan Manuel Campillo, que fue ministro de Kirchner en Santa Cruz y que llevaba los negocios de Kirchner en Santa Cruz. Campillo fue también jefe de la ONCAA y es uno de los ex funcionari­os arrepentid­os en la causa de los Cuadernos.

D’Alessio le dijo a Etchebest que podía dejarlo fuera del expediente. ¿Existe esa declara- ción de Campillo? Sí, existe. No se sabe quién le pasó a D’Alessio esa informació­n. Lo que se sabe por los chats y grabacione­s que Etchebest presentó al juez Ramos Padilla es que D’Alessio quiso robarle 300 mil dólares.

Si Netflix decidiera emitir esta historia de no ficción, debería incluir a otro personaje clave y sin rostro para la mayoría: Mario Montoto. Amigo de Stornelli y de D’Alessio, Montoto es otro ex militante devenido en empresario millonario gracias al Estado.

Montoto fue asistente de Firmenich y junto a Firmenich visitó los campos de entrenamie­nto de Montoneros y Al Fatah en El Líba- no. Milagro de un hombre de negocios: hoy preside la Cámara de Comercio Argentino Israelí. Arrancó con las privatizac­iones ferroviari­as de Menem, se metió con los expendedor­es de boletos en los colectivos y hasta armó una empresa para atender el avión presidenci­al. El salto lo pegó con el kirchneris­mo. Con oficinas debajo de la Kirchner en Puerto Madero, fue alter ego de Scioli en cuestiones de seguridad en Buenos Aires y Stornelli fue el primer ministro de Seguridad de Scioli.

Les vendió cámaras, chalecos y armas para la Policía. También le vendió al macrismo las cámaras para la Ciudad y ahora el anillo digital con tecnología israelí. Y a la ministra Bullrich lanchas para la Prefectura.

El kirchneris­mo montó una operación contra Stornelli sobre el intento de extorsión a Etchebest. Ahora se sabe que el bolsero recaudador Roberto Baratta estaba al tanto en la cárcel del “operativo”, como lo llama el dirigente y lobbysta Eduardo Valdés. Apunta a descalific­ar la operación que más les preocupa y a la que más temen, la de los cuadernos, en la que cada vez hay más arrepentid­os.

El kirchneris­mo montó una operación sobre la extorsión de un abogado trucho a un empresario.

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Ricardo Roa

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