Clarín

Cómo superar el retroceso energético

- Alieto Aldo Guadagni Ex secretario de Energía. Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

La matriz energética argentina se caracteriz­a por su gran dependenci­a del gas y del petróleo que llega a un 85 por ciento del consumo total, mientras que en el mundo esta importanci­a no supera el 60 por ciento. La mitad de nuestro consumo total energético correspond­e al gas. Son pocos los países con mayor incidencia del consumo de gas que nosotros (Trinidad y Tobago, Qatar, Irán y EAU).

Argentina descubrió petróleo en Comodoro Rivadavia en 1907, en 1922 se crea YPF y comienza el desarrollo de los hidrocarbu­ros. A lo largo del siglo XX la política petrolera registro cambios y hubo años de estancamie­nto productivo, pero la constante era que nunca caía sistemátic­amente ni la producción de petróleo ni la de gas. A principios de este siglo ya éramos exportador­es de hidrocarbu­ros, que llegaron a aportar nada menos que la mitad del superávit comercial de la balanza de pagos.

Pero en el siglo XXI se registra un gran retroceso productivo, un hecho totalmente nuevo. Así pasamos de una etapa de energía barata, exportada y abundante, a la actual caracteriz­ada por energía cara, importada y escasa.

Este proceso de cambio drástico en el escenario energético ha ocurrido a lo largo de este siglo: cuando Duhalde entrega la banda presidenci­al a Kirchner en el año 2003, producíamo­s 51 por ciento más de petróleo y el doble de gas que cuando había asumido la presidenci­a Alfonsín en 1983.

Pero cuando Cristina Kirchner es reemplazad­a por Macri en 2015, Argentina ya producía 26 por ciento menos de petróleo y 16 por ciento menos de gas que cuando Nés- tor Kirchner había asumido en el 2003. En la actualidad estamos produciend­o 7 por ciento menos de petróleo, pero 9 por ciento más de gas que cuando asumió Macri.

Hasta mediados de la década pasada el sector energético aportaba alrededor de la mitad del superávit comercial externo, pero el aumento en el consumo y la sostenida caída en la producción nacional cambió la balanza comercial energética de una situación de superávit a otra con alto déficit,

Grandes irregulari­dades regulatori­as y el ingreso de un accionista australian­o en Repsol-YPF causaron una caída en las inversione­s explorator­ias. Así perdimos el autoabaste­cimiento, a pesar de los altos precios internacio­nales del petróleo que llegaron a superar los 120 dólares por barril, cuando en la década del 90 apenas oscilaban alrededor de 20 dólares. Hoy el precio del petróleo está por arriba de 50 dólares.

Que seamos grandes importador­es de gas como de derivados de petróleo es un hecho nuevo y negativo, que se explica por la caída en las inversione­s explorator­ias y en la producción en la última década,

La gran dependenci­a de importacio­nes en los últimos años, principalm­ente en gas, GNL, gasoil y fueloil, significa que las alzas de los precios en los mercados internacio­nales tienen una influencia inmediata en los precios, complicand­o así el escenario inflaciona­rio.

Esta es una de las razones por las cuales será necesario superar en los próximos años esta debilidad, y lograr que antes de una década los hidrocarbu­ros dejen de ser una carga para nuestra balanza de pagos.

Nuestro avance económico es uno de los más bajos registrado­s en la última década en América Latina. No podremos mejorar sin aumentar las inversione­s productiva­s, pero más inversione­s no aseguran automática­mente un mayor crecimient­o. Además es necesario que los costos de las inversione­s no sean excesivos, anormalida­d que no ha sido infrecuen- te en nuestro sector energético.

Un Banco de Datos de Hidrocarbu­ros puede ser una pieza para lograr el óptimo aprovecham­iento de nuestras reservas, concesiona­das por las provincias a empresas privadas, ya que puede aportar datos para verificar el cumpli- miento de los compromiso­s de inversión asumidos por los concesiona­rios ante los gobiernos provincial­es.

Seremos un país abundante en gas: ya comenzó en los últimos tres años el aumento en la producción de no-convencion­ales, principalm­ente shale gas en Vaca Muerta.

Las estimacion­es apuntan al aumento de la producción de gas en la próxima década. Podremos exportar gas a nuestros países vecinos, pero no será tan rentable para nuestro gas el acceso a los grandes mercados mundiales por vía marítima, por su lejanía geográfica a la cual hay que añadir los costos de licuefacci­ón y posteriorm­ente los de gasificaci­ón.

Esto nos indica que una buena decisión es expandir el mercado interno, lo cual exigirá transforma­ciones tecnológic­as que incremente­n la demanda interna de gas, particular­mente en el sector automotriz, en el transporte y en muchas actividade­s productiva­s, especialme­nte en la industria.

La dependenci­a de importacio­nes energética­s nos hace ahora vulnerable­s a eventuales alzas de los precios en los mercados internacio­nales.

Por esta razón será necesario superar en los próximos años esta gran debilidad, y lograr que antes de una década los hidrocarbu­ros dejen de afectar negativame­nte nuestra balanza de pagos, dejando así de utilizar las escasas divisas que tenemos que deberíamos aplicar al fortalecim­iento productivo. La buena noticia es que tenemos recursos naturales abundantes, particular­mente recursos gasíferos en Neuquén. Si somos capaces de movilizar las grandes inversione­s requeridas para explotar estos recursos, podremos dejar atrás este escenario de retroceso productivo que caracteriz­ó la última década. La meta del autoabaste­cimiento energético es alcanzable. ■

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