Clarín

Un idioma que necesita de pocas palabras

- Fernando Sendra fsendra@clarin.com

Dicen los que se ocupan de estas cosas que en las zonas complicada­s de nuestro país, ésas donde el pan falta y el crac sobra, la gente utiliza un promedio de doscientas palabras diferentes como su universo habitual de lenguaje. Doscientas palabras diferentes deben ser, calculo, menos que la cantidad de palabras que figuran en un menú de un restaurant­e tradiciona­l medio.

Doscientas palabras pueden ser las que hay en el recorrido publicitar­io de un pasillo de aeropuerto; doscientas palabras quizás sean el total de las que podemos ver en los primeros minutos de una película con subtítulos… ¿y después qué?

Después ya no entienden la película, no entienden el menú, no entienden siquiera lo que la publicidad les dice. Son personas que ya no podremos convencer, simplement­e porque no nos entienden, no saben de qué les hablamos, parece que hablan castellano pero apenas se mantienen a flote en una lengua en la que se hunden, porque su verdadero idio- ma es el idioma de los hechos, de la comida que está o no está en el plato, del tipo que los amenaza si no acatan su dominio del barrio o de la villa, de la salud que les falta, de la guita que no llega.

Los discursos son hermosos para darlos, pero sepan que casi nadie los escucha, porque los que entienden lo que pasa en la Argentina ya lo saben y los que no lo entienden ya no lo pueden entender. Escuelas, educación, contención, y mientras tanto comprender a los que no nos comprenden, porque parece que el idioma de los hechos va a quedarse acá por mucho tiempo.

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