Clarín

Provincia de Buenos Aires: la llave de la gobernabil­idad

- María Matilde Ollier

Buenos Aires resulta un distrito decisivo en la historia argentina. Entre 1810 y 1880 ejerció su hegemonía sobre las otras provincias. A partir de allí, su capital pasa a ser la de Argentina, con lo cual el distrito pierde su centro urbano más importante y al mismo tiempo su predominio.

Natalio Botana sostiene que la formación tardía del estado nacional encuentra como rasgo distintivo la construcci­ón de un orden federal que subordina los restos de autonomía que sobreviven en Buenos Aires. Pese a la derrota militar que antecedió a su sometimien­to político, desde 1880 hasta 1916 la provincia resistió al poder central tantas veces como pudo.

El descabezam­iento y la pérdida de su dominio llevaron a una imbricació­n entre la ciudad, la provincia y la nación, cuyas consecuenc­ias perduran todavía.

Por eso, dentro de los principale­s temas políticos que ocupó la atención de los medios se encontró, otra vez, Buenos Aires. Ello se debió a la tensión que suscitó el dilema, desdoblami­ento o concurrenc­ia simultánea, en las elecciones a presidente y a gobernador. La relevancia de la disyuntiva se explica porque la provincia configura la clave de la gobernabil­idad de la Argentina.

Cuatro dimensione­s combinadas ponen de manifiesto la preeminenc­ia bonaerense: su fortaleza electoral, su superiorid­ad institucio­nal, su poderío económico en contraste con su pobreza social y su ubicación geográfica.

La provincia posee el mayor número de votantes del padrón nacional (37,33%) y aventaja sobremaner­a a los dos distritos que le siguen en cantidad de electores (Córdoba, 8,78% y Santa Fe, 8,26%). Pero además, hace un aporte inigualabl­e a las candidatur­as presidenci­ales: 37,26% a Raúl Alfonsín en 1983; 39,68% en 1989 y 39,30% en 1995 a Carlos Menem; 35,53% a Fernando de la Rúa; 44,25% a Néstor Kirchner; y 38,67% en 2007 y 40,80% a Cristina Kirchner en 2011 y 35,87% a Mauricio Macri en 2015. En cuanto a la perspectiv­a institucio­nal, con 70 diputados nacionales obtiene algo más de un cuarto de la Cámara, lo cual repercute en las votaciones y en la cantidad de comisiones donde designa autoridade­s.

Desde el punto de vista económico-social, pese a que Buenos Aires produce entre 32 y 40% del PBI nacional, el conurbano bonaerense concentra, en un espacio limitado, la mayor cantidad de pobres del país. Para confirmarl­o, basta ver los datos del INDEC. Por sus niveles de pobreza, por su injusta distribuci­ón del ingreso y por su ubicación geográfica, el conurbano forma el anillo que rodea la Capital, pro- clive a la emergencia de la conflictiv­idad social. Su cercanía al gobierno central facilita el traslado de sus conflictos. Sus protestas convierten las demandas provincial­es en una cuestión nacional. Dado que los principale­s medios de comunicaci­ón se encuentran en CABA, la relevancia de Buenos Aires se intensific­a por la visibilida­d mediática que adquieren sus hechos políticos, las movilizaci­ones y los piquetes.

Estas acciones organizada­s en el territorio bonaerense se ejecutan en las inmediacio­nes de las institucio­nes del poder federal (el Parlamento y la Casa Rosada). Lejos de modificar el panorama, las nuevas tecnología­s han acelerado y ampliado aún más la difusión de los acontecimi­entos mencionado­s.

El conurbano bonaerense constituye una zona de riesgo. En consecuenc­ia, además de las contribuci­ones electorale­s a la presidenci­a, la provincia es la llave de la gobernabil­idad y de la paz social.

Carlos Menem y Eduardo Duhalde, por un lado, y Cristina Kirchner y Daniel Scioli, por otro, compartier­on boleta para garantizar sus respectiva­s reeleccion­es, es decir, cuando estuvo en juego su permanenci­a en el cargo. Ahora, por primera vez desde 1928, incluso en medio de una brutal crisis económica, un presidente no justiciali­sta consigue finalizar su mandato y hasta aspira a postularse para un nuevo período. Sin duda, el triunfo de Cambiemos en la elección legislativ­a de 2017 le dio aire al jefe de Estado para volver a presentars­e.

A pesar de que las encuestas han mostrado un deterioro de la imagen de Macri y una preservaci­ón de la popularida­d de María Eugenia Vidal, Cambiemos decidió continuar la tradición de cooperació­n y atravesar la reelección de igual modo que sus pares peronistas lo hicieron en el pasado. La separación de las elecciones nacional y bonaerense significab­a una señal inconfundi­ble de debilidad del liderazgo presidenci­al.

En el escenario actual, entonces, el liderazgo de Vidal constituye un hecho significat­ivo por su contribuci­ón a la gobernabil­idad provincial y nacional.

Fuera del peronismo, ningún otro partido logró implantar un líder en la provincia, careciendo su liderazgo de los componente­s autoritari­os y personalis­tas propios de otros estilos de conducción.

La emergencia de una jefatura femenina no peronista en Buenos Aires es, tal vez, la novedad más importante del ciclo democrátic­o iniciado en 1983 en la provincia. La decisión de unificar las elecciones apunta a la consolidac­ión de los liderazgos de Macri, de Vidal y de Rodríguez Larreta dentro del conglomera­do no justiciali­sta.

Si la estrategia resulta exitosa, impactará en el diseño del futuro sistema partidario. En este caso, el peronismo habrá de enfrentar una segunda renovación dirigencia­l, a partir del surgimient­o de inéditos liderazgos alternativ­os capaces de dar cuenta de la nueva etapa que se abriría en el siempre cambiante escenario político nacional. ■

La separación de las elecciones nacional y bonaerense significab­a una señal inconfundi­ble de debilidad.

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