Clarín

Con todo el brillo de Lila Downs

- Darío Doallo ddoallo@clarin.com

El marco del Teatro Colón implica una preparació­n especial. Primero para el artista, que debe fusionar su música con un acompañami­ento sinfónico. Y también para el público, que sabe que va a disfrutar algo más que un show de uno de sus artistas preferidos y se comporta distinto -por lo menos en un principio- a como lo haría en otro escenario. Esto pasó con la cantante mexicana Lila Downs, en la primera fecha del Festival Únicos, encuentro que acerca a distintos intérprete­s populares al Colón y en formato sinfónico. Al mismo tiempo que atrae por primera vez a mucha gente al imponente teatro.

Esto se notó en la previa del concierto, anteayer, en el primer turno de una velada mexicana -luego actuarían los Café Tacvba-, entre selfies y cabezas gi- rando maravillad­as en 360 grados para escrutar cada rincón de la sala.

En ese marco, resulta inevitable pensar que quien se presente en el escenario debe hacer méritos para estar a la altura. Y bien que lo consiguió Downs, merced a sus grandes armas: su potente voz, su mixtura de raíces, su compromiso político, su colorido vestuario, su preocupaci­ón por la problemáti­ca de los pueblos originario­s e inmigrante­s y su repertorio, que abarca temas propios como clásicos mexicanos y latinoamer­icanos.

Abrió con Mezcalito. Esta vez no contó con su botella de mezcal sobre el escenario, como suele ser habitual en sus presentaci­ones, quizás algo inhibida por el lugar. Luego, todo siguió a puro ritmo con Humito de Copal. “Es un honor para mí volver a la Argentina y cantar en este recinto sagrado”, dijo Lila, quien año a año y visita a visita, va con- solidando un número de seguidores cada vez más fiel.

El inicio fue acompañado por la orquesta liderada por el director Edgar Ferrer. Luego, la formación fue alternando con músicos locales de carácter “popular” para ciertos temas. Pero en todo momento, los arreglos sinfónicos se anexaron de manera natural a la variedad de estilos (boleros, rancheras, corridos, cumbias...) que ella propone.

“Siento una hermandad muy grande con todos los migrantes. La migración es un tema que hoy vale la pena pensar. A todos ellos les dedico esta canción que será parte de mi próximo disco”, dijo Lila, hija de un estadounid­ense de ascendenci­a escocesa y madre indígena mexicana, antes de comenzar con Clandestin­o, de Manu Chao. Y que terminó con gritos del público exigiendo “aborto legal”.

En las dos horas de show pasaron Cu- currucucú Paloma, Zapata se queda, Viene la muerte echando rasero y Son de difuntos, esas canciones que a puro ritmo le cantan a la muerte, algo bien típico mexicano. En el medio se permitió un homenaje a Mercedes Sosa con Gracias a la vida.

“Sé que es de Violeta Parra, pero yo la escuché en la voz de Mercedes. Una voz que me marcó y me hizo volver a la música en un momento en el que yo estaba alejada", contó, previo a realizar una interpreta­ción -muy bien acompañada por la orquesta- que hizo poner la piel de gallina a más de uno. Algo que volvió a ocurrir luego con La llorona, ese clásico que popularizó Chavela Vargas y que es infaltable -alternando versosen el repertorio de numerosas artistas mexicanas (las interpreta­ciones de Aída Cuevas y Natalia Lafourcade, y la de la joven Ángela Aguilar en los últimos Latin Grammy así lo demuestran). Paloma negra y La cumbia del Mole marcaron el cierre a puro ritmo, aplausos y agradecimi­entos para todos aquellos “de gran corazón” que hicieron posible este gran encuentro. ■

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MARTÍN BONETTO Lila. Su show incluyó desde boleros hasta rancheras y cumbias.

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