El problema de mezclar las dos ocupaciones
Anselmo Muso era un hábil representante de jugadores de fútbol. A pesar de su éxito, también conservaba su trabajo en un antiguo emprendimiento familiar: su abuelo había fundado una mercería y Anselmo, desde joven, llevaba con entusiasmo la gerencia.
Las presentaciones con que Muso ofrecía a sus jugadores, con videos y fotos, eran memorables. Su declive comenzó cuando se mostró incapaz de separar sus dos empleos, lo cual le provocó inconvenientes a la hora de intentar mejorar los apodos de los deportistas.
Por ejemplo, un promisorio guardameta conocido como “Garfios de Acero” fue ofrecido por Muso a un importante club como “Puños de Franela”. Anselmo pretendió justificar la elección del nuevo apodo basándose en la gran resistencia de las fibras del tejido, pero el arquerito, luego de ser tapa de un semanario textil, se volvió caminando a su pueblo natal.
Otro caso fue el del recio defensor guaraní “Cemento” Godoy, que se había ganado su mote por su similitud con una infranqueable pa- red de concreto. Anselmo, otra vez influenciado por el entorno de la mercería, prefirió presentarlo como “Goma Eva” Godoy, con argumentos anclados en lo versátil, eficiente y vistoso del material. El zaguero permaneció dos días llorando en el cuarto de su hotel y después retornó a Paraguay, no sin antes firmarles autógrafos a unas maestras jardineras que habían formado su club de fans.
Por fin, Muso tomó conciencia del inconveniente y renunció a la mercería. Sin embargo, su nombramiento como gerente de una fábrica de profilácticos le trajo nuevos problemas, tan graves como previsibles. ■