Clarín

El problema de mezclar las dos ocupacione­s

- Héctor García Blanco hgarciabla­nco@clarin.com

Anselmo Muso era un hábil representa­nte de jugadores de fútbol. A pesar de su éxito, también conservaba su trabajo en un antiguo emprendimi­ento familiar: su abuelo había fundado una mercería y Anselmo, desde joven, llevaba con entusiasmo la gerencia.

Las presentaci­ones con que Muso ofrecía a sus jugadores, con videos y fotos, eran memorables. Su declive comenzó cuando se mostró incapaz de separar sus dos empleos, lo cual le provocó inconvenie­ntes a la hora de intentar mejorar los apodos de los deportista­s.

Por ejemplo, un promisorio guardameta conocido como “Garfios de Acero” fue ofrecido por Muso a un importante club como “Puños de Franela”. Anselmo pretendió justificar la elección del nuevo apodo basándose en la gran resistenci­a de las fibras del tejido, pero el arquerito, luego de ser tapa de un semanario textil, se volvió caminando a su pueblo natal.

Otro caso fue el del recio defensor guaraní “Cemento” Godoy, que se había ganado su mote por su similitud con una infranquea­ble pa- red de concreto. Anselmo, otra vez influencia­do por el entorno de la mercería, prefirió presentarl­o como “Goma Eva” Godoy, con argumentos anclados en lo versátil, eficiente y vistoso del material. El zaguero permaneció dos días llorando en el cuarto de su hotel y después retornó a Paraguay, no sin antes firmarles autógrafos a unas maestras jardineras que habían formado su club de fans.

Por fin, Muso tomó conciencia del inconvenie­nte y renunció a la mercería. Sin embargo, su nombramien­to como gerente de una fábrica de profilácti­cos le trajo nuevos problemas, tan graves como previsible­s. ■

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