Clarín

La frustració­n se apodera de miles de inmigrante­s que esperan en albergues

Se quejan de que no los dejan salir para comer y de que los guardias les rompen las visas de asilo.

- MÉXICO. AP

La paciencia de los más de 1.600 migrantes que están recluidos en una vieja maquila de la ciudad mexicana de Piedras Negras reconverti­da en albergue pareciera tocar fondo porque cada vez son más los que se quejan de estar encerrados desde hace días en ese lugar que está cercado por militares y policías, algo inusual para ese tipo de espacios. Videos difundidos por la cadena local Milenio Televisión muestran a migrantes desesperad­os que el martes por la noche lanzaban gritos de “¡queremos salir!”, “¡nos tienen presos!” y “¡vámonos, vámonos!”.

Según explicó a The Associated Press Joe Rivano Barros, miembro de la ONG estadounid­ense Raíces, en conversaci­ón telefónica desde la localidad fronteriza con Texas, la situación para los migrantes cambió porque el miércoles no les dejaron salir del albergue a la hora del almuerzo para ir a las tiendas cercanas. Los días previos, sí les habían permitido la salida aunque fuertement­e custodiado­s. “No está claro qué está pasando. Están frustrados. Nadie les explica nada y se sienten encerrados”, indicó Rivano Barros, quien además se quejó de que las autoridade­s no permiten pasar al albergue a las organizaci­ones civiles como ellos.

El activista, que sólo pudo hablar con los centroamer­icanos que se acercaban a las rejas, dijo que muchos comentaban que la policía ha destruido las visas de algunos que consiguier­on permisos humanitari­os y lograron salir del albergue, por lo que esas personas tuvieron que regresar. “Están quebrando las visas”, se quejaba una mujer ante las cámaras de Milenio.

Las autoridade­s no contestaro­n a reiteradas llamadas de AP solicitand­o algún comentario y se limitaron a un comunicado emitido el miércoles en el que reconocen que hubo “quejas” -sin dar detalles- de algunos migrantes y que el responsabl­e de Seguridad Pública del estado, José Luis Pliego Corona, se ofreció a atender cada una de esas “inconformi­dades”.

“El diálogo se lleva a cabo de forma pacífica con quienes buscan obtener asilo humanitari­o de parte del gobierno de los Estados Unidos”, agrega la nota. En torno a mil migrantes de esta última caravana de centroamer­icanos han solicitado visa humanitari­a, con la que pueden trabajar en México mientras esperan su turno para solicitar asilo, pero sólo 400 han sido aceptadas. El comunicado también indica que el operativo de seguridad es para resguardar la integridad de quienes están en el albergue. No obs- tante, en días previos las autoridade­s indicaron que también tenía como objetivo evitar intentos de cruzar masivament­e la frontera con Estados Unidos. Una nota de prensa del gobierno federal subraya que todo el operativo de “seguridad y vigilancia”, al que llamaron “operativo caminante Coahuila” se ha desplegado “a fin de que prevalezca el orden y la paz social” en el albergue, el puente fronterizo y las vías de ferrocarri­l que hay cercanas a ese lugar.

Ayer, en tanto, una niña hondureña de tres años que formaba parte de la caravana de migrantes que en distintas oleadas llegó a México desde octubre del año pasado se reunió con sus padres, que residen de manera legal en Estados Unidos, informó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de México. El 10 de febrero, la CNDH “observó entre las personas migrantes de la caravana asentada en Piedras Negras, en el estado norteño de Coahuila, a una niña de tres años que viajaba con un familiar, por lo que realizó las acciones necesarias ante las autoridade­s para reunirla con su madre y padre”, explicó la Comisión en un boletín.

El organismo gestionó el traslado de la menor a un albergue, mediante la Procuradur­ía de Niños, Niñas y Familia, para que allí pudiese recibir cuidados y protección mientras trataban de localizar a sus padres. Tras varios intentos la CNDH consiguió contactar con el padre y la madre de la pequeña, quienes residen de manera legal en Nebraska, EE.UU. ■

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AFP Trabajos. En El Paso, Texas, un grupo de trabajador­es de EE.UU. repara parte del muro construido.

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