Dos años detrás de un misterioso legado
“En 2007, la gestión de Horacio González compró parte de la biblioteca personal de Alejandra Pizarnik y son 650 libros y publicaciones periódicas. Ahí encontré tesoros: esquelitas, postales, subrayados, cartas sin terminar, distintos papeles que fueron surgiendo cuando se hizo la catalogación”, cuenta Evelyn Galiazo, que hasta ese momento trabajaba en distintas áreas de la Biblioteca Nacional, siempre haciendo gestión cultural.
Entonces presentó un proyecto de investigación para elaborar un catálogo y terminó sumergida en un mar de notas, “de una proliferación increíble”, dice. “No es que había una anotación, un subrayado. Eran márgenes repletos y un lenguaje cifrado, muy Pizarnik”, cuenta. Y en eso estaba. Viajando a ese otro mundo. Y pasó el tiempo. En 2016, la biógrafa de Pizarnik Cristina Piña le dijo a Leopoldo Brizuela, encargado de rastrear archivos de escritores de interés para la Biblioteca Nacional, que la hermana de Alejandra todavía conservaba algunos de sus libros. Y entonces la vida de Galiazo dio un giro, aunque ella aún no lo sabía.
“Con ese único dato me puse en contacto. Y comenzó una peregrinación que duró casi dos años. Myriam me atendía por teléfono de un modo evasivo. Y yo no terminaba de saber qué es lo que tenía. Ella me decía ‘tengo una bolsas’, y yo le preguntaba si eran grandes, chicas, y me ofrecía contar los libros, pero no me habilitaba para ir a verlos”, cuenta.
Insistió mucho, recuerda. Y cuando finalmente se dio por vencida, en marzo del año pasado, Myriam la llamó y aceptó que fuera a ver el material en su casa de Villa del Parque. “Fui sola, sin grandes expectativas. Pero nos entendimos muy bien apenas nos conocimos. Myriam tiene 84 años, sigue trabajando, es podóloga. Me estaba esperando con café y una torta casera”, cuenta.
El diálogo fluyó con facilidad, frente a un retrato de Alejandra y sus dibujos enmarcados. La casa es como un altar a su hermana. “Nos hicimos amigas. En esa tarde. Fueron apareciendo anécdotas, costumbres de la infancia y finalmente el material, esas bolsas misteriosas”, recuerda Galiazo.
Se fue después de varias horas y de firmar un acta de donación con un inventario provisorio con todo el material en una valija que le prestó Myriam. A los pocos días se hizo el acto formal con el convenio de donación firmado por el ex director Alberto Manguel y por Myriam. “Ahora ella y yo además somos amigas, me hace galletitas para mi hija, hablamos bastante”, dice Galiazo, que la ayudó a rescatar del olvido este material invaluable.