“Recuperar la moral va a ser un trabajo titánico”
Lo p eor que nos ha dejado “la década robada” es la crisis moral que tenemos. Hemos perdido la cultura del trabajo, del esfuerzo, la cultura del estudio, la meritocracia, tomada como mala palabra por quienes han hecho del facilismo una conducta de vida. Somos hijos de inmigrantes y padres de emigrantes. En la Argentina tenemos de todo, pero no funciona. Esperamos que el Estado nos provea de todo y votamos para ello. Es inviable un país donde ocho millones de argentinos mantienen a veinte millones que no producen, y son cada vez más. En la Argentina sabemos que hay leyes, pero son generales, son opcionales. Somos culpables de lo que nos pasa, pero es más fácil echarle la culpa a los políticos a quienes elegimos. Sabemos que la democracia es el mejor sistema de vida, pero la utilizamos de acuerdo a que nos favorezca individualmente. No nos importa cómo le va al país. Nos enamoramos del populismo y la demagogia, esperando que el Estado nos regale la bicicleta, el pan dulce, el aguinaldo o el aumento de sueldo que terminamos pagando todos con la inflación. Somos estatistas por convicción y conveniencia. El Estado me tiene que subsidiar todo, cuando vivimos en un mundo globalizado y capitalista, donde el consumo se paga, si me parece caro lo ahorro o me busco otro trabajo para ganar más y gastar más.
El Estado se tiene que encargar de que todos sus habitantes tengan las mismas oportunidades y no favorecer al amigo. Deberíamos saber que la obra pública tiene dos puntos convenientes para el que la hace: el rédito político y el económico, logrando que votemos al corrupto que hace obras, cuantas más obras más dinero y lavado del mis- mo. Tenemos una grieta enorme en nuestra sociedad que no se va a cerrar fácilmente. De un lado están los que nos indignamos con la corrupción y, del otro, los argentinos que lo niegan o lo toman como algo normal, sólo la Justicia podrá cerrar la grieta. Desde hace 70 años venimos en decadencia. Recuperar la moral va a ser un trabajo titánico. Logramos evitar llegar a ser como Venezuela con las últimas elecciones. Nos falta aprender que los candidatos deben ser capaces, inteligentes y honestos. Si aceptamos ladrones, seguiremos con la decadencia.