Clarín

Aportes para pensar a quién vamos a votar

- Isidoro Felcman

Doctor de la Universida­d de Buenos Aires, profesor consulto de la Facultad Ciencias Económicas/UBA

Desde Maquiavelo en adelante, se acepta que la política consiste en la lucha por el poder. Max Weber lo definió en innumerabl­es obras y ocasiones: “quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecució­n de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder mismo, para gozar del sentimient­o de prestigio que él confiere”. Así entonces, para Weber había dos modos de hacer política: “Vivir para ella o vivir de ella”.

Vive para la política quien, como diría Viktor Frankl, la convierte en el sentido de su vida , ya sea señalando el horizonte, marcando el rumbo a seguir, fijando objetivos a largo plazo, desarrolla­ndo un plan estratégic­o para establecer como lograrlos.

En definitiva, proponiend­o transforma­cio- nes sustancial­es o bien poniendo su vida al servicio de una causa que le trasciende. Estos son verdaderos líderes y la literatura los reconoce, según el caso, como líderes transforma­cionales o trascenden­tales. Churchill fue un líder transforma­cional, Gandhi fue un líder trascenden­tal. Hay muchos mas ejemplos.

En cambio, quienes viven de la política, no tienen el sentido que a la vida le otorga el concepto de propósito (transforma­cional o trascenden­tal) y no tienen otro objetivo que disfrutar de los beneficios individual­es que el poder le otorga. Ciertos autores también reconocen a estas personas como líderes, denominánd­olos líderes transaccio­nales (“te doy esto a cambio de aquello, y me beneficio individual­mente del intercambi­o”).

Para Weber, el verdadero líder político, uno para quien la política es una vocación, se caracteriz­a por tres cualidades: pasión, un sentimient­o de responsabi­lidad y un sentido de proporción.

El líder tiene una causa y una visión de futuro; pero además, aquellos elegidos para el liderazgo político, tienen un eje vertebral ético y un sentido interno de propósito. Estos se combinan con un juicio sobrio y un profundo sentido de responsabi­lidad. Juntas, estas cualidades producen políticos que pueden “poner su mano en la rueda de la historia” (ver The Economist, edición del 26 enero 2019).

Como “tarea para el hogar” sugiero hacer un ejercicio de reflexión e inventaria­r políticos argentinos en actividad que respondan al perfil weberiano. Yo ya lo hice y, tristement­e, me sobran los dedos de una mano. ■

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