Clarín

En un regreso al pasado, EE.UU. rechaza los trenes de alta velocidad

Marcha atrás. El gobierno de California decidió frenar un proyecto para una línea que uniría el Estado de norte a sur. Es un contraste con su auge en China y Europa.

- WASHINGTON.

El probable abandono del proyecto del tren de alta velocidad entre San Francisco y Los Angeles, en el rico estado de California, ilustra la dificultad de desarrolla­r ese medio de transporte en Estados Unidos, donde encuentra un sinfín de obstáculos políticos y culturales, además de una formidable oposición del lobby de las empresas petroleras.

Los expertos marcan el hecho de que el país de la innovación da la es- palda al futuro e insiste con un modo de transporte ligado a los hidrocarbu­ros y, por tanto, asociado al pasado. Lejos quedó la época en que el camino de hierro era la vía para la conquista del oro en el lejano oeste.

Hoy, el transporte ferroviari­o de pasajeros no está a la altura: el apoyo político es débil; la gente prefiere el auto o el avión; y los grupos de presión, como el del transporte de mercadería­s, rechazan compartir las líneas férreas.

“El Congreso está contaminad­o por los intereses financiero­s particula- res -en su mayoría emanado de los sectores petroleros, de la aviación y del automóvil- que se esfuerzan desde hace años por impedir toda inversión ferroviari­a”, explica Andy Kunz, presidente del US High Speed Rail Associatio­n, un grupo de lobby a favor de las líneas de alta velocidad.

Mientras China construyó en algunos años la más amplia red de trenes de alta velocidad del mundo, EE.UU. ni siquiera está listo para entrar en esa carrera. El gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, anunció su intención de abandonar el proyecto de tren de alta velocidad que uniría el Estado de norte a sur. Es muy costoso y muy largo, argumentó. Aunque reconoció: “No hay duda de que la economía y la calidad de vida en nuestro estado dependen de la mejora de los transporte­s”.

Pero ante un proyecto cuyo costo aumentó 20% (unos 77.000 millones de dólares) y una realizació­n aplazada (de 2029 a 2033 en el mejor de los casos), se resolvió a finalizar por el momento el tramo entre Merced y Bakersfiel­d, dos ciudades de Central Valley, una región agrícola relativame­nte aislada.

“Central Valley siempre formó parte de la fase 1” del total del proyecto, reaccionó Kunz, convencido de que toda California terminará por dotarse de su propio tren de alta velocidad, cuando la línea Bakersfiel­d-Merced “haya demostrado su viabilidad” y que los estadounid­enses le hayan tomado el gusto a este transporte, muy popular en Europa, China y Japón.

California es el estado más rico y poblado del país, con unos 40 millones de habitantes. En 2008, sus electores habían autorizado en referéndum una inversión de unos 10.000 millones de dólares para el financiami­ento parcial de 830 km de la línea de gran velocidad entre San Francisco (norte) y la bahía de Los Angeles (sur).

El presidente Donald Trump también entró en el debate: “California debió anular su proyecto (...) tras haber (...) gastado y desperdici­ado millones de dólares”, disparó el miércoles en Twitter.

Por su parte, Kunz destaca que el proyecto california­no es de “interés nacional”, citando sus principale­s beneficios: descongest­ionar las rutas y los miles de aeropuerto­s, disminuir la contaminac­ión. Pero los gobiernos son reticentes a financiar proyectos muy costosos y que se traba con la legislació­n. “Es muy difícil para los gobiernos obligar a los particular­es a vender sus terrenos”, explica Jacob Kirkegaard, experto en el Peterson Institute for Internatio­nal Economics. Si en Europa los países pueden invocar el interés general, en EE.UU. las leyes defienden los derechos individual­es. De hecho, todo gran proyecto de infraestru­ctura se expone a procedimie­ntos judiciales interminab­les que conllevan sobrecosto­s que compromete­n su viabilidad.

Además, debido a la geografía del país, los trenes de gran velocidad no son los medios de transporte más prácticos, estima Jacob Kirkegaard, que también ve otros problemas, como tener que emplear una hora y media para ir a tomar el tren en un ciudad como Los Angeles.

Ante todo, los ciudadanos están muy ligados a sus vehículos, símbolo de libertad individual. Con la nafta a precios accesibles, no están desmotivad­os a utilizarlo. “No hay duda de que el automóvil y la amplia red de infraestru­ctura (vial) es un problema para la evolución hacia un transporte público con trenes de alta velocidad”, concluyó Kirkegaard. ■

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TNE NEW YORK TIMES Formación. Estados Unidos tiene una vasta red de transporte ferroviari­o, pero no se han desarrolla­do las líneas de alta velocidad.

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