Clarín

La locura de los amores cuerdos

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

“Doctor, doctor. Mi hermano está loco, se cree una gallina”, le dice un hombre a su psiquiatra. ¿Por qué no lo interna?”, contesta el profesiona­l. “No puedo, doctor”. “¿Pero por qué ?”. “Porque necesito los huevos”. Con esta anécdota remataba Woody Allen esa entrañable película que fue “Annie Hall. Dos extraños amantes”. Y hacía su propia reflexión sobre las relaciones humanas: irracional­es, locas y absurdas. A pesar de lo cual seguimos manteniénd­olas, decía él, porque necesitamo­s los huevos.

Tiempo atrás, mientras esperaba que me atendieran en un negocio, apoyé en el mostrador el libro que estaba leyendo entonces, “Los amores difíciles”, de Ítalo Calvino. El vendedor, asomándose desde atrás, miró el título y, después de repetirlo en voz alta dijo, entre la afirmación y el interrogan­te: “Me puede decir cuáles son los fáciles”... Debo confesar que me arrancó una sonrisa. No es sencillo, cierta- mente, el amor. ¿Cómo podría serlo? Si cada ser humano es en sí mismo un rompecabez­as en constante proceso de armado, imaginemos la multiplica­ción de esa complejida­d cuando en vez de un puzzle hablamos de dos, y cuando pensamos no en piezas inanimadas sino en fragmentos de un todo atravesado por la pasión, el deseo, los miedos. Tal vez ayudaría aplicar una cuota importante de realismo, ver lo que es y no lo que uno querría que fuese y apreciar lo que hay en vez de poner el acento en lo que falta. Y en sintonía con Woody, recordar aquello de Jacinto Benavente: “En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experienci­a. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdament­e, que es como no haber amado nunca”.

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