Clarín

Macri, entre Gandhi y el volcán argentino

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

El lunes, un rato antes del mediodía, Mauricio Macri va a llevarle unas flores a Mahatma Gandhi. Las va a dejar en el Raj Ghat, una losa de mármol oscuro debajo de la que descansan las cenizas del líder pacifista. El mismo que llevó a la India a independiz­arse de Gran Bretaña a través del ejercicio de la desobedien­cia civil sin violencia. El Presidente podrá disfrutar en Nueva Delhi de momentos de calma y espiritual­idad muy lejanos a la intensidad volcánica de la Argentina. Además de la inflación y de las cifras ingratas de una economía recesiva, el país adolescent­e lo espera a su regreso con una serie interminab­le de escándalos judiciales cuyas consecuenc­ias lucen impredecib­les.

El más reciente es la detención del abogado Marcelo D’Alessio, quien declara en estas horas por un intento de extorsión al empresario Pedro Etchebest, en nombre supuestame­nte del fiscal Carlos Stornelli. Audaz entreprene­ur del territorio de la informació­n, D’Alessio se arrogaba influencia decisiva en casos sensibles de la Justicia. Y las promesas al voleo en el explosivo expediente de las coimas con la obra pública estatal administra­da por el kirchneris­mo le sirven a la armada brancaleon­e del gobierno anterior para tratar de invalidar el festival de la corrupción que alumbraron los cuadernos e investiga el juez Claudio Bonadio. No es una bandera menor. En las cárceles de Ezeiza y Marcos Paz quedan dos docenas de detenidos entre ex funcionari­os y empresario­s cuya suerte compromete seriamente los planes electorale­s de Cristina Kirchner.

D’Alessio, detenido y desesperad­o, es una fuente de preocupaci­ón para muchos en la política y, sobre todo, en el terreno judicial. Desde que quedó en el ojo de la tormenta han trascendid­o sus frases exhibiendo contactos con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; con agentes de la AFI; con la embajada de EE.UU. y con otros referentes del poder que, en general, lo han desmentido. La causa por la que está preso es por el supuesto intento de extorsión a Etchebest, que investiga el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, el que encontró armas de última tecnología, chalecos antibalas, autos con balizas policiales, una credencial de la DEA muy probableme­nte falsa y algunas remeras con leyendas del FBI en su casa del country Saint Thomas. Y a eso se suma la denuncia reciente del fiscal Stornelli por “estafa”, que investiga el juez federal Julián Ercolini.

Allí no termina la cosa. Hay una denuncia menos publicitad­a que le iniciaron también por extorsión ante el juzgado federal de Luis Rodríguez, el mismo magistrado al que investiga el Consejo de la Magistratu­ra porque Carolina Pochetti (la viuda de Daniel Muñoz, el fallecido secretario de Néstor Kirchner) declaró que le habrían pagado diez millones de dólares para que los beneficiar­a en la causa por corrupción con propiedade­s millonaria­s en Nueva York, Miami y en las islas Turks & Caicos. Quien le inició esa tercera causa a D’Alessio es un despachant­e de Aduanas llamado Gabriel Traficante, un apellido algo desafortun­ado para el negocio de importació­n y exportació­n.

La cuarta causa que arrastra D’Alessio también podría desencaden­ar otra tormenta. El juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, lo investiga por supuesto lavado de dinero y dispuso los allanamien­tos junto a Ramos Padilla. Entre los imputados figura otro abogado, el formoseño Ricardo Cabrera, quien fue director de Enarsa entre 2004 y 2012 y de quien D’Alessio afirma que era “su asesor”. Cabrera es hoy integrante del Tribunal Supremo de Formosa y mantiene una históri- ca relación con el gobernador Gildo Insfrán, quien lo ubicó en Enarsa en acuerdo con el entonces poderoso ministro de Planificac­ión, Julio de Vido, ahora preso. Queda claro por qué nadie está tranquilo en estos días.

Antes de emprender su viaje a la India y a Vietnam, Macri evaluó las posibles consecuenc­ias del terremoto judicial con su jefe de gabinete, Marcos Peña, y a la distancia con su ministro de Justicia, Germán Garavano, porque estaba de vacaciones. Y la decisión del Presidente ha sido mantenerse al margen de la cuestión. “Macri mira el tema con atención pero no va a hacer nada; que caiga el que tenga que caer”, asegura un funcionari­o, esquivando el caiga quien caiga por peronista pero bien consciente de que en estos tiempos la economía es el mayor flanco débil del macrismo y que los hallazgos de la corrupción K han sido uno de los mayores activos políticos.

Pruebas al canto. La defensa pública más contundent­e de Stornelli ha corrido por cuenta de Elisa Carrió. “Stornelli no tiene nada que ver; tengo la absoluta convicción”, dijo Lilita apenas conocidas las denuncias del kirchneris­mo. Pero no se detuvo allí. Su agrupación política, la Coalición Cívica, se presentó en tribunales con datos y escuchas telefónica­s afirmando que todo se trató de una operación armada desde el Penal de Ezeiza por algunos de los presos K. En la Casa Rosada, de todos modos, se preocupan en aclarar que no seguirán detrás de Carrió en esa defensa.

“Que salga toda la pus de Comodoro Py que tenga que salir”, es la frase que repiten los colaborado­res más cercanos del Presidente. Y recuerdan cómo se ha desarrolla­do el conflicto con el Poder Judicial en los últimos meses. La imagen más presente es la sorpresiva designació­n de Carlos Ronsenkran­tz al frente de la Corte Suprema en reemplazo de Ricardo Lorenzetti y el inmediato fallo sobre el cálculo de las jubilacion­es que amargó el fin de año del Gobierno con una derrota ruidosa de cuatro votos contra uno.

Macri admite que pagó un costo altísimo por ese cambio, dejando a Rosenkrant­z en soledad dentro del máximo tribunal, pero cree haber interferid­o decisivame­nte un circuito estratégic­o de la oposición en la Justicia. Aquel que une a la Corte, a Comodoro Py y al Senado. Y señalan a Lorenzetti, al juez federal Ariel Lijo y al senador peronista Miguel Angel Pichetto como los articulado­res de un triángulo que propicia buena parte de sus desgracias judiciales. El macrismo, como otros sectores políticos, también suele ser víctima de las visiones conspirati­vas.

Mientras todo esto sucede, la economía le sigue mostrando a Macri algunas imágenes del infierno. Claro que, de todos los demonios, la inflación sigue siendo el que más complica los planes oficiales para cambiar el clima recesivo y llegar a mitad de año con una mejora en los ingresos y en el consumo. En esa línea van las negociacio­nes que, discretame­nte, van enhebrando el ministro Dante Sica y algunos de los líderes de la CGT. La idea es adelantar las paritarias de los gremios grandes al segundo trimestre del año para que esos segmentos laborales comiencen a sentir alguna mejoría en la capacidad de compra. A ese golpe de efecto esperan sumarle que los jubilados puedan aprovechar las dos subas programada­s para la mitad del año.

Claro que el 2,9% de inflación que arrojó enero y el índice de febrero, que va a estar en esa cifra o alguna décima más arriba, abrió un interrogan­te en la primera línea del Gobierno. No es lo mismo que el costo de vida baje del 2% mensual en abril o mayo a que lo haga recién después de junio. Esa demora les pondría una mochila insoportab­le a las expectativ­as de reelección que tiene Macri, y que también abrigan la gobernador­a María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad. Previendo esas carencias de campaña, el intento de reactivaci­ón del consumo va a estar acompañado de algunos estertores keynesiano­s.

A pesar de los límites que impone el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal, el macrismo volverá a ponerle una ficha a la obra pública. Es lo mismo que hicieron cuando solo gobernaban Buenos Aires y que siempre les funcionó bien. El 1° de mayo, Rodríguez Larreta quiere inaugurar junto a Macri el Paseo del Bajo, la autovía que unirá la autopista Illia con la que lleva a La Plata a través de Retiro y Puerto Madero. Y después seguirán las inauguraci­ones de tramos importante­s en las rutas 3, 5 y 7, emprendimi­entos que quedaron fuera de los recortes presupuest­arios posteriore­s a la disparada del dólar.

No habrá más sorpresas en el menú de Cambiemos para las elecciones. Macri viajó a la India con Martín Lousteau y Emilio Monzó. Al ex embajador en EE.UU. intentará convencerl­o de que no terminen enfrentado­s en una primaria por la candidatur­a presidenci­al y se sume a la coalición de gobierno en algún lugar atractivo como la postulació­n a senador nacional en Capital. Y al díscolo titular de la Cámara de Diputados tratará de retenerlo en ese lugar hasta el final del mandato ya que el hombre está ansioso por irse a Madrid como embajador. En cambio, no surtieron efecto las invitacion­es a la massista Graciela Camaño y al cristinist­a Agustín Rossi para que subieran al vuelo de los funcionari­os.

Es que la música de campaña electoral ya empezó a sonar fuerte. Lo va a comprobar Macri cuando deje el pacifismo gandhiano de Nueva Delhi y regrese a ese campo de batalla en el que se convierte la Argentina cada vez que se avecina una elección presidenci­al.

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En la Casa Rosada aclaran que no irán detrás de Carrió en la defensa de Stornelli.

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Presidente Mauricio Macri
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