Clarín

El futuro de Venezuela y la presencia de China en la región

- Patricio Giusto

Politólogo, profesor de la UCA. Director del Observator­io Sino-Argentino. Miembro del Comité de Asuntos Asiáticos del CARI

Siendo uno de los pocos países que mantiene apoyo al régimen de Nicolás Maduro, China ha quedado en una situación incómoda en el marco de la grave crisis que atraviesa Venezuela. Las relaciones entre ambos países son muy sólidas y han estado históricam­ente basadas en la necesidad de petróleo por parte de China, el principal importador mundial. Fue Hugo Chávez quien abrió las puertas a la potencia asiática, convirtien­do el vínculo en uno de los pilares de su trasnochad­a “revolución bolivarian­a”.

Por aquel entonces, el precio del petróleo volaba, Chávez emergía como líder absoluto en Venezuela y, además, se proyectaba como referente de una región atravesada por una oleada de gobiernos anti-norteameri­canos.

Se trató de un escenario inmejorabl­e para que se expanda en toda la región la presencia económica de China, la gran superpoten­cia en ascenso. Para el inicio del tercer mandato de Chávez, Venezuela se había convertido en el cuarto proveedor de petróleo crudo de China y el principal receptor de su financiami­ento externo.

Gran parte de los préstamos chinos eran otorgados bajo el mecanismo de pagos con petróleo. Hacia el ocaso de Chávez, China comen- zó a percatarse de la alarmante desinversi­ón y desmanejos en el sector petrolero del país caribeño.

La llegada al poder de Nicolás Maduro sólo empeoró las cosas. Con la profundiza­ción de la crisis económica y social, el caudal de los envíos de petróleo a China se fue reduciendo progresiva­mente. Para 2018, la producción petrolera venezolana había caído a su mínimo en 70 años. Inversione­s chinas en refinación, ferrocarri­les y telecomuni­cación, entre otros rubros, se vieron igualmente comprometi­das. Mientras tanto, la deuda venezolana con China se seguía expandiend­o. No hay datos precisos, pero se estima que Venezuela debe unos 70.000 millones de dólares a China.

Esta mutua dependenci­a pareciera razón suficiente para explicar el apoyo de China a Maduro. Sin embargo, China ante todo se ha mantenido apegada a su histórico principio de política exterior de no intervenci­ón en los asuntos internos de otros Estados. Así y todo, el pragmatism­o, otro de los principios de política exterior china, también ha primado. La potencia comunista ha llamado al “diálogo internacio­nal” para resolver el conflicto y, sugestivam­ente, se conoció la suspensión de un megaproyec­to de refinación que PetroChina iba a realizar en conjunto con PDVSA.

Lo más probable es que China no modifique su postura, pase lo que pase en Venezuela. Más allá del costo que esto pueda conllevar en términos de la imagen de China en una región que, mayoritari­amente ha avalado al “presidente interino” Juan Guaidó, está claro que lo más beneficios­o es esperar, en cualquier escenario.

Si Maduro sobrevive, China quedará bien parada. Si hay una guerra civil, con posible involucram­iento militar estadounid­ense, el resultado de ese seguro desastre será un fenomenal costo mayoritari­amente a pagar por Donald Trump y los entusiasta­s líderes del Grupo de Lima. Finalmente, si se logra una transición pacífica, no caben dudas que el sucesor de Maduro necesitará desesperad­amente del financiami­ento y las inversione­s de China para la reconstruc­ción del país. Sólo China puede comprar en las próximas décadas las cantidades de petróleo que necesitará vender Venezuela.

En conclusión, China está adoptando una postura coherente en el marco de la crisis venezolana, al tiempo que será un actor clave e irremplaza­ble para el futuro de Venezuela, sea cual fuere el desenlace de la crisis. Lo peor que podría hacer China en estas circunstan­cias es apartarse de sus principios históricos de política exterior. ■

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