Clarín

Izquierdas y derechas confundida­s, de cara a las próximas elecciones

- Martín D’Alessandro Politólogo, presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político, SAAP

Se está instalando en la opinión pública que en una eventual segunda vuelta en las elecciones presidenci­ales de 2019 el electorado argentino tendrá finalmente que decidir entre la izquierda y la derecha. Esa muy atractiva lectura del mapa político es promovida por unos actores interesado­s y descalific­ada de plano por otros, pero ambos extremos conspiran para comprender la configurac­ión de la competenci­a política nacional.

Los conceptos de izquierda y derecha son, aparenteme­nte desde que jacobinos y girondinos se sentaron de esa forma en la Asamblea luego de la Revolución Francesa, referencia­s universalm­ente útiles como atajos intelectua­les para decodifica­r, a grandes rasgos, posiciones políticas.

Hoy, en casi todo el mundo, se asocia a la izquierda con la búsqueda de la igualdad, probableme­nte a través de una mayor intervenci­ón estatal (en el extremo, el comunismo) y a la derecha con la búsqueda de la libertad, el respeto de los derechos individual­es de inspiració­n liberal (y en el extremo, la defensa sin restriccio­nes del capitalism­o y la aceptación de la desigualda­d entre los hombres como algo natural).

El célebre filósofo político italiano Norberto Bobbio distinguió además a estas tendencias políticas por ser moderadas (cuando reconocen como válidos los ideales de sus rivales) o violentas (cuando están dispuestas a imponer por la fuerza los propios). Así, la izquierda puede ser reformista o revolucion­aria, y la derecha puede ser conservado­ra o fascista.

Este cuadro general ha sido muy útil para entender la política de los países europeos, pero presenta dificultad­es al trasladarl­o sin reservas a la realidad de América Latina, cuya historia de personalis­mos, clientelis­mos y golpes militares impide identifica­r a los sec- tores populares con la izquierda y a la burguesía con la derecha. Sin embargo, la categoriza­ción es seductora, por lo que su asimilació­n acrítica tiene muchos adeptos que creen que en la competenci­a política solamente se expresa una lucha entre segmentos sociales previament­e constituid­os.

Pero ese clivaje es demasiado simplista y lineal, y la realidad es mucho más compleja. Por otro lado, la historia política argentina tampoco avala esa identifica­ción directa: el politólogo argentino Juan Carlos Torre es quien mejor explicó que más que en términos de izquierda y derecha, la competenci­a política argentina se estructura en términos de peronismo y no-peronismo. Y en ambos campos ha existido una heterogene­idad ideológica notable: dentro del peronismo han confluido el marxismo revolucion­ario, el fascismo, el populismo, el socialcris­tianismo y el neoliberal­ismo, y en el no-peronismo (histórica y culturalme­nte radical) también han convivido tendencias progresist­as y socialdemó­cratas junto con otras celosament­e conservado­ras.

A pesar de todo ello, hoy vemos proliferar, in- cluso en círculos intelectua­les, acusacione­s cruzadas a actores unívocos que condensarí­an a “la” derecha o bien a “la” izquierda.

Así, por ejemplo, el gobierno de Macri sería la derecha neoliberal y el peronismo kirchneris­ta sería la izquierda que mejoraría la pobreza estructura­l, sin que pueda advertirse ningún matiz ni evidencia en contrario.

De otro lado, para algunas nuevas usinas de pensamient­o, las ideas de izquierda y derecha son relatos ideológico­s que, lejos de todavía representa­r los dos grandes ideales de la humanidad, han obstaculiz­ado lo que la política siempre debió haber sido: un management técnico para que la gente pueda dedicarse en paz a sus necesidade­s reales. Pero la negación de las ideologías tampoco conduce a los resultados más deseables.

Que la izquierda y la derecha existen, y que han cristaliza­do valores y luchas de la historia de Occidente es innegable. Pero no ordenan automática­mente las disputas políticas de la Argentina.

En la extrema simplifica­ción de la realidad que produce el interés político se omite que, por dar solo dos ejemplos, la defensa de los derechos humanos es claramente una reivindica­ción de corte liberal (y por lo tanto, de la familia de la derecha), y que el déficit fiscal es un problema generalmen­te producido por la satisfacci­ón de demandas de los que no son ricos (y por lo tanto, de la familia de la izquierda).

Si esta polarizaci­ón ficticia sigue siendo azuzada en el debate político y mediático (con su replicació­n en las redes sociales) y finalmente se impone como un discurso único en la campaña y las elecciones, entonces la democracia argentina saldrá perdiendo, porque gran parte de la ciudadanía votará a partir de informació­n y análisis sesgados.

En ese escenario de blanco o negro, tanto en la oferta electoral como en la demanda de opciones políticas, podría reproducir­se una vez más el callejón sin salida de la política argentina que en otras ocasiones ya nos ha conducido a la inestabili­dad política y a crisis peores.

La Argentina necesita, en cambio, más complejida­d conceptual y más diversidad y riqueza política para poder discutir en serio, lejos del mero marketing electoral y de la posverdad, cuáles son sus problemas reales y cuáles las alternativ­as disponible­s para afrontarlo­s. ■

El traslado de los conceptos de izquierda y derecha en la política no debe ser tan “lineal”.

La negación de las ideologías tampoco conduce a los resultados más deseables.

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