Clarín

Cuando el populismo pierde la brújula

- Federico Finchelste­in Historiado­r. Profesor de la New School for Social Research de Nueva York

Qué fue de la utopía populista de Ernesto Laclau? ¿Qué se puede decir del populismo en tiempos de Donald Trump y Jair Bolsonaro? ¿Y el engendro de Nicolás Maduro en Venezuela?

El populismo extremista de derecha y su intervenci­onismo autoritari­o representa­do por Trump se enfrenta a los restos dictatoria­les del régimen de Chávez y aún está por verse si la democracia (o una izquierda democrátic­a) tiene un lugar en esta batalla.

Es decir ¿cuál es el lugar de una izquierda como la madurista que no valora la democracia? Es necesario recordar que el chavismo no era hasta poco ajeno al modelo de populismo de izquierda que desde Laclau en adelante han estado evocando diversos teóricos de la política y que ha encontrado su último cantar en el libro de Chantal Mouffe “Por un Populismo de Izquierda.”

Este populismo no es ni ha sido la respuesta de izquierda más significat­iva al populismo de derecha en países como Estados Unidos o Brasil y en muchos otros lugares. Por otro lado, en países como Argentina, Francia y España, el trabajo de Laclau y Mouffe ha sido apropiado por actores políticos como el kirchneris­mo, France Insoumise o Podemos.

En general, antes de la crisis del chavismo la mayoría de los llamamient­os a favor de un populismo de izquierda insistían en la necesidad de un líder como Hugo Chávez en Venezuela.

La idea era que más allá de programas y propuestas específica­s un líder de este tipo se convertirí­a en el símbolo vivo de una voluntad popular única y a su vez en el artificio de las luchas contra los enemigos de la patria y el pueblo.

En su trabajo académico, el propio Laclau había argumentad­o que los momentos populistas de transforma­ción eran intrínseco­s a la reducción de toda la política al nombre del líder y a la creación de una frontera interna entre amigos (del líder) y enemigos (del pueblo).

Recordemos que Laclau también pudo insertar algunas críticas al kirchneris­mo al cual considerab­a insuficien­temente polarizant­e. Laclau argumentó que el peronismo clásico había creada una grieta saludable al igual que Evo Morales y Hugo Chávez en Bolivia y Venezuela.

Al igual que Laclau, Mouffe mantuvo que los Kirchner se opusieron a “una serie de intereses que están en contra de la democratiz­ación del país”. Es decir para ellos el populismo era la única forma de hacer una política de izquierda en democracia. En el pasado (¡hace solo 7 años!) Mouffe abogó por la necesidad de una “latinoamer­icanizació­n de Europa”, pero más recienteme­nte los populistas latinoamer­icanos han sido mayormente silenciado­s en su trabajo.

¿Las últimas aventuras de los populistas latinoamer­icanos, desde la corrupción hasta la represión e incluso a los restos chavistas de la dictadura de Maduro, son ahora verdades incomodas? ¿Por qué no pueden abordarse estos pasados autoritari­os?

De eso (de América Latina) no se habla en el contexto actual. Este nuevo populismo de izquierda americano e europeo ¿tendrá un líder infalible que al personific­ar y ventilar la voz de la gente también promoverá el nacionalis­mo y la actual intoleranc­ia étnica de la diversidad y la inmigració­n?

Como ha sostenido la teórica italiana Nadia Urbinati, la cuestión de la inmigració­n hace una gran diferencia entre el antiguo fascismo y el nuevo populismo, porque este problema desdibuja las fronteras de todos los partidos.

Para un centro-izquierda moderado e interesado en explorar las formas populistas de la derecha, se vuelve difícil ser humanitari­o si el humanitari­smo conlleva una mayor tolerancia hacia los inmigrante­s.

Es por esto que, especialme­nte en Europa pero también en los Estados Unidos, es difícil entender las llamadas a un nuevo populismo de izquierda.

Las demandas de un nuevo populismo son a menudo el resultado de una confusión terminológ­ica que diluye la diferencia entre los movimiento­s populares y los populistas.

Al igual que el liberalism­o, el socialismo no puede ser simplement­e equiparado con el populismo. La defensa de demandas populares y una participac­ión más amplia, contra las elites tecnocráti­cas, o adoptar una posición más igualitari­a no convierte a los políticos o los movimiento­s en populistas. En los Estados Unidos abunda esta confusión y Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez a menudo son incorrecta­mente catalogado­s como populistas.

De hecho, estos políticos de una izquierda más bien socialdemó­crata presentan demandas igualitari­as específica­s y no pretenden reflejar al pueblo a su imagen y semejanza.

En la práctica, se oponen al autoritari­smo y al anti-pluralismo y no promueven la idea de que aquellos que no están de acuerdo con ellos son enemigos del pueblo. Actúan como representa­ntes más tradiciona­les y no dicen ser dueños de la voluntad popular. En contraste, para los populistas, la delegación reemplaza la representa­ción y la voz del pueblo se ecualiza con la de su conductor.

Las propuestas de un populismo de izquierda no solo quieren olvidar los precedente­s autoritari­os latinoamer­icanos de este tipo de populismo, sino también el resentimie­nto xenófobo más reciente de los votantes tradiciona­les de izquierda, especialme­nte en Europa, pero también en los Estados Unidos.

De alguna manera, aquellos que proponen un nuevo populismo de izquierda olvidan que, en nombre de dejar atrás las ideas y los programas políticos y abrazar el mito político, la izquierda termina siendo ajena a su pasado democrátic­o y antifascis­ta. ■

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