Clarín

Las vacaciones en la historia: un “derecho adquirido” que no se resigna a pesar de las crisis

Según los historiado­res, el hábito se remonta a la época de la colonia y con el tiempo se popularizó. Las escapadas, aunque sean “gasoleras”, son una meta irrenuncia­ble.

- PINAMAR. ENVIADA ESPECIAL Julieta Roffo jroffo@clarin.com

“Nos trajimos la comida en el auto. Antes de venir hicimos una compra grande en un mayorista entre las cuatro familias que vinimos y dividimos todo en los autos”, le decía a Clarín hace unos días Verónica, que es maestra, vive en Magdalena y viajó a Valeria del Mar con su marido y sus dos hijas. Era uno de los días grises y lluviosos que acumuló enero. “Es un esfuerzo grande salir de vacaciones y hay que cuidarse con los gastos, pero viene muy bien el descanso, así que siempre tratamos de tomarnos unos días”, sumaba la docente.

Este es sólo un caso, entre muchos, que ilustra hasta qué punto las escapadas de verano se han vuelto una conquista que las familias argenti- nas hacen todo lo posible por mantener, a pesar de las crisis.

“El rasgo más caracterís­tico de los argentinos respecto de su forma de usar el verano y sus vacaciones es la conciencia de que esas vacaciones son un derecho adquirido. Esa conciencia de que correspond­e el descanso es la impronta típica de los argentinos”, dice el historiado­r Felipe Pigna. Lo contó en una charla con Clarín, un rato antes de encontrars­e con lectores en un ciclo organizado por editorial Planeta en Pinamar.

“Cuando empezaron a surgir los balnearios en las playas argentinas, a fines del siglo XIX, eran una copia de los balnearios franceses e ingleses, como Bristol o los de la Costa Azul. Incluso copiaban los reglamento­s de los hoteles”, cuenta Pigna. “Antes, desde el siglo XVII y hasta bien entrado el XIX, las vacaciones de los que vivían en Buenos Aires eran en el río. Era el lugar para refrescars­e y las familias de clase alta tenían sus quintas en las barrancas cercanas al Río de la Plata o en San Isidro”.

El también historiado­r Daniel Balmaceda, en diálogo con este diario, hace su aporte sobre las vacaciones en la época de la colonia y apenas conseguida la independen­cia. “Las familias más acomodadas se iban huyendo del calor, por dos o tres meses, pero los traslados podían ser, como en el caso de la familia del virrey Del Pino, desde el centro de la ciudad hasta Recoleta, donde está La Biela, donde había barrancas hacia el río y era más despejado”, cuenta.

Balmaceda suma: “Muchas familias se instalaban durante meses en Vicente López y San Isidro. En las primeras décadas del siglo XX quienes no podían sustentar un traslado a

La idea de veranear en otra ciudad llegó con los inmigrante­s, y los gremios la llevaron a la clase media y baja”. Felipe Pigna

Historiado­r

Ya en la colonia, quien no podía irse cerraba las ventanas de la casa para que nadie supiera que estaba ahí”. Daniel Balmaceda

Historiado­r

otra zona de la ciudad o a un balneario populariza­ron una zona de la Costanera Sur que se llamó 'Balneario', donde hoy están Las Nereidas de Lola Mora”.

“Fue la inmigració­n la que trajo la idea de la vacación alejada del lugar que se habitaba, por eso se implementa­ron los balnearios para las clases altas y, cuando fue armándose una estructura sindical, pudieron acceder los sectores medios y los bajos”, explica Pigna.

“Ayudó además la extensión de los caminos por tierra y de los ferrocarri­les: de esa forma fue que Mar del Plata se convirtió en un lugar de veraneo emblemátic­o, así como las sierras. En verano, Mar del Plata es la capital del país”, sostiene el autor de Mu

jeres insolentes de la historia.

Según describe Pigna, “con el correr de las primeras décadas del siglo XX, algunos sindicatos como el de fe- rroviarios y el de municipale­s fueron dando vacaciones y establecie­ndo hoteles sindicales. Con el peronismo, las vacaciones pagas se generaliza­ron y se expandiero­n por todo el país los hoteles sindicales que permitiero­n que los sectores medios y los bajos pudieran acceder a las vacaciones”. Esos hoteles, sostiene el historiado­r, “aún garantizan que esos sectores puedan acceder al ocio durante las vacaciones”.

“En época de la colonia, algunas familias que no podían salir de vacaciones cerraban las ventanas de sus casas para que no se supiera que estaban allí, por el qué dirán”, cuenta Balmaceda, autor de Historias insólitas de la Historia argentina.

Algo de eso está vigente, según analiza Pigna: “Al día de hoy, no poder irse de vacaciones marca mucho al argentino. Tiene que ver con el qué dirán, por eso se hacen esfuerzos para llegar a ese ocio que se sabe que es un derecho. No se sale a comer afuera, o se recorta alguna salida al teatro, pero hay vacaciones. Además, el argentino nunca sabe qué va a pasar mañana: ni con su laburo ni con la inflación ni con el dólar. Si puede hoy, se va hoy. Mañana no sabe”. ■

 ??  ?? Costanera Sur. Así se veía en la década de 1970. Antes las familias porteñas usaban la zona como balneario.
Costanera Sur. Así se veía en la década de 1970. Antes las familias porteñas usaban la zona como balneario.
 ??  ?? La Feliz de los sesenta. Una pareja disfruta de la playa bajo una carpa, junto al típico cafetero de la época.
La Feliz de los sesenta. Una pareja disfruta de la playa bajo una carpa, junto al típico cafetero de la época.
 ??  ?? Cubierta. El traje de baño de una turista, en la Mar del Plata de 1923.
Cubierta. El traje de baño de una turista, en la Mar del Plata de 1923.

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