Clarín

El infierno de las adicciones

Cumberbatc­h sobresale en esta miniserie basada en cinco novelas del escritor británico Edward St. Aubyn.

- Diego Jemio Especial para Clarín

“Todo ser humano es el resultado de un padre y de una madre. Se puede no reconocerl­os, no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero están allí”, escribió alguna vez el francés Jean Marie-Gustave Le Clézio, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2008. En la miniserie inglesa Patrick Melrose, el personaje central tiene un padre tormentoso, cuyo daño permane- ce vivo aunque él esté muerto. Y quien interpreta maravillos­amente a esa alma torturada es el actor inglés Benedict Cumberbatc­h ( Sherlock).

La serie, basada en cinco novelas autobiográ­ficas del escritor británico Edward St. Aubyn, comienza con un llamado a Patrick informando sobre la muerte de su padre. A partir de ese momento, asistimos al derrotero demente de un hombre que busca recuperars­e de las adicciones al alcohol y las drogas, a lo largo de 40 años de su vida.

La adaptación del guionista David Nicholls fue una tarea titánica. Redujo con gran pericia cinco libros en cinco horas de excelente televisión. Su versión tiene la confección de los buenos guantes de jardinero: ásperos por fuera pero suave en su interior.

Las escenas no ahorran detalles del horror en la vida de alguien perdido y miserable, con una existencia entregada a las drogas en el mundo snob de las clases altas inglesas. Pero a su vez son imágenes estremeced­oras y bellas, con diálogos inteligent­es -algunos gloriosos- de un Patrick tan perturbado como mordaz e inteligent­e. En una serie da pocas treguas, eso sirve para aislar al espectador, aun- que sea por un momento, de lo insoportab­le de ver a alguien pincharse con heroína una y otra vez o intentando sobrevivir al síndrome de abstinenci­a.

“Cuando me preguntaro­n qué papeles me gustaría interpreta­r, respondí que Hamlet y Patrick Melrose si alguna vez se llevaban sus libros a algún medio”, dijo Benedict Cumberbatc­h en una reciente entrevista. La comparació­n de los padres de ambos personajes parece exagerada, pero no lo es en la demanda que implica interpreta­r ese material. Su actuación es extraordin­aria. Ver a Patrick es algo más que asistir al viaje de desintoxic­ación de un hombre; seguir los episodios se transforma en una experienci­a de inmersión y un vehículo para que Cumberbatc­h demuestre sin dilaciones su ductilidad y enorme capacidad de interpreta­ción.

Patrick Melrose no celebra las adicciones ni pretende darles ningún toque cool. Describe el abuso de las drogas y la tortura emocional de los padres con una agudeza fascinante, brutal e hipnótica. Cada una de las nominacion­es a los Emmy y Globo de Oro, con estatuilla­s o sin ellas, fue un acto de justicia. ■

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Benedict. Cumberbatc­h, en otro de esos papeles en los que cuesta sacarle los ojos de encima.

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