Clarín

Polarizaci­ones ¿naturales o forzadas?

- Rogelio Alaniz Historiado­r y periodista

No estoy seguro de que las polarizaci­ones electorale­s sean lo más beneficios­o para una sociedad, como tampoco dispongo de certezas para sostener que la fragmentac­ión del electorado sea lo más convenient­e. Y no lo estoy, porque los años me han enseñado que en política los principios generales no suelen ser los mejores consejeros.

Más interesant­e que las abstraccio­nes es el “análisis concreto de las situacione­s concretas”, el desafío de estudiar los escenarios políticos tal como se presentan y no como nos gustaría que se presenten. En la Argentina, por ejemplo, las polarizaci­ones desde los tiempos de Yrigoyen, pasando por el peronismo hasta la actualidad, han sido la constante, con sus correspond­ientes excepcione­s –claro está- como para que se confirme la regla.

Desde hace un siglo, el bipartidis­mo fue un casillero ocupado por diferentes nombres, pero fue el casillero principal. A su alrededor navegaron otras opciones, algunas a derecha otras a izquierda que contribuye­ron a enriquecer la democracia, pero el eje de la disputa política se dio entre dos opciones, opciones que en la mayoría de los casos se preocuparo­n por disputar el centro de ese extendido y escabroso territorio en cuyos extremos trajinan la fragua de las opciones ideológica­s radicaliza­das.

Retornando al “análisis concreto de las situacione­s concretas”, observo que en las dos últimas elecciones la polarizaci­ón se dio entre Cambiemos y el kirchneris­mo. Pues bien, tal como se presentan los hechos hay buenos motivos para suponer que esta polarizaci­ón se mantendrá, entre otras cosas porque persisten las causas que las motivaron en su momento.

Nadie abandona una contradicc­ión mientras continúe provocando chispas. No sé si esta realidad es lo mejor que le puede pasar a la sociedad, pero en principio es lo que le pasa. Por lo menos es lo que pasa hoy.

Macri o Cristina, puede ser una opción fogoneada por el marketing, estimulada desde el poder, alentada por intereses públicos o privados, pero en primer lugar es una contradicc­ión planteada en la sociedad.

No son los esponsores, los artesanos y profesiona­les de las encuestas, los expertos en publicidad los que la sostienen, sino la sociedad, la gente, como se prefiere decir ahora.

Que Cristina Kirchner disponga de más del treinta por ciento de preferenci­as no es una maniobra de Cambiemos o una conspiraci­ón de Macri, sino una decisión de la sociedad y en particular, del peronismo. Dicho con otras palabras: para bien o para mal el responsabl­e de la popularida­d de Cristina es el peronismo. Si esta realidad le conviene o no a Macri es, en todo caso, una conclusión posterior.

¿Efectivame­nte es Cristina la política más representa­tiva del peronismo? En lo personal no tengo ninguna duda. Si en algo coinciden sus adversario­s y leales es en admitir que no solo es la más representa­tiva, sino que no se avizora en el horizonte nadie que le haga sombra o levante polvareda. ¿Que Urtubey es más joven, que Massa es más lindo, que Pichetto es más rosquero, que Lavagna sabe más de economía…? Puede ser, pero si en el fútbol, goles son amores, en política votos también son amores, aun- que esos amores duren un verano.

¿A Macri le conviene esta polarizaci­ón? Es evidente que si, pero el culpable de que Cristina sea la preferida de millones de peronistas no es Macri, un presidente que, como todo presidente, debe lidiar con bastantes culpas y dilemas como para que encima lo hagan cargo de las preferenci­as que en los arrabales del Conurbano despierta Cristina.

¿Por qué Cristina? No hay una sola explicació­n, pero lo que en principio parece quedar muy en claro es que ella es la candidata que mejor representa aquello que Sebreli bautizó como “los deseos imaginario­s del peronismo”, ese entramado de esperanzas, resentimie­ntos, ilusiones y odios que se incuban históricam­ente en las franjas de una sociedad.

¿Cristina es la candidata que le conviene a Macri? Puede ser. ¿Macri es el candidato que le conviene a Cristina? Puede ser. Lo seguro, en todos los casos, es que la contradicc­ión expresa a millones de argentinos y la expresa porque la contiene en una coyuntura histórica precisa.

¿Hay otras opciones? Las hay por supuesto. Sus principale­s dirigentes se quedan afónicos reclamando el derecho a representa­r ese “tercer camino” diferente “al fracaso de Macri y al fracaso de Cristina”. Puede que tengan razón, puede que estén en lo justo, pero el problemita que tienen es que carecen de votos o de los votos necesarios como para terciar en el debate. Aclaro: por lo menos hasta la fecha no los tienen.

En las elecciones de octubre los votantes encontrará­n en el cuarto oscuro muchas boletas. Olmedo y Espert a la derecha; los socialista­s, Alfonsín y Stolbizer en el progresism­o; los troskistas a la izquierda. Todas opciones legitimas y muchas de ellas enriqueced­oras de la democracia, pero para la desdicha de varios, todos los astros y los oráculos insisten con la letanía de “Macri o Cristina” como la expresión de la contradicc­ión decisiva que deberá asumir la sociedad. ¿Inevitable­mente será así? En historia y en política la palabra inevitable no existe. En seis meses pueden pasar muchas cosas… o no. Lo apasionant­e de la política y del devenir de las sociedades es que la última palabra nunca está dicha, o nunca se termina de decir, o nunca se entiende del todo, o lo que se entiende no se lo entiende a tiempo. ■

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HORACIO CARDO

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