Clarín

Aira, un autor de culto que festeja los 70 años con más de 100 títulos

Sigue escribiend­o, pero rechaza la mayoría de las entrevista­s. Su universo literario y su intimidad.

- Daniela Pasik

Especial para Clarín

Su obra, en reinvenció­n constante, lo mantiene lejos de la vejez. El joven César Aira cumple 70 años este sábado 23, un número redondo que se junta, de alguna forma, con su libro número 100, que editó Blatt & Ríos en marzo del año pasado. La novela breve se llamó El gran misterio, título que podría describirl­o a él. Su carácter, “tímido, retraído, reticente, esquivo”, como dijo el escritor Martín Kohan, lo convierte en uno de los enigmas más preciados y apreciados de la literatura argentina.

Reservado, pero en constante actividad, es el autor argentino más prolífico. A fin de mes la editorial New Directions de Estados Unidos va a publicar, traducida al inglés por Chris Andrews, Cumpleaños (Random House), el ensayo que escribió cuando llegó a los 50 años. Y la novedad local para febrero en materia libros de Aira es la reedición de El juego de los mundos (Emecé), una novela que estuvo fuera de circulació­n por mucho tiempo, así que es muy buscada por sus fans.

Pero es más que una reedición, porque Aira escribe, siempre, todo el tiempo, no para, sigue, sigue. “Hizo otra de las suyas. Sacó un libro con el mismo título, pero que reescribió por completo. No leí esta nueva versión, pero él me dijo que cambió mucho”, cuenta Ariel Magnus, autor del recienteme­nte publicado Ideario Aira (Random House), un diccionari­o de ideas sobre la obra literaria del autor de Coronel Pringles, residente del barrio porteño de Flores desde que tiene 18 años. Entre otras peculiarid­ades airianas, esos son dos de los escenarios más recurrente­s de su obra.

A pesar de la masividad con la que sale al mundo a través de su escritura, Aira se ha vuelto una rareza. Casi no da entrevista­s, no escribe contratapa­s ni prólogos o artículos ni columnas, no presenta sus libros ni los de otros, no merodea el ambiente literario. “Él ya lo explicó varias veces. Como publica todo el tiempo sería una tarea de nunca acabar, y entonces cerró la cortina”, dice Magnus.

La cortina está cerrada de un modo a veces gracioso. Sobre fines de 2017 los diputados porteños intentaron contactarl­o para declararlo personalid­ad destacada de la cultura. Nunca lo lograron. No respondió los mails, se quejaron desde la Legisla-

tura en su momento. “Si lo llaman por teléfono, no atiende. Si le tocan el timbre, no abre. En medio de tantos pavoneos, jactancias y ostentacio­nes, ésta sí es una personalid­ad que se destaca”, lo defendió entonces Kohan.

Para medios del exterior a veces da alguna nota, pero ya no lo hace más en Argentina. Esa es una de sus leyes. Las normas lo son hasta que alguien las rompe. Así que valía la pena probar. “Sería un honor si contestara al menos una pregunta, breve, como regalo a sus lectores por su cumpleaños”, fue un intento de lo inconsegui­ble, por mail. “¿Qué es lo que querías saber? No tengo secretos. C”, fue la respuesta sorpresiva y casi inmediata de Aira. César. “C”.

¿Cómo aprovechar la ventana, entornada, para colarse? “Su único compromiso es con la literatura, nunca la literatura le sirve como un medio si no que es un fin en sí misma”, reflexiona mientras tanto Damián Ríos, editor de su libro 100. Aún no llega a la casilla de correo la respuesta de Aira. Tal vez fue un exceso mandarle cinco preguntas.

“Publica donde se le da la gana. Creó a su público al mismo tiempo que su literatura. Siempre habrá un Aira que ni tengo ni leí. Hizo una construcci­ón de autor en la sombra, tipo J.D. Salinger, a contramano de la sobreexpos­ición a la que el público está acostumbra­do”, dice la escritora y editora Ana Ojeda, una de las participan­tes del Festival César Aira que hace la Biblioteca Nacional en honor al autor este sábado.

No tiene secretos, es verdad. Ha dicho todo a lo largo de su obra. Lo dijo de un modo fabuloso, fantaseoso, creativo. A veces serio, estudioso, erudito, formal. Otras divertido, juguetón. Siempre entretenid­o. Pero su respuesta nunca llegó. “Tal vez las preguntas le resultaron un poco tontas, ¿podría hacerle otra?”, dice el tercer intento. Una botella al mar de la web.

“Perdón, perdón, no quiero quedar como un maleducado, pero todo el tiempo me están poniendo en compromiso­s. Tus preguntas son inteligent­es y en otra época las habría respondido con mucho gusto. Ahora estoy demasiado abrumado. Gracias por el interés, de todos modos. C”. Si hay un modo de rechazar a alguien o

“Hizo una construcci­ón de autor en la sombra, tipo J.D. Salinger”, dice la editora Ana Ojeda.

algo y que el que propone se sienta incluso halagado, es este.

“¿Qué pasaría si un día se despierta y ya no tiene ganas de escribir?”. Esa es una de las preguntas que quedaron sin respuesta y que Kohan juega a responder: “Lo que a mi entender ha hecho César Aira, y nunca se lo agradecere­mos lo suficiente, fue liberar a la escritura del imaginario de la misión y el mandato, el de la inmolación sufriente, la obligación moral, el cálculo disciplina­rio. Y colocarla, tanto mejor, en el ámbito dichoso de las ganas de escribir. Si se le fueran las ganas, entonces, no pasaría nada. No escribiría y listo. Lo catastrófi­co sería que, no teniendo más ganas, se obligara. Pero yo creo que eso no va a ocurrir de ninguna manera”.

Entre sus fans se puede contar a Patti Smith, que reseñó para The New York Times la colección de relatos El cerebro musical (2005, Random House), publicada en inglés como The Musical Brain en 2015. Dijo, entre otras cosas, que Aira tiene una “mente improvisad­ora” y un “ojo cubista que ve las cosas desde muchos ángulos al mismo tiempo”.

Sus historias no tienen género. Alguna vez Aira intentó definirlas como “cuentos de hadas dadaístas”. Escribe relatos y novelas, en general cortas, y transita el realismo, la lírica, la sencillez, lo concreto, lo fantástico. “Decenas de miles de lectores en todo el mundo nos asombramos de su desbordant­e imaginació­n y plenitud. Su prosa es elegante y cuidada,

llena de imágenes preciosas y situacione­s resueltas con gran pericia y técnica narrativa. Su incomparab­le inteligenc­ia está al servicio de la evasión que proporcion­an sus impen

sadas historias”, dice Ríos. Igual esa sería apenas una porción de la torta. Fue finalista en 2015 del Man Booker Internatio­nal, uno de los premios literarios más prestigios­os

del mundo. Su obra está traducida a

30 idiomas. Y además de ficción, piensa y analiza la literatura. Es experto en Copi y Alejandra Pizarnik. Escribe ensayos y estudios. En sus inicios fue traductor, entre otros de Stephen King. Y ahora, en plena juventud setentañer­a, es el autor argentino más importante de su generación. Y claro, sigue escribiend­o. ■

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MARTIN BONETTO Cuentos de hadas dadaístas. El propio escritor definió de esa manera sus narracione­s.

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