Clarín

La clave del futuro puede estar en la misa papal del domingo

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

En los días previos a la cumbre en El Vaticano contra los abusos cometidos por miembros del clero, el Papa dio a entender que lo central del encuentro era tomar conciencia de la gravedad de los casos, conocer mejor las medidas ya dictadas por la Santa Sede para castigarlo­s y aplicarlas a rajatabla, y esforzarse por prevenirlo­s. Pero ayer, en el inicio de las sesiones, Francisco sorprendió a los 190 participan­tes –entre ellos los presidente­s de las 120 Conferenci­as Episcopale­s de los cinco continente­s- al afirmar que “el pueblo espera medidas concretas” y a la vez proponer para el análisis 21 acciones bien precisas con vistas a atacar el flagelo en todos sus aspectos.

El pontífice pareció haber tomado nota así del potente reclamo de los grupos de víctimas, que vienen exigiendo respuestas firmes y contundent­es. Que no alcanza, dicen, con las normas ya dictadas, a lo que suman la falta de energía en su aplicación, cuando no la lisa y llana impunidad del victimario o su encubrimie­nto por parte de su superior. Entre sus propuestas –que apenas son un punto de partida- Francisco incluye una evaluación psicológic­a de los candidatos al sacerdocio, la redacción de una guía de los pasos a seguir ante una denuncia, el informe a la Justicia y la creación de un organismo de fácil acceso donde las víctimas puedan presentar su denuncia.

¿Alcanzan estas medidas, más allá de que los participan­tes del encuentro y los expertos que –como se informó ayer- seguirán analizando lo tratado en los próximos meses las perfeccion­en y profundice­n, además de sumarles otras? Acaso sea prematuro intentar una respuesta cuando la cumbre apenas está comenzando y todavía no hay ninguna resolución. Pero en cualquier caso no parece que vayan a satisfacer a todas las víctimas. El español Miguel Hurtado, que denunció haber sufrido abusos por parte de un monje de la abadía de Montserrat, se mostró profundame­nte “decepciona­do” con las propuestas del pontífice, a quien acusó de “no tomarse en serio” el problema.

“Los puntos de reflexión que el papa Francisco ha dado a los obispos son muy, muy flojos. No incluyen la tolerancia cero, no dice que todo sacerdote que ha abusado de un menor tiene que ser expulsado inmediatam­ente, no habla de mecanismos de rendición de cuentas para que los obispos encubridor­es o el abad de Montserrat (acusado de encubridor) sean cesados de su puesto de trabajo”, dijo a la prensa. Ahora bien: ¿todas las víctimas pensarán lo mismo cuando el domingo el Papa exponga las conclusion­es y con el paso de las semanas se plasmen en los papeles, ya pulidas, las acciones concretas que se esbozaron durante las deliberaci­ones? Acaso una opinión especial- mente relevante sea la del chileno Juan Carlos Cruz, una de las víctimas del Fernando Karadima, un carismátic­o y poderoso sacerdote, cuyas tropelías desató una tormenta sin precedente­s en la Iglesia de Chile, agravada por la presunción de una cadena de encubrimie­ntos. Y que llevó al Papa, muy mal informado, a un gran traspié durante su visita al país, al defender a un obispo acusado de encubrir a Karadima, y que luego tuvo que pedir perdón. Cruz –que el año pasado fue recibido por Francisco con otras víctimas y que volvió a verlo este miércoles, según supo Clarín- se mostró muy satisfecho por el giro de Bergoglio. Sea como fuere, la contundenc­ia de la interpelac­ión de las víctimas a las autoridade­s eclesiásti­cas les pone la vara bien alta. Como una de ellas que, en el video que abrió ayer las sesiones, les dice: “Ustedes son los doctores de las almas y, sin embargo, algunos se han convertido en los asesinos de las almas, en los asesinos de la fe”. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina