Hitos de la plaza inabarcable
Un viajero experto dice siempre que basta con cambiarse de asiento en el colectivo para ver distinto lo que hay detrás de la ventanilla. Hace poco un chaqueño que vive desde hace décadas en la Ciudad comentaba que cada vez que se baja del subte en Plaza de Mayo para ir a trabajar y mira el Cabildo, no puede creer que lo tiene enfrente. Lo veía de chico en las revistas Billiken y Anteojito y ahora lo tiene ahí, enfrente. Eso permite cambiar de puntos de vista: sorprenderse incluso ante lo familiar y cotidiano. Con esta idea, este GPS invita a redescubrir hitos de este espacio, fundado casi con Buenos Aires, en 1580.
Aunque fuera mayo de 1810, en este paseo, no habría “Empanadas calientes que queman los dientes”. Porque, en vísperas de la Revolución de Mayo, uno podía comprarlas en la Recova de la Plaza, donde las ofrecían en canastos y, dada la temperatura de ese mes, estarían heladas. Aquella Recova, con su gran arco entre arcos menores de ladrillo, era “el” mercado desde 1802. Y cuando la demolieron, en 1884, se unieron la plaza de la Victoria, frente al Cabildo, y la del Fuerte y nació la de Mayo.
Mucho antes, en 1811, para conmemorar la Revolución de Mayo, levantaron, del lado del Cabildo, el primer monumento público: la Pirámide de Mayo. Recién en 1873 llegó el que homenajea a Belgrano. A la Pirámide la hizo el constructor Francisco Cañete, con 13 m de alto -hoy mide casi 19- y también ladrillos. Tuvo modificaciones varias. Entre ellas, el pintor y arquitecto Prilidiano Pueyrredón la amplió con pedestal y argamasa en 1857. Y el escultor francés Joseph Dubourdieu creó la figura con gorro frigio, símbolo de la República, para el tope, y cuatro para la base: La Navegación, La Industria, La Geografía y La Astronomía. En 1875 se llevaron esas piezas para poner algunas que estaban en el techo de la sede central del Banco Provincia y podían caerse. Y volvieron a la Pirámide, desde la plazoleta de Defensa y Alsina, durante las obras en la Plaza terminadas en 2018.
En 1894, cuando inauguraron la Avenida de Mayo, Carlos Thays, paisajista francés que transformó la Ciudad con su mix de verde y arte, la rediseñó. Y siguieron los cambios. El úl- timo, el año pasado. Según el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, entonces buscaron recuperar parte del legado de Thays y sumaron 4 mil m2 y poco más de mil verdes. Reemplazaron baldosas rojas puestas en la última dictadura por blancas. Y más. Pero hubo reclamos de patrimonialistas: uno clave, por la colocación de rejas, pasó a la Justicia. Y a la Legislatura.
Es imposible abarcar Plaza de Mayo. Será que es un poco Argentina, un poco la Ciudad y un poco cada cual. Manifestaciones. Violencia. Festejos. Y la postal de oficinistas que salen a almorzar -este lunes sin ola de calor, entre palomas y turistas de verdad. Será que es el espacio por el que nos reconocen en el mundo y en el que podemos reconocer fragmentos tan diversos del nuestro. ■