Clarín

Pepe Cibrián, el múltiple

Interpreta a dos protagonis­tas y cambia 14 veces de vestuario en su nueva obra en el San Martín.

- María Ana Rago Especial para Clarín

Llega algo demorado a la entrevista. Se disculpa y atribuye el retraso a las reformas en la avenida Corrientes, que complican el tránsito. Lleva uñas largas y de un rojo intenso desde hace dos meses, para acostumbra­rse al personaje femenino que asume en su nuevo espectácul­o. Se quita sus extravagan­tes anteojos y, con exquisitos modales, Pepe Cibrián Campoy, verborrági­co y entusiasma­do, se sienta frente al espejo de su camarín del Centro Cultural San Martín. Los camarines del elenco de La

dama de las rosas están un piso más abajo que el escenario. Sin embargo, el de Pepe es casi parte de la escenograf­ía. Por una cuestión “práctica”

( tiene 14 cambios de vestuario cada función), pidió que armaran el suyo entre bambalinas. Y a pesar de ser un lugar improvisad­o, este actor, dramaturgo y director teatral de amplia y reconocida trayectori­a encuentra allí el espacio propio para prepararse antes de salir a escena.

“Está todo roto, no sé por qué están haciendo eso”, insiste y protesta sobre el ensanchami­ento de las veredas en la avenida de los teatros. Y aunque se queja de los políticos, de

unos y de otros, ante la realidad circundant­e celebra tener un búnker donde resguardar­se. “Todos tenemos nuestro búnker, nuestra isla; aunque para muchos es una isla de aguas estancadas, de hambre, sin cloacas... Uno tiene el privilegio de tener lo necesario. Pero me duele muchísimo lo que pasa alrededor”. -Cada vez te involucrás más opinando sobre política, ¿por qué?

-Fue desde que tuve el honor de hablar en el Senado y ayudar con mi discurso a que saliera la Ley de Matrimonio Igualitari­o; eso fue un disparador. Y además, vengo de una familia de lucha. Mi padre peleó en la Guerra Civil Española a los 19 años. ¿Por qué no voy a decir todo lo que pienso? -Y tu búnker personal, ¿qué abarca, además de este camarín?

-Mis proyectos, mi casa, mis perros, mi bosque... Poder decirle a la gente que amo y que ya no está: “Ya falta menos”. Pero decirlo con alegría. Luego de enfrentart­e a dos cánceres, la vida te cambia y muchas cosas que antes para mí eran valiosas, ya no lo son. Y eso es maravillos­o.

Muchas de sus declaracio­nes, desde hace ya un tiempo, causan revuelo. Como cuando dijo que ponía en venta su casa de Pilar, esa que hasta hoy es su refugio. Pero si bien reconoce que se le presentan problemas financiero­s y que ha sacado

una hipoteca (”Saqué una hipoteca de un departamen­to porque debo más de dos millones de pesos de tarjeta”, declaró), asume que la decisión de vender su casa responde a otra cosa. “La puse en venta porque tengo ganas de tener menos, estar más liviano de equipaje. ¿Para qué, a esta altura de mi vida, trabajar para paredes? Todo lo que he soñado lo he logrado y más. Estoy feliz. Y parte de mi hipoteca está en esta obra, invertida en mi país”, afirma.

La dama de las rosas, escrita por Pepe Cibrián, dirigida por Damián Iglesias y con música original de Santiago Rosso, es el nuevo espectácul­o de este hacedor incansable, que a los 70 años celebra la vida con esta apuesta teatral. Un “cuento de amor”, que transcurre en París en los años 20. Es la historia de una mujer, Josephine (Cibrián), que decide cambiar su vida de encierro y desamor y para eso, sin dejar de ser ella misma, compone a Agatha (también Cibrián), quien le permite alcanzar su satisfacci­ón personal. Agatha es dueña de un cabaret de transformi­stas y conoce a Clemence (María José Demare), de quien se enamora. “Una historia de amor, con mucho humor y un final desgarrado­r”, resume Pepe. -La obra habla de “elegir ser quien uno quiere ser”. ¿Vos sos quien querés ser? -Sí, siempre, gracias a mi padre. Cuando yo le dije que era homosexual, a los 18 años, me dijo: “Pepe, se es hombre en la vida, no en la cama”. Y esa frase la llevo como insignia. Jamás me costó ser quien quise. Y mirá que he sido atrevido con mi vestimenta, los anillos que uso... No sé si un empleado bancario podría ponerse estos anillos, ¿no? -¿Cómo nace “La dama de las rosas”? ¿Qué te inspiró a hacerla? -Estaba duchándome y pensé en hacer una versión de La dama de las camelias. Y de repente cambié las camelias por las rosas. Nada que ver... Los que me inspiraron fueron mis padres (los recordados José Cibrián y Ana María Campoy) y lo que me enseñaron sobre la identidad. La empecé a escribir cuando empezó mi cáncer (de próstata, en 2016 y luego, en 2017). Esta obra es un canto a la identidad y al derecho de modificarl­a; a alguien hoy pueden gustarle los hombres y mañana enamorarse de una mujer. Y en definitiva, hay que hacer lo que te da felicidad. La vida se va enseguida... La dama de las rosas trata sobre la identidad de dos mujeres en tiempos de posguerra.

Empieza la obra hablándole al público y diciendo, en verso: “Ser hombre, ser mujer, tal vez, puede ser. (…) Es exacto que es el mar, al mismo tiempo la mar; entonces también el río, la río debería ser”, y continúa de tal modo que parece ser una reflexión poética sobre el lenguaje y el género. Y aunque sus palabras sugieren la idea del lenguaje inclusivo, dice que no se trató de oportunism­o, porque escribió el texto hace más de dos años. “Escribí eso porque lo siento”, explica.

-¿Agatha es un alter ego de Josephine?

-No, es ella y muy consciente de que es ella misma. Josephine es lo que le enseñaron; Agatha es la alegría, la libertad. Y no se trata de esquizofre­nia tampoco. A través de Agatha busca la felicidad que nunca tuvo, pero hay algo que no puede y es tener sexo, porque sigue un mandato. Ella permite “hasta ahí”. Ella da placer, pero no se deja tocar. Luego, hay dos escenas finales muy fuertes, donde se reivindica el derecho a poder cambiar lo que uno pensaba. -¿Qué lugar ocupa la música en esta puesta?

-Es una obra de texto con una música grandiosa de Santiago Rosso. No hay músicos en vivo, sino pistas grabadas. A partir de Drácula hice muchas obras con estilo lírico, pero siento que eso ya está, porque al ser todo música no se entiende un carajo lo que escribo. Por eso ya con Lord lo cambié.

“Siempre he sido un hombre muy generoso. Durante mucho tiempo he cedido ser Cibrián-Mahler..., no soy menos ni dejo de ser Pepe si cedo”, dice para explicar que “el cáncer, sumado a la edad” hicieron que le diera una vuelta de tuerca a esa generosida­d. Por eso, quien iba a ser su asistente de dirección, Damián Iglesias, figura como director de la obra. “Yo era un hombre muy compulsivo. Lo material me importaba y gastaba fortunas en viajes. Y de repente, al ver la muerte cara a cara, no me importó más todo eso. Siento que tengo que regalar con manos calientes, tengo que disfrutar la vida de otra manera y me siento muy orgulloso”.

Hace ocho meses y después de dieciocho años de relación, se separó de su pareja, Santiago, con quien “somos grandes amigos”; con él se casó, pero ahora, pese a estar separados, no se divorciaro­n ante la ley. “Hubo dos razones importante­s por las que ayudé a que saliera la ley de Matrimonio Igualitari­o. Una, la posibilida­d de la adopción, que a pesar de intentarlo durante quince años no lo logré, ni aun siendo matrimonio con Santiago. Y la otra, porque he visto el caso de tantos amigos homosexual­es que luego de parejas de muchos años, cuando se estaban muriendo, aparecía la familia que desconocía a la pareja y no la dejaba pasar. Por eso no me quiero divorciar, ni él de mí. Si el día de mañana él conociera a alguien y necesitara casarse, me divorciarí­a”.

-O si vos quisieras casarte...

-No me vuelvo a casar ni en pedo. Tengo ganas de conocer a alguien de más de 50 años, con el que podamos ser compañeros, nada más. Y si no, soy feliz así, con mis cinco perros y mis amigos. ■

“La dama de las rosas” se presenta de miércoles a domingo, en la sala A-B del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551). Entrada, $350 (miércoles, día popular, $150).

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FERNANDO DE LA ORDEN Dar la cara. En la obra, encarna tanto a Josephine como a Agatha. “‘Pepe, se es hombre en la vida, no en la cama’, me dijo mi padre cuando a los 18 le dije que era gay”.
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La metamorfos­is. Debajo del maquillaje, está “naciendo” Josephine.

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