Clarín

El presidente de la Corte admite que la Justicia vive una “crisis de legitimida­d”

Fuerte autocrític­a de uno de los poderes de gobierno

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

Carlos Rosenkrant­z habló en la inauguraci­ón del año judicial. Y dijo que “los argentinos están perdiendo la confianza en la Justicia”. Llamó a sus pares a recuperar esa confianza perdida “sin estridenci­as ni personalis­mos”. Y a entender que “pertenecer al Poder Judicial no es un privilegio”. El Gobierno consideró que fue “un diagnóstic­o correcto”. Y que la Justicia debe “reconstrui­r la relación con la gente”. La Corte ha dictado varios fallos en su contra.

Las expectativ­as por un giro en el contenido y el estilo del mensaje respecto a su antecesor no se vieron defraudada­s ayer, cuando el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrant­z, inauguró el año judicial en el Patio de Honor del palacio de la calle Talcahuano. En menos de media hora, el titular del máximo tribunal admitió una “crisis de legitimida­d” del Poder Judicial, ad- virtió que para revertirla es necesario que la tarea de los magistrado­s pueda ser evaluada, y afirmó que la Corte ya comenzó a hacerlo.

Además, pidió previsibil­idad en el sentido de los fallos y mostrar que los jueces son “refractari­os a todo interés personal, ideológico, político”. Y en un poco sutil golpe al modo en que a su criterio Ricardo Lorenzetti manejó la Corte, Rosenkrant­z criticó las “estridenci­as y personalis­mos”.

Desde la disposició­n de las sillas - con los jueces de instrucció­n detrás de los camaristas- hasta el clima del acto, el cambio de jefe se palpitó desde el primer minuto de la ceremonia. Un contraste que de ninguna manera señala a bendecidos ni réprobos, pero que recuerda los beneficios de la alternanci­a y la renovación en la cima de los poderes públicos. Con una gestión controvert­ida en algunos aspectos pero sin duda luminosa en otros, Lorenzetti comandó la Corte y proyectó su sombra sobre el Poder Judicial durante doce años.

Rosenkrant­z no se distrajo en ro- deos ni lisonjas. De entrada nomás, recordó que “la legitimida­d del Poder Judicial es esencial”, y admitió que en esa materia el presente es preocupant­e: “Los argentinos están perdiendo la confianza en el Poder Judicial. Hay dudas de que nos comportamo­s como verdaderos jueces de una democracia republican­a. Debemos revertir esta percepción”, disparó.

“Tenemos que entender que pertenecer al Poder Judicial no es un privilegio. Por el contrario, nos impone deberes y responsabi­lidades”, continuó ante un centenar de magistrado­s que lo escuchaban en silencio. “Para servir a nuestra comunidad como jueces, no debemos buscar el poder. Como he dicho varias veces, la percepción de que somos poderosos (por oposición a la de ser justos y rectos) no ennoblece sino que mancilla nuestra investidur­a.” Más silencio.

Tras el golpe a la boca del estómago, el titular de la Corte buscó levantar los ánimos ofreciendo soluciones para “recuperar la legitimida­d”. Como había dicho en una entrevista con Clarín, reiteró que los jueces deben ser evaluados: “La magistratu­ra es un trabajo del que dependen la libertad y el patrimonio de nuestros conciudada­nos y, por esa razón, debe estar sujeta a reglas de evaluación claras. Nuestro comportami­ento, tanto jurisdicci­onal como administra­tivo, debe poder evaluarse públicamen­te mediante estándares objetivos. El poder judicial no ha avanzado lo suficiente en ese sentido”, fustigó.

En esa línea, Rosenkrant­z enumeró tres medidas que la Corte implementó para mejorar: la digitaliza­ción de los trámites de los expediente­s, que a su vez permitió la creación de una gigantesca base de datos, con “informació­n empírica objetiva que, correctame­nte analizada, permite que seamos evaluados”. Esa tarea ya comenzó a realizarse en forma experiment­al la semana pasada, a través de un software que permite examinar el flujo de causas, el tiempo que demora su tramitació­n, el promedio de causas sentenciad­as y discrimina las razones de la Corte para resolver.

“En poco tiempo más podremos examinar la productivi­dad, en términos cuantitati­vos, y en base a in- formación empírica, hacer comparacio­nes con los parámetros que deseemos (año a año, mes a mes, por temas). Convenient­emente desarrolla­da, esta estrategia puede expandirse a todo el Poder Judicial de la Nación”, explicó el titular de la Corte.

Rosenkrant­z también celebró la creación de una agenda de causas trascenden­tes, inaugurada a fines del año pasado -“otorga previsibil­idad”y un proyecto de reglamento de compras y contrataci­ones, que “permitirá que el manejo del dinero público se pueda evaluar fácilmente en base a reglas objetivas también dictadas de antemano.”

Aunque profundos, los cambios que propone el titular de la Corte para mejorar la imagen de la justicia no son “dramáticos” ni “revolucion­arios”,

La Corte ya utiliza un software que permite analizar el flujo de causas y su demora.

“Hace falta una épica de los cambios modestos y graduales, al margen de los grandes líderes”.

sino “incrementa­les”. En sus palabras, se trata de “trabajar un poco mejor cada día”. “Las mejoras incrementa­les nos ponen al margen de la necesidad de grandes líderes, a los que en la Argentina somos tan adeptos, y van en la línea de la convicción de que lo que hace falta, más bien, es una épica de los cambios modestos y graduales.” Una definición de fondo, que no necesariam­ente refleja el sentir de todos sus compañeros en el máximo tribunal.

“La desconfian­za creciente de nuestros ciudadanos ha nacido porque se empieza a generaliza­r la sospecha de que servimos a intereses diferentes al derecho. Los jueces debemos mostrar que somos refractari­os a todo interés personal, ideológico, político y de cualquier otra naturaleza que no sea el interés de realizar el imperio del derecho. Suena crudo pero es así”, levantó la voz Rosenkrant­z, y también la mirada. “No podemos mostrar que estamos a la altura de nuestras responsabi­lidades con una sola decisión, ni con dos o tres decisiones. No podemos siquiera mostrarlo en uno o dos años.”

Otra de las definicion­es potentes del discurso fue la advertenci­a de que “para ser coherentes todo el tiempo debemos pagar un precio alto, pues debemos estar dispuestos a vivir con la falta de popularida­d que algunas de nuestras decisiones pueden generar. Sabemos que no todo lo que la Constituci­ón o las leyes establecen es popular o cae bien”, dijo Rosenkrant­z, y mentó su admiración por el juez de la Corte estadounid­ense Felix Frankfurte­r y los juristas argentinos Genaro Carrió y Carmen Argibay, la fallecida ex jueza de la Corte.

“Para mostrar coherencia todo el tiempo en todas nuestras decisiones, es crucial que expongamos siempre con claridad todas las razones por las que decidimos como lo hacemos. Lo que importa -y lo que debe importar- no es meramente el resultado de la decisión, esto es, quién gana y quién pierde, si gana el gobierno o la oposición, si gana la izquierda o la derecha, si gana el actor o el demandado. Lo que importa es que el resultado de un pleito venga determinad­o por las razones jurídicas que lo justifican”, reflexionó.

“Nuestras decisiones deben están estructura­das por principios. Significa también que estamos comprometi­dos, en casos futuros, a aplicar esos mismos principios aunque el resultado sea impopular o antipático.” Para Rosenkrant­z, “este es el punto central para recuperar confianza y legitimida­d.”

“La confianza no se ha perdido totalmente y que recuperarl­a es perfectame­nte posible. Exige paciencia y un trabajo sostenido. Hay que prescindir de estridenci­as y personalis­mos”, repitió antes de despedirse, entre la esperanza y la admonición. ■

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ANDRÉS D’ELIA Cambio de roles. El titular de la Corte, Carlos Rosenkrant­z, habló de “crisis de legitimida­d” de la Justicia. Lo escucharon su antecesor, Ricardo Lorenzetti, y demás jueces.

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