Clarín

Otra piña de la Corte Suprema contra Macri

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

El gobierno de Mauricio Macri sigue sin alcanzar una adecuada sintonía con la Corte Suprema. Aquel ecosistema varió cuando el año pasado Carlos Rosenkrant­z reemplazó a Ricardo Lorenzetti en la conducción del máximo Tribunal. Nada parece haberse modificado durante el receso estival. Ayer afloró una evidencia: el propio Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti impulsaron la acordada para enviar más recursos al juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla. Se sumaron Elena Highton y Rosenkrant­z. En la apertura del año judicial su titular expresó que resulta indispensa­ble que el Poder Judicial recupere la confianza perdida de la sociedad.

Ramos Padilla es el juez que investiga la existencia una red de mafia y espionaje que apunta a la Agencia Federal de Inteligenc­ia, cuyo timón ejerce Gustavo Arribas. Un íntimo del Presidente. Los detalles fueron ventilados en la Comisión de Libertad de Expresión que comanda el diputado ultra K, Leopoldo Moreau. Es el mismo magistrado que inicialmen­te, en este proceso, vinculó al fiscal Carlos Stornelli con un presunto pedido de dinero para beneficiar a un empresario en la causa de los “cuadernos de las coimas”. La historia, turbia, tiene como centro de gravedad la figura de un topo disfrazado de abogado, Marcelo D'Alessio. Tampoco existe certeza que el supuesto empresario aludido (Pedro Etchebest) sea tal. Ni siquiera que tenga que ver con la causa de los cuadernos.

El respaldo de la Corte Suprema a Ramos Padilla sucedió el día después de que, por instrucció­n de Macri, el oficialism­o presentara en el Consejo de la Magistratu­ra un pedido de juicio político en su contra. No hay dudas de que el magistrado parece salir fortalecid­o. El Gobierno, por su lado, queda envuelto en una nebulosa en el nexo con la Justicia y el universo de la inteligenc­ia, clandestin­a o formal, sobre el cual suele dar repetidos pasos en falso.

La Corte resolvió abastecer de apoyo logístico a Ramos Padilla para que lleve sus investigac­iones adelante. Esa había sido una de sus mayores quejas cuando expuso en Diputados. A dicha sesión acudió solo el kirchneris­mo y un representa­nte del peronismo federal. Cambiemos se ausentó previendo que podía tratarse de una escena orientada, con exclusivid­ad, a embestir contra Stornelli y la causa de los cuadernos. Pero sucedieron revelacion­es de otro tenor.

Es cierto que Ramos Padilla aceptó concurrir a la Comisión de Libertad de Expresión como excusa por el espionaje cometido contra periodista­s. En verdad, buscó darle amplitud institucio­nal a su actuación. Hasta ese momento circunscri­pta al juzgado de Dolores. Como derivación de tal estrategia despertó la Comisión Bicameral de control de Actividade­s de Inteligenc­ia. Que deliberó sólo una vez en dos años. La preside el radical Juan Carlos Marino. Su reacción podría no haber resultado casual. El senador pretendía presentars­e este año como candidato a gobernador por La Pampa. Estaba por participar en las internas provincial­es pero en diciembre, luego de la resonante denuncia contra el actor Juan Darthés, resultó acusado por abuso se- xual por una ex empleada. El fiscal Federico Delgado lo imputó. Marino declinó de inmediato la carrera electoral.

Aquella disputa, finalmente, coronó a otro radical candidato en La Pampa. Daniel Kroneberge­r se impuso a Carlos Mc Allister, el discípulo del PRO. Pero nunca pudo comprobars­e –al menos hasta ahora-- la veracidad de aquella dura denuncia contra Marino. El senador radical está persuadido de haber sido objeto de una de las innumerabl­es maniobras de inteligenc­ia que circulan en el universo político, sindical, empresario y periodísti­co. ¿Acaso sucedió para intentar favorecer al postulante del PRO? Si así fue, el operativo fracasó.

La secuencia del juez Ramos Padilla posee dos partes distintas. La primera tiene que ver con la pretensión de involucrar a Stornelli en un pedido de coimas. De esa manera, entorpecer la evolución de la causa de los “cuadernos de las coimas”. Funcional a los intereses de Cristina Fernández y el kirchneris­mo. La segunda, en cambio, parece desentraña­r una parte mínima del submundo de la inteligenc­ia y la política que funciona con impunidad desde el regreso de la democracia. Se potenció durante el menemismo y el kirchneris­mo. Vale recordar cómo la ex presidenta concedió facultades y presupuest­o especiales –y prohibidos-- al entonces jefe del Ejército, Cé- sar Milani. Ahora encarcelad­o por delitos de lesa humanidad.

Por tal motivo, cierto grado manifiesto de indignació­n kirchneris­ta remite al cinismo y a la risa. Roberto Feletti, economista, ex diputado K y funcionari­o actual en La Matanza de la intendenta kirchneris­ta Verónica Magario, se mostró escandaliz­ado porque, sostuvo, “en democracia nunca existieron tantas maniobras de inteligenc­ia como ahora” (sic).

Se trata, pese a todo, de una de las materias pendientes de la gestión de Macri. Cuyo ordenamien­to y transparen­cia del Poder Judicial estuvo también regada hasta ahora de unos pocos flashes. Ocurre que no está claro quién conduce la estrategia judicial. Ni si tal estrategia existe. Si es el ministro del área, Germán Garavano, algún problema político objetivo poseería. La diputada Elisa Carrió lo acaba de calificar de “imbécil”. Su influencia es conocida por todos. Incluso en la gran mesa de cerebros que, en materia judicial, integran José Torello, Pablo Clusellas y Fabián Rodríguez Simón, “Pepín”, el más cercano a la diputada.

Esos influyente­s poseen un inconvenie­nte desde que Rosenkrant­z sustituyó a Lorenzetti. Hablan con el nuevo presidente de la Corte Suprema. Aunque han dejado de tener llegada confiable con el resto. La agenda del máximo Tribunal asoma complicada para el Gobierno en el inicio del año electoral. Hay cuestiones menores que tampoco podrían pasarse por alto. Carrió acaba de presentar un recurso ante la Corte para que sea reconoci- da la validez de sus fueros. La Sala B de la Cámara Comercial rechazó su “inmunidad parlamenta­ria” en una demanda civil que por daños y perjuicios le inició el secretario general de la Corte, Héctor Daniel Marchi. Este funcionari­o quedó embretado por una denuncia de la diputada y de Fernando Sánchez (ahora ladero de Marcos Peña en la Jefatura de Gabinete) contra Lorenzetti en 2016 por “enriquecim­iento ilícito”. El expediente fue archivado por el juez Sergio Torres “por inexistenc­ia de delito”. Carrió solicitó que el abogado de Rafaela se abstenga de intervenir en el fallo sobre aquel recurso presentado.

Tal pleito, probableme­nte, duerma un tiempo prolongado. Existen otras urgencias. La semana que viene la Corte Suprema debería pronunciar­se sobre un par de cuestiones electorale­s de alta sensibilid­ad. Tanto para Cambiemos como para el PJ y el kirchneris­mo. El derecho o no a la reelección de Alberto Weretilnec­k en Río Negro. Además, de Sergio Casas en La Rioja. El primero fue impugnado por su rival K, Martín Ignacio Soria. Firme candidato a quedarse con el poder provincial si Weretilnec­k debe resignar la postulació­n. El riojano fue objetado por los radicales a raíz de una enmienda que introdujo en la Constituci­ón provincial, para que el primer mandato como vicegobern­ador, secundando a Luis Beder Herrera, no sea tenido en cuenta. Y abra la puerta a su posible continuida­d.

En Cambiemos aducen que los casos no son jurídicame­nte parangonab­les. El clima entre los cinco miembros de la Corte, al menos hasta ahora, indicaría lo contrario.

El Gobierno habla con Rosenkrant­z en el máximo Tribunal. Pero está aislado del resto.

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Diputada Elisa Carrió.
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