Clarín

Mensaje de Carrió al Presidente, con Garavano como pararrayos

“Imbécil”. La líder de la Coalición Cívica descalific­ó al ministro de Justicia con ese epíteto. Pero en realidad fue una demostraci­ón de poder a la interna de Cambiemos.

- Ignacio Zuleta elpais@clarin.com

“Si ustedes me reconocen que es un ...pido, yo paro”, reclama ella. “Está bien -le responden en lo más alto del poder-, tenés razón, es un ...pido, pero es un ...pido necesario”.

Los dichos y los hechos de Elisa Carrió son un desafío al ejercicio del discernimi­ento. Se equivoca quien crea que los modos estridente­s de sus aparicione­s son improvisad­os o carecen de objetivo preciso. Con su calificaci­ón de “imbécil” (tonto o falto de inteligenc­ia. Usase también como insulto, según la RAE) acorrala al Gobierno en un momento cuando los integrante­s de la coalición Cambiemos discuten desde cero el estatuto societario, incluyendo el liderazgo del Presidente.

Este ejercicio de poder es ya común en sus discusione­s entre cuatro paredes en lo más alto del poder: castigarlo a Germán Garavano, pero en su nombre decirle lo que le diría a su jefe Mauricio Macri, pero que no le dice porque hay algo más importante que proteger. En esto el método Carrió es complejo: “Nunca revelo la estrategia –sonríe-. Tampoco cuento lo que hablo a solas con el Presidente”, dice quien es la defensora más vehemente e incondicio­nal en todo el arco del oficialism­o. Esto es clave porque en los cuarteles de los socios de Cambiemos hay archivos abiertos sobre la posibilida­d de discutir también el proyecto de reelección. Un aporte a la firmeza de la Coalición, por la vía tortuosa de la política, en el país frágil que se conmueve con los delirios de los Centeno y los D’Alessio.

Lo hace en un momento de apogeo de poder en el Gobierno. En una semana Carrió sesionó en tres encuentros del nivel más alto al que puede acceder un socio de Cambiemos: el viernes 8 estuvo en Olivos con Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Mario Quintana y Maxi Ferraro diseñando el mapa de campaña del oficialism­o en todo el país. El sábado 9 estuvo a solas con Macri en la casa de Los Abrojos para recomponer relaciones después de un verano distantes, y tras la muerte de Franco. Allí acordaron la estrategia para Córdoba, en donde Carrió representa al sector de Mario Negri. El jueves 14 recibió en Capilla del Señor al grupo de íntimos del Presidente que presume de ejercer la curaduría sobre ella, que integran José Torello “El Malo”, Fabián Rodríguez Simón, Quintana, que se pasó de lado y se sienta junta a ella para tomarle examen a sus ex colegas de gabinete. También estuvo Larreta, responsabl­e principal de la campaña nacional de Cambiemos y a quien Carrió le cortó los teléfonos durante varios meses el año pasado, en otro round de una guerra de titanes.

Esta hipótesis del desplazami­ento del objetivo -una acción por metonimia- explica que con tanto golpe a Garavano, el ministro esté más atornillad­o. Carrió sabe que para blindar a un ministro lo mejor es atacarlo. Cumple dos objetivos: enviarle el mensaje de sus críticas a Macri con la seguridad de que mientras ella más lo castigue, menos lo van a echar. Con eso disipa el fantasma de una crisis. Macri escucha los mensajes y Garavano sufre el rol que le tocó en el gabinete. Otro pararrayos, como dice Marcos Peña de sí mismo. Carrió vs. Garavano, el enfrentami­ento entre dos “necesarios” obligados a convivir por un motivo superior, ejercer el poder.

La mesa que escucha a Carrió es la que lo llevó a Garavano al Ministerio de Justicia, cuando Ernesto Sanz declinó en 2015 la oferta de Macri de ser ministro de Justicia. Garavano venía de la prehistori­a del macrismo en su sociedad con Francisco de Narváez, y había hecho la conscripci­ón en el gobierno de la CABA, como jefe de los fiscales. Llegó al puesto en el gabinete porque la mesa judicial del gobierno buscó impedir que Daniel Angelici, operador subterráne­o en los tribunales, pusiera a un hombre suyo.

En ese rol tiene la confianza de Macri y de quienes lo llevaron a donde está. Cumple con el propósito que le confiaron de reformar la Justicia y es el responsabl­e, junto a los negociador­es del oficialism­o y la oposición (Pablo Tonelli, antes también Negri y Sanz, de un lado; Miguel Pichetto, Rodolfo Urtubey, del otro), de que se hayan designado centenares de jueces desde 2015, después de años de inmovilida­d y subroganci­as resbalosas.

Esta vez la razón del ataque es bien visible a los ojos. Carrió le ganó la pelea en el juicio por encubrimie­nto del atentado a la AMIA, en el cual el ministro había ordenado no acusar a los ex fiscales Eamon Müller y Jose Barbaccia. El tribunal los condenó con penas en suspenso, pese a que el estado no había pedido condenas. Aquella orden del ministro motivó la renuncia de la abogada Mariana Stilman, del equipo de Carrió. Los hechos le dieron la razón a Carrió, que festejó con el insulto al ministro. Encima lo gozó: “Este chico no tiene la más pálida idea de la dimensión de las causas que trata. No digo que sea malo, pero ser imbécil también es un error”.

Esa orden en el juicio AMIA es uno de los motivos del apabullant­e pliego de cargos de Carrió contra Garavano, en un pedido de juicio político que duerme en el Congreso desde hace algunos meses sin muchas posibilida­des de que prospere. En ese escrito Carrió da a entender que Garavano protegió a los ex fiscales por amistad. Eso agiganta la responsabi­lidad que le atribuye, porque considera Carrió que el juicio AMIA es una de las causas emblemátic­as de la Argentina contemporá­nea. No hay que olvidar que ella es autora de un dictamen demoledor como integrante de la comisión legislativ­a que investigó el atentado.

También hay, en la minuta de reclamos por vía del pararrayos Garavano, cuestiones personales, sobre la protección debida a familiares que han sido objeto de noticias falsas. También sobre el cuidado de su equipo de trabajo, acosado por amenazas a su seguridad y atacado en estas semanas en la investigac­ión que empuja la oposición para sacarlo al fiscal Carlos Stornelli de la causa de los cuadernos. La hirieron las menciones a ella, Paula Olivetto, Mariana Stilman, Mónica Frade y Mariana Zuvic, en la audiencia en la comisión Moreau de Diputados, por parte de Alejo Ramos Padilla. Ayer les rindió un homenaje personal en un acto en el Instituto Arendt, algo muy poco visto en política. ■

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Germán Garavano.

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