Clarín

Para que haya menos pobres, hace falta un Estado más profesiona­l

- Jorge Colina (*) (*) Economista de Idesa

La pobreza puede ser mirada desde una doble óptica. La primera es la de vulnerabil­idad económica, esto es, la limitada capacidad de los adultos del hogar para generar ingresos, sostenerlo­s en el tiempo y por un nivel arriba del valor de la Canasta Básica Total (CBT). Esta canasta cuesta, según el INDEC, unos $28.000 mensuales para una familia tipo. Los adultos de estos hogares tienen empleos, pero en general son informales cuyos flujos de ingresos varían alrededor de la CBT. Por eso un golpe inflaciona­rio o una crisis de empleo, los hace caer en la pobreza y cuando la situación económica mejora salen de ella. Pero son vulnerable­s en el sentido de que la macroecono­mía puede sacarlos o dejarlos en la pobreza.

La segunda es la pobreza estructura­l. En este caso, los hogares tienen consistent­emente ingresos insuficien­tes para alcanzar la CBT. Tanta insuficien­cia de ingresos termina generando otras restriccio­nes, como una vivienda muy precaria, sin acceso a servicios sanitarios, situadas en villas de emergencia, hacinamien­to y violencia. Estos son los hogares donde la pobreza se presenta como multidimen­sional. Los adultos tienen muy bajos niveles de educación (secundaria incompleta o inferior), muy poca formación y experienci­a para el empleo, los varones tienen trabajos muy precarios y problemas de adicciones, las mujeres están en la inactivida­d laboral, muchas veces abandonada­s por el varón con lo cual asumen la jefatura del hogar sin medios de vida, con muchos niños, los primeros de los cuales segurament­e concebidos en la adolescenc­ia. Esta pobreza no se combate solo con crecimient­o económico y estabilida­d de precios. Aquí hacen falta políticas estructura­les, que son, mejoras de infraestru­ctura urbana, retención escolar y calidad educativa para que todo adulto tenga la secundaria completa, salud sexual y reproducti­va y formación y conseguir empleos formales.

La pobreza llegó al 32% por la mala situación económica. Pero no hay que confiar en que una mejora de la economía vaya a bajarla de manera automática. La bajará entre los hogares vulnerable­s, que con crecimient­o económico y estabilida­d tienen herramient­as para salir adelante. Pero las familias de la pobreza estructura­l, que estimativa­mente puede ser el 20% de la población, requieren de mucho más que mejoras de la economía. Necesitan de un Estado más profesiona­l que gestione mucho mejor el gasto público en sus tres niveles de gobierno (nación, provincias y municipios).

Cada nivel de gobierno tiene su rol asignado y cada uno debe cumplirlo con mucha profesiona­lidad. El Gobierno Nacional debe velar por generar las condicione­s para recuperar el crecimient­o económico, la estabilida­d de precios y la generación de empleos modernizan­do la legislació­n laboral. Pero las principale­s políticas para terminar con la pobreza estructura­l, que son el desarrollo urbano, la seguridad pública y la calidad en la gestión de los sistemas públicos de salud y educación, son responsabi­lidades de las provincias y los municipios. Hacer que los gobiernos provincial­es y municipale­s mejoren sustancial­mente la calidad de su gestión es uno de los grandes desafíos que presenta la lucha contra la pobreza. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina