Papa vs. Papa: Benedicto choca contra Francisco sobre los abusos
Tensión. Ratzinger alivia culpas a la Iglesia y atribuye el escándalo de pedofilia a la apertura sexual de los ‘60. Discute así la visión y conclusiones que maneja Bergoglio
Papa contra Papa. El documento de 18 páginas firmado por el pontífice emérito Benedicto XVI, para “dar una ayuda en estos tiempos difíciles”, ha levantado una polémica de dimensiones extraordinarias en la Iglesia. Una crisis sorda, porque ninguno de los dos protagonistas acepta su existencia, lo que la hace más intrincada.
Hace 600 años que no había dos Papas vivos obligados a convivir y en los últimos 6 años han logrado llevar en armonía el difícil trance. Las “notas sobre la Iglesia y los abusos sexuales” difundidas desde el jueves al mundo por voluntad de Benedicto XVI han puesto fin a la experiencia.
Desde su primera afirmación, en la que atribuye la culpa de los abusos de los curas pedófilos al colapso moral generado por la revolución de las costumbres, sobre todo sexuales, de los años 60, consecuencia según él del “clima conciliar” tras el histórico Concilio Vaticano II, del que Joseph Ratzinger participó y del cual es un crítico profundo, casi obsesivo. El Papa emérito reside en un pequeño convento en los jardines vaticanos y el martes cumplirá 92 años. Seguramente lo visitará el Papa Francisco.
Según Benedicto XVI, ese clima indecente que se prolongó los años siguientes, alcanzó en la Iglesia vastas proporciones con la “ausencia de Dios” en la esfera pública de la sociedad secularizada. La revolución del 69 buscó la libertad sexual total, “una que ya no tuviera normas”. En ese ámbito se caldeó la pedofilia en la Iglesia, a la que el ambiente general “diagnosticó permitida y apropiada”.
Bastan estos conceptos, y hay muchos más en el documento, para demostrar que el análisis del Papa emérito choca de frente con las conclusiones del Encuentro que Jorge Bergoglio realizó con los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo para analizar el combate a la plaga de los abusos pedófilos de miles de curas en la Iglesia y las coberturas que recibieron y reciben por parte de los obispos y otros superiores.
“Ese texto ha puesto en crisis el equilibrio en el Vaticano”, titula el Corriere della Sera, principal diario italiano, que el jueves dio la primicia del documento de Benedicto XVI en una doble página y le dio el titular de la primera plana. “Dos partes usan el documento para golpearse en una lógica de rendición de cuentas”, agrega en otro texto.
El artículo principal lo firma el jefe de redacción Massimo Franco, que presentó la primicia del documento integral y que ahora reconoce que las discusiones que han estallado “arriesgan romper el equilibrio que los dos Papas crearon con su relación personal”. La situación es dramática porque el tema de los curas pedófilos en la Iglesia ha crecido hasta convertirse en la crisis más grande de las últimas décadas y en un pantano para el pontificado de Francisco, que se juega su futuro en su capacidad de poner el fenómeno bajo control.
La división entre Francisco y los dirigentes vaticanos y de las asambleas episcopales que le son fieles, con los nostálgicos conservadores que se sienten representados por Ratzinger, puede crear nuevas fracturas. El texto del Papa emérito lo están haciendo público en Semana Santa el alemán Klerusblatt y varios periódicos y revistas conservadores en EE.UU. donde está centrada la conspiración ultraconservadora que quiere sacar del pontificado a Bergoglio, acusándolo de “herético” y protector de los sacerdotes homosexuales.
Esta difusión organizada que con sospechosa sincronía publicó el documento de Ratzinger, hace pensar en una guía precisa. El decano de los vaticanistas ( ex subdirector del diario vaticano L’Osservatore Romano), Gian Franco Svidercoschi, un respetado moderado, dice que las precarias condiciones de salud de Benedicto le producen una duda. “¿Fue verdaderamente Ratzinger el autor material del largo documento?” Si la respuesta es positiva: “Por qué lo hizo?”.
El Papa emérito escribió que pidió permiso para publicarlo a Francisco y al secretario de Estado, Pietro Parolin. Lo obtuvo. Negárselo no hubiera impedido la publicación “por otros medios” y habría crucificado a Francisco como “censor” del Papa emérito. Svidercoschi, que conoce muy bien a Ratzinger, afirma que la autorización “no atenúa la gravedad de un gesto que, producido tras el Encuentro sobre la Pedofilia, será inevitablemente interpretado como una critica a las conclusiones de la cumbre vaticana o un ataque directo a Francisco”. Añade que en el documento “no hay una sola idea nueva, ninguna propuesta sobre la tragedia que conmueve a la comunidad católica”.
La Iglesia sufre en su estructura la plaga de la pederastia de eclesiásticos contra niños y menores desde los primeros siglos y existe una vasta documentación que lo prueba. Hasta en algunos remotos concilios, como el de Elvira, el tema fue considerado. Afirmar que la herida sangrante de los curas pedofilos se remonta a la “cultura de la transgresión” y a la revolución del 68 es “catastróficamente irresponsable porque interviene con las gestiones de su sucesor, el papa Francisco para sacar a la Iglesia e la crisis”, como afirmó el historiador católico norteamericano Christopher Bellito. A su vez, el profesor de teología norteamericano Brian Flanagan afirmó que las ideas de Ratzinger sobre la pedofilia en la Iglesia “son una explicación vergonzosamente errónea del abuso sistemático de niños y su encubrimiento”
En su “ayuda para superar este momento difícil”, Benedicto refiere experiencias personales de lo que veía en las calles de su Baviera natal a comienzos de los ‘60, con películas sexuales explícitas en los cines, carteles con desnudos y cosas por el estilo, que llevaron al colapso de la teología moral de la época y a “leyes de la Iglesia que dieron una protección indebida a los acusados” de pedofilia.
“Durante las décadas de 1980 y 1990, el derecho a una defensa para los sacerdotes era tan amplio que hacía casi imposible un veredicto de culpabilidad”, escribió. Cuando fue elegido Papa en 2005, Ratzinger reformó esas leyes para facilitar la expulsión del sacerdocio de los abusadores y echó a unos 800 curas.
Pero durante el largo período en que era el guardián de la ortodoxia como prefecto para la Doctrina de la Fe (la ex Inquisición), el colaborador más importante de Juan Pablo II, fue testigo de un sistema que funcionaba a pleno de cobertura a obispos y jefes de órdenes religiosos, protegidos por el Vaticano y el propio Papa polaco.
Desde EE.UU. el escritor y periodista del National Catholic Report, Michael Winters, recordó que “la crisis tiene un doble registro doloroso: el hecho de los abusos y las coberturas”. En el documento no se menciona a los obispos y superiores que cubrieron a los culpables. lo que en el mismo Vaticano llaman omertá, el silencio mafioso. Varios magistrados norteamericanos quisieron interrogar a Ratzinger sobre esa acción de cobertura del Vaticano.
Es sabido que Juan Pablo II era hostil a las denuncias porque sostenía que los comunistas atacaban a Polonia y a la Iglesia universal utilizando el ardid de los curas degenerados. Así fue como el más legendario pederasta, el padre Marcial Maciel, fundador de la poderosa orden mexicana de los Legionarios de Cristo, cometió depredaciones sexuales con niños y menores durante décadas, vivía con mujeres con las cuales tuvo varios hijos y fue acusado de “distraer” fondos de la orden. Recién al final de su vida fue sancionado, pero nunca fue echado de la Iglesia, donde se lo recuerda como “el más horrible de los abusadores”.
Winters recuerda también el caso del cardenal Bernard Law de Boston, quien en 2002 debió huir para no ir preso por haber protegido decenas de curas pedófilos. Y el Vaticano del Papa polaco y de Ratzinger lo acogió, lo nombró arciprete de Santa María la Mayor, una de las basílicas pontificias de Roma, y sobre todo le dio la nacionalidad vaticana, que equivalía a la impunidad.
El escritor evoca varias historias de aquella época y tras mostrar su desilusión por un hombre de religión que admiraba, señala: “Este es un texto deplorable, que terminará por dañar la reputación del ex pontífice.” ■
El texto del Papa emérito es “catastróficamente irresponsable”, afirmó un historiador católico.