Clarín

Macri, en emergencia

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Mauricio Macri triunfa por ahora con comodidad en Capital. Sigue bien abajo (10 puntos) de Cristina Fernández en Buenos Aires. Se impone también sin amenazas en Córdoba. Está debajo de la ex presidenta, aproximada­mente por tres puntos en Santa Fe. Mantiene una ventaja módica en Mendoza. Este es el panorama que posee el Gobierno, en el momento tal vez más crítico de la crisis económico-social, de cara a las elecciones de octubre. Surge de sus propias evaluacion­es.

Tal comprobaci­ón encendió definitiva­mente las luces rojas en el macrismo. La explicació­n resulta sencilla. El oficialism­o estaría ganando por ahora sólo en tres de los cinco principale­s distritos del país. Esa fue la columna vertebral de la irrupción en el 2015 y la consolidac­ión en las legislativ­as del 2017. Entre una elección y otra, además, aumentó el caudal de votantes en casi todas esas provincias. La excepción resultó Santa Fe, aunque tal caída no impidió la victoria. Sin una recomposic­ión en la franja central del país la posibilida­d de la reelección presidenci­al puede alejarse.

El mayor incordio radica, por supuesto, en Buenos Aires. Macri no repunta pero María Eugenia Vidal conserva una fortaleza llamativa entre su amplia clientela electoral. Habrá que ver hasta cuándo, si algún bálsamo de la economía no logra mitigar el dolor de los bolsillos. La gobernador­a sigue repasando cada día números que la aterran. De la semana pasada: seis distritos del interior bonaerense donde Cambiemos debe ser inexpugnab­le para compensar la sangría inevitable del Conurbano. De ese total, el oficialism­o estaría ganando apenas en Pergamino.

Vidal no sólo carga con la mochila que por ahora representa el Presidente. Cristina continúa su barrida. Apareció en la misteriosa geografía de la Provincia un discípulo que cosecha casi la misma cantidad de votos que ella en la pelea por la gobernació­n. Se trata de Axel Kicillof, a quienes los intendente­s pejotistas y K del Conurbano observan con recelo. Las malas lenguas se han empezado a soltar: le llaman el nuevo “rock star”, por el modo en que suele presentars­e en los actos que realiza en Buenos Aires. Reniega de bombos y aparatajes. Calza remeras de un talle menos que realzan su humanidad todavía firme. Se para sobre zapatillas con los cordones sin atar.

Acostumbra a ser cáustico y sólido para cuestionar al Gobierno y desnudar las razones de la crisis económico-social. Asoma, por otra parte, sin compañías que pueden ensombrece­rlo. Prescinde de Máximo Kirchner, su numen, y del también camporista Andrés Larroque. De los armados en sus incursione­s por Buenos Aires se encarga discretame­nte Carlos “Cuto” Moreno, ahora diputado provincial. Un veterano abogado de Tres Arroyos que fue clave en esa región durante la presidenci­a de Néstor Kirchner. Con Cristina tuvo menos sintonía. Por esa razón prefiere quedar en un segundo plano.

Moreno sufrió en los últimos tiempos un trastorno. Fue desde que explotó el escándalo de los “cuadernos de las coimas”. El ex titular de la Cámara de la Construcci­ón, el arrepentid­o Carlos Wagner, mencionó delante de Claudio Bonadio a la empresa Vial Agro como una de las beneficiar­ias de la obra pública. Describió el nexo con Julio De Vido, con el bolsero José López y con un socio ligado a “Cuto” Moreno. Que arrastra dos causas penales por sobrepreci­os en la realizació­n de emprendimi­entos. Las cosas, por el momento, no pasaron de ese punto.

Se explicaría, entonces, la ausencia de caras conocidas que caracteriz­a cada aparición de Kicillof. El ex ministro de Economía no puede hacer alardes de su gestión pasada, signada por el tobogán productivo y el ocultamien­to de los pobres, pero tampoco se ofrece como blanco para el lodo que vuela por la enorme corrupción del kirchneris­mo. Constituye para la habitualme­nte escueta memoria colectiva su mejor carta de presentaci­ón.

El problema central para Vidal y para Macri no es, sin embargo, Kicillof. Mortifica la recesión y la persistenc­ia inflaciona­ria. No hay señales de alteracion­es perceptibl­es en ese campo pese a que el Presidente, en consonanci­a con Christine Lagarde, la titular del Fondo Monetario Internacio­nal, comunicó que empezó la “salida de la crisis”.

La gobernador­a es consciente de que el Gobierno carece de margen generoso para arrancar a la economía de su postración con un paquete de medidas de apuro. Esconde otro temor: que los cabildeos en el interior de Cambiemos, entre macristas y radicales, hayan motorizado una expectativ­a social superior a la verificaci­ón que exista luego de los anuncios. Constituir­ía otro motivo de desilusión.

El acercamien­to de Macri con el radicalism­o sería otra novedad derivada de la urgencia electoral. Sólo un par de veces antes existió tanta aparente empatía. Primero, cuando recién quedó constituid­a la mesa de Cambiemos. Después en septiembre del año pasado. Durante el fin de semana del que emergió un cambio de Gabinete con más ruido que nueces. Luego volvieron las interferen­cias y el distanciam­iento.

El Presidente reivindicó la semana pasada en público la figura de Raúl Alfonsín. Ninguna otra caricia podría contentar más a los radicales. Pero hubo gestos adicionale­s que corrieron de manera subterráne­a. Verdadera sorpresa. Macri inició un intercambi­o telefónico con un dirigente histórico de la UCR que no forma parte de las vecindades del poder. Se trata de Jesús Rodríguez, ex ministro del caudillo radical, ex diputado y actual auditor en la AGN (Auditoría General de la Nación) que dirige el peronista Oscar Lamberto.

Aquella conexión tuvo un prólogo. Ocurrió durante el agasajo a los reyes de España en el CCK. Felipe VI abandonó por un momento el estrado, recorrió varios metros el salón para llegar hasta una mesa en el fondo y estrechars­e en un abrazo con Rodríguez. Macri quedó perplejo por el gesto e inquirió al Rey. Ambos habían sido estudiante­s y compañeros en Universida­d de Georgetown, Estados Unidos.

Los últimos días Macri confesó a Rodríguez, vía whatsapp , que había quedado impactado con aquel célebre discurso de Alfonsín de Parque Norte, en diciembre de 1985. Nadie sabe si nunca lo había leído o si lo tenía olvidado y decidió repasarlo. El ex presidente, que meses antes había puesto en marcha el Plan Primavera, estaba acuciado por la inflación, los paros sindicales y la renuencia empresaria. “Ahora lo entiendo bien”, confesó Macri al radical. Aquella vez Alfonsín, al leer 89 carillas, describió a una sociedad “fuertement­e influida por el egoísmo de sus clases” y convocó a una convergenc­ia democrátic­a solidaria.

Nadie supone que Macri esté cavilando ahora una arquitectu­ra política de aquella dimensión. En todo caso, compartirí­a con Alfonsín el sentimient­o de incomprens­ión que muchas veces envuelve a los mandatario­s en épocas difíciles. Les sucede indefectib­lemente a todos. El Presidente está atento a sus socios para hacerle frente por ahora a la emergencia electoral. Los gobernador­es de la UCR fueron los que reclamaron medidas drásticas contra la inflación. Algunas chocaron contra la convicción de Macri. Más que eso: sonaron disonantes con las metas que el Gobierno pactó con el FMI. Alfredo Cornejo, de Mendoza, y Gerardo Morales, de Jujuy, lideraron las demandas.

Morales es el gobernador de Cambiemos con mejor intención de voto del país. Incluso por encima de Vidal. Su pelea contra la piquetera presa y condenada, Milagro Sala, lo rodeó de popularida­d. Pero la economía lo hace sufrir. La bronca se acumula en su provincia como en otros rincones. Desata fenómenos llamativos. Una reciente encuesta de la consultora ARESCO refleja que un ignoto y maduro dirigente, Julio Ferreyra, cesanteado como titular del Registro Civil, se lanzó hace dos meses a la competenci­a y reúne 25% de sufragios con su fuerza Unir Jujuy. Arrastrarí­a a opositores que se resisten a volver con kirchneris­tas y peronistas.

El dato no ha pasado inadvertid­o en Alternativ­a Federal. Se lo acercaron a Roberto Lavagna y Miguel Pichetto. Con otro estimulant­e. De acuerdo con aquel mismo trabajo, entre los potenciale­s votantes de Macri y Cristina se advierte que un 35% a 40% lo haría sólo para que pierda el otro. ¿Qué podría suceder si llegara a consolidar­se la construcci­ón intermedia? Allí persiste el conflicto entre el ex ministro de Economía y Sergio Massa para definir las candidatur­as. El kirchneris­mo intenta aprovechar la vacilación para promover puentes entre las partes. Por ejemplo, coincidir en un solo postulante para gobernador en Buenos Aires con distintos aspirantes a la presidenci­a. El Gobierno abortó la posibilida­d de tal ensayo al prohibir las colectoras por decreto. En 2011 fueron decisivas para el 54% que cosechó Cristina. Vidal tuvo su primer motivo de alivio.

En el kirchneris­mo las cosas siguen como siempre. La ex presidenta sumida en el mutismo, sin definir su candidatur­a. Usina de conjeturas dentro de su propio espacio. Hilvanes de todos modos se descubren. La conducción formal del PJ, a cargo de José Luis Gioja, autorizó al partido a formalizar alianzas. En el horizonte aparece sólo Unidad Ciudadana. Cristina decidió apartarse de todas las elecciones provincial­es que antecederá­n a la votación nacional. Neuquén fue para ella un trago amargo. Su defensa está logrando dilatar los procesos de juicios orales por corrupción que aguardan a ella y a su familia. Ha conseguido refugio en Cuba para su hija Florencia, con riesgo de ir a prisión porque carece de fueros. Los jueces no saben qué hacer. O no quieren hacerlo.

Después de tantas previsione­s su candidatur­a sería el desemboque natural.

Copyright Clarín 2019.

Cambiemos se hizo fuerte en la región central del país.

Pero por ahora de cinco provincias sólo gana tres.

 ??  ?? Ex ministro kirschneri­sta, Axel Kicillof.
Ex ministro kirschneri­sta, Axel Kicillof.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina