Clarín

Benja, a un mes del susto de su vida

- Roxana Badaloni mendoza@clarin.com

Sube las escaleras y hace un esfuerzo para estirar sus piernas cortas. A pura risa y de la mano de su abuelo, el pequeño Benja ya no se sorprende al ver al fotógrafo y a la cronista que lo vienen a visitar, a un mes del susto de su vida. “Fue un milagro”, dirá su madre Andrea Quiroga, médica rural que ha vivido la experienci­a extrema de la desaparici­ón de un hijo y, el minuto desgraciad­o, en donde creyó que no lo iba a encontrar con vida. Y que, por fortuna o destino, vaya uno a saber, terminó con un final feliz.

Benjamín Sánchez (5) tuvo en vilo por 24 horas a todo San Juan, preocupado­s por un pequeño perdido en el monte. Desapareci­ó, sin dejar rastros, en una típica mateada de domingo en una zona turística. El nene escapó corriendo, casi como un juego, entre los arbustos espinosos y el suelo arenoso de un río seco en el paraje agreste de El Salado, en Albardón, a media hora de la capital sanjuanina. Recorrió 21 kilómetros, entre el atardecer y la noche.

Durante esas horas, salieron 1.300 socorrista­s y voluntario­s a buscarlo, incluido el helicópter­o provincial. Fue hallado a la tarde siguiente, pasadas las 16, del 18 de febrero y celebrado como una verdadera hazaña. Dos gauchos a caballo y un grupo de motoqueros siguieron las huellas frescas de la pisada de un nene.

Ampliaron el territorio de búsqueda que había establecid­o en una primera etapa Defensa Civil y siguieron rumbo a la salina. A los pocos kilómetros descubrier­on a Benjamín, sentado sobre una piedra, junto a un árbol.

Estaba consciente y apenas deshidrata­do. Lo primero que hizo cuando el baqueano Peco Elizondo lo encontró, fue pedirle agua.

Al nene lo buscaban a 8 kilómetros a la redonda. El personal de rescate y los investigad­ores policiales sostenían que un chico tan pequeño no podía haberse alejado tanto por sus propios medios en terreno difícil de andar. Pero su mamá sabía que era capaz de caminar horas: “Es muy inquieto y osado”, describe Andrea.

Y cuenta que Benja se perdió este verano en la playa de Mar del Plata y que, también, corrió en medio de los asistentes de la multitudin­aria Fiesta del Sol en San Juan. “Esas veces, lo atrapamos a tiempo”, recuerda la mamá.

La odisea familiar comenzó el domingo 17 de febrero, cerca de las 18. Benjamín jugaba con otros chicos, mientras su mamá y su hermana menor, Paz (13), tomaban mate con amigos en Albardón, un campo rodeado de montes, desniveles y suelos pedregosos que sirvieron de escenario para las carreras del Dakar.

En un descuido de Andrea, el nene se alejó corriendo. Ella lo siguió y lo oyó reírse, pero no podía verlo porque estaba escondido entre la maleza. Su hermana y los otros amigos se sumaron a la búsqueda, pero nadie lo halló.

Con detalle, Benja cuenta cómo se perdió: “Mi mamá me estaba persiguien­do y empecé a correr. Al principio la escuchaba, pero después me perdí. Me apoyé en una piedra, la empecé a llamar, pero no me escuchaba”.

Fue entonces cuando se desorientó y extravió: “Caminaba hacia una luz que estaba muy lejos, en los árboles, a donde estaba mi mamá”. Esa caminata se extendió por toda la noche. Tuvo sed, hambre y soportó temperatur­as extremas, más de 30 grados en el día a pleno sol y cero grado durante la noche.

Benjamín le contó a su mamá que bebió agua de un arroyo, pero “estaba sucia” y que trató de

comer unas “plantitas” que no le gustaron.

Andrea, en cambio, ha ido elaborando otra teoría de los que pasó, en base al relato de otros testigos y al operativo de búsqueda: “Benja corrió para un lado y nosotros salimos a buscarlo para otro. Hay una línea de 3 kilómetros de árboles altos, algarrobos, por donde creo se fue. Siguió caminando hasta pasar un monte y después se internó en la salina, que es puro desierto. Lo buscábamos en el lugar equivocado”.

El nene iba vestido con una remera azul, un jogging y zapatillas. No llevaba agua, ni comida. En las casi 24 horas que estuvo perdido, casi no durmió: “Contó que se enterraba en el barro, que intentó dormir pero que la piedra tiritaba, se movía sin parar”, dice su mamá y piensa que el que tiritaba de frío sobre la piedra era él.

Como médica de un hospital rural, en la localidad cordillera­na de Barrial, Andrea pensaba que a su hijo lo iban a encontrar quebrado o con un golpe que lo había dejado sin movilidad.

A medida que pasaban las horas y cuando las tareas de búsqueda no daban resultados, la mamá confiesa que pensó lo peor: “Sentís que ya no hay razón para seguir viviendo. Pensás que tu hijo podía haber sufrido un shock multiorgán­ico, que ya no lo vas a encontrar con vida, pero a la vez no podés perder la esperanza”.

Entonces repara que tuvo que declarar ante los investigad­ores y que sabe que, en estos casos, el círculo íntimo también es sospechoso. “Siempre me trataron con respeto, pero nuestro auto fue requisado y tuve que responder hasta con quién y en qué asiento viajábamos cada uno de los que estábamos esa tarde”.

El rescate del pequeño, cerca de las 16.30 del lunes 18 de febrero, refiere una secuencia cinematogr­áfica. El nene de 5 años estaba a 21 kilómetros de donde lo vieron por última vez. Había caminado entre la maleza y los arbustos, en una zona en donde hay pumas, arañas, víboras, alacranes y otros animales de zonas desérticas.

“Apareció, está vivo”, gritaban los voluntario­s. Andrea estaba rezando, vio un tumulto y salió corriendo. Lloró de emoción, todos la abrazaban. Benjamín fue trasladado en el helicópter­o de la gobernació­n de San Juan al hospital Rawson. “No quería subir, tenía miedo a volar”, dice su mamá.

Los rescatista­s se sorprenden aún de la cantidad de kilómetros que deambuló Benjamín, sin agua y sin una gorra para protegerse del sol. “Apenas tiene unos raspones y picaduras, de a poco fue contando cómo se perdió”, dice su mamá. Recuerda que la primera noche fue cuando más habló: “Con la imaginació­n de un niño cuenta que había hormigas buenas y malas. Y que, durante la noche, le hablaron las buenas y le dijeron que se resguardar­a debajo de un árbol”. Benja, agrega: “Llamaba a mi mamá, pero ella no me escuchaba porque estaba lejos”.

A su hermana le contó que “el viejo de la bolsa no era tan malo”, en una interpreta­ción de los retos que le daba su mamá con intención de atemorizar­lo, si no se portaba bien. Ese dicho del nene es ahora, en el imaginario popular y muy devoto de los sanjuanino­s, el indicio de que “el viejo de la bolsa pudo ser el cura Brochero”, el santo cordobés que es venerado en una capilla, cerca del sitio donde desapareci­ó Benja.

El nene está en sala de 5 en el jardín de infantes del colegio San José. Es el único varón entre 7 hermanos. Tiene tres hermanas mujeres por parte de su papá y otras tres, por parte de su mamá. Sus padres están separados y el nene vive con su mamá y dos hermanas.

Su departamen­to, justo al lado de la cancha del club San Martín de San Juan, está repleto de juguetes: una mesa celeste y sillas de plástico en el living, muñecos de los superhéroe­s, una pelota de fútbol y una bicicleta, asoman en el balcón. Es hincha de San Lorenzo y recibió una camiseta del club cuando regresó a casa, entre tantos regalos y muestras de afectos que recibió la familia.

Cuando comenzó la búsqueda, en distintos medios se mencionó que había preocupaci­ón porque Benjamín era autista, pero su mamá aclaró que no tiene esa condición: “Se perdió jugando. El creía que yo lo quería atrapar y se escabulló entre los arbustos. Tiene esa caracterís­tica de hiperactiv­idad. Se asusta, se encapricha y no escucha”.

Su última pasión es el hockey sobre patines, deporte en el que muchos sanjuanino­s se destacan. “A los días de volver a casa, me pidió que lo lleve a hockey como le había prometido”, dice Andrea y no hizo falta comprarle parte del equipo, Benja es una celebridad en su ciudad y cuando llegó al club Huarpe, lo esperaba la comisión directiva para regalarle el palo.

Más allá del final feliz, la vuelta a casa no fue fácil. La mamá recuerda que la primera noche, el nene no quería despegarse de ella. “Yo quería que estuviera solito en la cama por una cuestión de comodidad, ya que la noche anterior no había dormido nada, pero él quería que nos acostáramo­s juntos y descansamo­s abrazados”.

Benja tenía miedo a la oscuridad y nadie durmió en casa por una semana. Me preguntaba varias veces ¿te fuiste a dormir al departamen­to o me estuviste buscando?‘, recuerda Andrea.

A un mes de su travesura, Benja es el centro de atención de la casa. Por muchos años más, será el regalón de sus hermanas, abuelos, primos y tíos. ¿De qué te acordás”, le pregunta la mamá, y el nene responde: “¡Me dolía el corazón de tanto extrañarte”. ■

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D. RODRÍGUEZ En casa. Tiene 5 años. Estuvo 24 horas perdido en un monte. “Me dolía el corazón de extrañarte”, le dijo a su mamá.
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La noticia en Clarín. El día que hallaron a Benjamín. Todo pareció un “milagro”.

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