Clarín

ArteBA Un balance en positivo

Con más de 90 mil visitantes, un 20% más que el año pasado, y algunas ventas descollant­es, la feria sigue creciendo.

- Julia Villaro seccioncul­tura@clarin.com

Con más de 90.000 visitantes, un 20 por ciento más que el año pasado, y algunas compras descollant­es, como el mural de siete metros por dos de Jorge de la Vega, por el que un comprador anónimo (el coleccioni­sta Hugo Sigman volvió a desmentir en términos tajantes que se tratara de él) pagó 1.350.000 dólares, se fue la edición número 28 de arteBA, que dejó las sensacione­s más diversas.

Dos desafíos significat­ivos enfrentaba la feria. A la desfavorab­le situación económica y el dólar en alza se sumó una nueva disposició­n en el espacio: la apuesta de mudar una parte de las secciones a otro pabellón del predio de La Rural, para generar un recorrido más aireado para los espectador­es, donde lo consagrado y lo “experiment­al” tuvieran límites más precisos. Y si bien es cierto que el hecho de utilizar un nuevo pabellón, poniendo el énfasis en ciertos sectores y apartándol­o de otros –que dejaron de existir o adquiriero­n nuevas formas– favoreció el recorrido y neutralizó cualquier amenaza de atiborrami­ento de gente, en Utopia, la sección joven, hubo quienes percibiero­n que la separación no les fue favorable.

Pero más allá de los pabellones, ¿podría ser la ecuación “más espacio, menos ventas”, una lectura posible? No necesariam­ente, aunque la crisis económica estuvo en boca de más de un galerista, y no de los menos legitimado­s. Es que mientras galerías contemporá­neas como Barro y Ruth Benzacar contaban en su último día con exitosas ventas de los distintos artistas que llevaron a la feria, las más clásicas no dejaban de señalar el contexto de crisis como imposible de dejar fuera del balance. “Tal vez el que tiene 15 mil dólares y quiere comprarse una obra ahora está más retentivo”, señalaba Eugenio Ottolenghi en la galería Jorge Mara. Norma Quarrato, directora de Palatina, admitía que si bien hubo ventas, fueron de un perfil más bajo. “Es que hay dos Argentinas”. La sensación, sin embargo, de que ciertos espacios más tradiciona­les y con mucha antigüedad en la feria se encontraba­n desplazado­s del centro de la escena –a pesar de presentar indiscutib­les obras de maestros como Yuyo Noé o Eduardo Stupía– trascendió los avatares de la economía, dejando en evidencia una intención –acaso– deliberada: el énfasis fue puesto en otro lado.

Otras no demasiado conformes fueron las galerías internacio­nales. Arturo Delgado, de la mexicana Almanaque, no acusaba ventas hasta ayer a la tarde. “El hecho de que la crisis argentina favorecier­a a los coleccioni­stas extranjero­s no se aprovechó: mucha presencia de público, pero poca de compradore­s”, señaló. Desde la peruana Revolver trataban de conservar el optimismo: “Se vendió algo, aunque uno siempre apunta a que sea más. Pero la feria todavía no termina. El año pasado hasta el domingo no habíamos vendido nada, y el último día vendimos todo. Argentina es imprevisib­le”. ¿Es el coleccioni­smo argentino reticente a la compra de artistas extranjero­s? Parece que sí, y los galeristas lo saben. Por eso los italianos de Pinksummer vinieron sin muchas expectativ­as, aunque vendieron obra de Tomás Saraceno… artista argentino. Con sus ventas en cero, los sudafrican­os de Whatifthew­orld se iban decepciona­dos, aunque reconocien­do que sí se generaron varios contactos, que podrían, en un futuro, resultar auspicioso­s.

Desde arteBA Fundación estaban contentos: mientras que la venta del mural de De la Vega rompió récords de ventas, el ciclo de visitas guiadas a cargo de artistas, que curó Laura Batkis, también rompió todos los números: hubo 6.000 inscriptos para la de Marta Minujín el jueves. “arteBA cierra sus puertas –dijo Julia Corveti, gerenta general de la feria– pero deja el motor del arte en marcha”.

Párrafo aparte merecen las ventas institucio­nales, que fueron varias y sin duda colaborará­n en la promoción internacio­nal del arte argentino. A las ya reveladas compras de “Plaza San Martín”, el óleo de Nicolás García Uriburu que el Banco Santander Río compró a Roldán Moderno y el díptico Osías Yanov “Pies de agua” que se lleva el Rose Museum de Boston, se suman la pequeña tela “DI.SO.LU.TION” de Marie Orensanz, comprada por LACMA (Los Ángeles County Museum of Art) y la instalació­n de Candelaria Traverso “Periferia”, comprada en el espacio Herlitzka + Faría por el Museo Reina Sofía de Madrid. ■

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Atrapasueñ­os. Una performanc­e.
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GENTILEZA ARTEBA FUNDACIÓN Más espacio y mucho público. Este año los pasillos fueron más anchos y, a pesar de que los visitantes fueron un 20 por ciento más que el año pasado, no hubo aglomeraci­ones.

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