Clarín

Arranca un calendario electoral frenético por los desdoblami­entos en las provincias

En una quincena de junio se amontonan diez votaciones. Macri mide su resistenci­a en distritos clave.

- Pablo Ibáñez pibanez@clarin.com

Hay un “super junio”, la quincena que va entre los domingos 2 y 16 donde se amontonan diez elecciones provincial­es. Es la postal de la premura de los gobernador­es, peronistas y cambiemita­s, por ordenar los asuntos domésticos cuanto antes, sin intoxicars­e con la riña presidenci­al.

Pero antes del junio frenético, hay otra temporada -que toma parte de abril y mayo- en el que la Casa Rosada también pondrá a prueba su resistenci­a electoral antes de las PASO de agosto: es un hilo que une las primarias de Entre Ríos y Santa Fe con la general de Córdoba.

Son tres provincias que -junto a Mendoza, San Luis y CABA- integran, en el mapa de los tercios, la porción más amable con Mauricio Macri: es el corredor donde Cambiemos arrasó -o casi- en el balotaje de 2015 y ganó, con excepción de la inesperada victoria del PJ puntano en la general, en 2017.

En marzo, cuando la Corte volteó la reelección de Alberto Weretilnec­k, en la Rosada se instaló el pánico sobre una potencial victoria del PJ en Río Negro que iría atada a tropiezos de Cambiemos. Una secuencia doblemente adversa: el peronismo expansivo, el oficialism­o en caída.

Martín Soria chocó la fantasía del regreso pero Cambiemos anotó un récord poco prometedor: salió tercero en Neuquén, Río Negro y Chubut, y no tuvo candidato propio en San Juan. En la micro interna oficial, Carlos Mac Allister perdió en La Pampa con el radical Daniel Kroneberge­r.

Se trata, según la lógica cambiemita, de territorio­s adversos de antemano. Por eso, Macri no se metió en aquellas campañas y sí lo hizo, 10 días atrás, en la elección de Entre Ríos para respaldar a Atilio Benedetti.

La derrota entrerrian­a, más abultada de lo imaginada por el Gobierno, redobla el alerta sobre la pelea santafesin­a, donde el radical José Corral intenta terciar entre el socialista Antonio Bonfatti y la primaria peronista que animan Omar Perotti y María Eugenia Bielsa.

En Santa Fe y Córdoba, más allá de las polarizaci­ones, juegan los terceros: Miguel Lifschitz, escudero no peronista de la candidatur­a de Roberto Lavagna, bracea en busca de un triunfo para potenciar al economista en una lectura lineal pero válida: dejar a Cambiemos en tercer lugar, lo abajo posible, como reflejo de que eso puede ocurrir también en la PASO presidenci­al del 11 de agosto.

Para Cambiemos, que en abril del 2015 festejó la primera victoria con Mauricio Macri de la mano de Miguel Del Sel -que luego perdió la general-, quedar tercero en Santa Fe sería un mal indicio.

En Córdoba, Juan Schiaretti hace cálculos sobre cuál será la dimensión de su victoria porque Cambiemos se partió en dos ofertas, lo que le ofrece la posibilida­d de ganar la capital.

En el "TEG peronista", aparece otro factor: a Schiaretti lo esperan en Alternativ­a Federal (AF) para que oficie como celestino entre Lavagna, Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey, y evite que la discusión sobre las primarias intoxique al espacio.

El peronismo no K también arriesga en estos 30 días que vienen: si ganan, Schiaretti y Lifschitz pondrán a tributar esas victorias en la cuenta de la "tercera posición".

La lectura, en el dominio donde Cristina Kirchner levantó su boleta K de Pablo Carro más para evitar una papelón que para ayudar a Schiaretti, es otra: cuánto acumulan juntos los cambiemita­s Negri y Mestre, sumatoria que será leída en el laboratori­o de Marcos Peña como el piso electoral de Macri. No como el techo.

Algo similar se aplicará en Entre Ríos: el voto de Benedetti -que repetiría lo que sumó Alfredo De Angeli para el mismo cargo en 2015- se puede computar como apoyo duro de Cambiemos, transferib­le masivament­e a una boleta encabezada por el Presidente, mientras lo que juntó Bordet tenderá a dividirse entre dos ofertas peronistas. Una de Cristina Kirchner -o de quien ella bendiga- que se subió a festejos de socios y pagó derrotas no del todo suyas. El balance K se alimenta de las caídas de Macri más que de las victorias propias.

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A votar. Los gobernador­es despegaron sus elecciones de la nacional.

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