Clarín

La oposición Macri versus Cristina no es pura negativida­d

- Liliana De Riz Politóloga (UBA) e Investigad­ora del CONICET

Los argentinos vivimos la angustia de un tiempo de incertidum­bre económica y política. La fuerza que llegue al poder en estas elecciones presidenci­ales tendrá que enfrentar una agenda en la que las reformas estructura­les serán ineludible­s si se quiere avanzar en un rumbo de progreso.

Los años de bonanza del kirchneris­mo hicieron posible una política de reparación social para atender a los que quedaron a la intemperie tras la debacle del 2001. Hubo asistencia­lismo social, pero no hubo reformas que pudieran poner fin a los recurrente­s ciclos del stop an go en la economía y de la ilusión al desencanto, en la política.

Cuando la bonanza llegó a su fin, muchos hogares volvieron a la pobreza. Hoy, luego de cumplidos tres años del mandato de Cambiemos, es imperioso imaginar cómo poner en marcha las reformas que forjen una economía competitiv­a y una sociedad de movilidad social. ¿Qué otro camino podríamos emprender para la eliminar la pobreza que no sea el de la creación de empleos, la inversión y el consiguien­te aumento de los salarios reales? Las políticas asistencia­listas son necesarias, pero no resuelven el problema de la pobreza, sólo pueden paliar sus efectos. Este gobierno llegó porque una mayoría pidió cambios en 2015 y convalidó su demanda en 2017.

Las reformas tienen alto costo político. Los muchos beneficiar­ios no alcanzan a comprender las consecuenc­ias que éstas tendrán sobre la calidad de sus vidas y los pocos afectados, tienen recursos para resistirla­s. Sin amplios consensos, no pasarán por el Congreso.

El Gobierno está intentando un rumbo diferente del pasado y pierde apoyos en la sociedad-- sometido como lo está, a la camisa de fuerza de una política de estabiliza

ción- y blanco de una crítica que le cobra el haber sido demasiado optimista, subestimad­o la abrumadora complejida­d del mundo y sobre todo, las consecuenc­ias no deseadas de sus políticas sobre la mayoría de los ciudadanos. La crítica es justa. “Ahora qué”, nos preguntamo­s los argentinos frente a inflación rampante, el crecimient­o de la pobreza y el desempleo; escépticos como muchos lo están ante la convocator­ia a atravesar este valle de lágrimas. ¿ Cómo tener certeza de que las dificultad­es de hoy serán sorteadas? ¿Por qué confiar en la capacidad del gobierno para llegar a buen puerto?

Para no pocos, aterrados con la perspectiv­a del retorno de la utopía regresiva de Cristina Kirchner, Macri sigue siendo una apuesta al futuro pese al desencanto que cunde en una sociedad, agobiada por la licuación de sus ingresos.

Ese miedo combina el temor al autoritari­smo y a una política económica que los devuelva al teatro de la ilusión en el supimos vivir demasiado tiempo. Otros, despavorid­os con lo que viven como un gobierno de ricos que los ignora, apoyarían a la ex presidenta si es que se presenta. El fin de la bonanza de la que se benefició la administra­ción anterior, con la caída del ingreso del país y del empleo, y la aceleració­n de la inflación, hizo estragos en los sectores vulnerable­s, colgados de un hilito demasiado frágil al bienestar transitori­o.

En 2015, el PRO supo ganarse el apoyo de sectores de clase media baja y de los sumergidos en la pobreza. Logró ensancharl­os en 2017, porque renovó sus aspiracion­es de movilidad. Sin embargo, el gobierno de Cambiemos no pudo cumplir con las expectativ­as que despertó.

Los desencanta­dos con Macri pueden ser movilizado­s por un pasado idealizado, o por fuerzas alternativ­as que hoy pugnan en el heterogéne­o arco del peronismo por superar la polarizaci­ón entre la ex presidente y Macri. Ni Macri ni Cristina Kirchner es la consigna que mejor encarna el virtual candidato, Roberto Lavagna.

Candidato presidenci­al de la UCR en 2007, Lavagna impulsa un frente con el radicalism­o, el peronismo alternativ­o( las fracciones heterogéne­as que lo conforman) el socialismo y el Gen, por encima del “partidismo” como gusta decir y sostenido por un acuerdo social en el que el sindicalis­mo y la Iglesia sean los otros pilares.

Una versión renovada del “verdadero” peronismo que quiere remedar el diálogo social del 2001, un diálogo que no fue: el presidente de entonces no terminó su mandato; una sucesión atropellad­a de presidenci­as breves y una política brutal de redistribu­ción de la riqueza, precediero­n el nuevo comienzo, aupado por el viento de cola del mundo.

Ese fue el corolario de un intento de unidad nacional fallido, de una prolongada yuxtaposic­ión cacofónica de reivindica­ciones que no pudieron encontrar sus condicione­s de compatibil­idad. No hay unidad nacional cuando la vocación es sostener las ambiciones de quienes quieren mantener o asaltar el poder.

Acaso el diálogo que propone hoy un frente alternativ­o puede arrojar un amplio consenso , armado como lo está con los actores clave del siglo XX. Acaso en 2021 podremos replicar la política del siglo XX con una sociedad y un mundo que nada se parecen a los de entonces. ¿Podría una coalición así imaginada vencer los desafíos que el siglo XXI presenta para no mencionar sino la cuarta revolución industrial?

Quien dice sindicalis­mo e Iglesia, dice statu quo. Los argentinos votamos un cambo en 2015 y renovamos la esperanza en 2017. Habrá quienes decidan sostener su apuesta pese a los riesgos y quienes opten por refugiarse en la continuida­d en cualquiera de las formas en que se presente. Cuando las fuerzas políticas se organizan en función de su rol opositor y no lo hacen con una agenda positiva, dejan de ser orientacio­nes alternativ­as de política pública y se convierten en portadores de la denuncia y el enojo.

Ni Macri ni Cristina Kirchner; ni, ni ... Votar con enojo y en contra de, es una tendencia que hoy se impone en las democracia­s occidental­es. Sin embargo, la oposición Macri versus Cristina Kirchner no es pura negativida­d. Macri no es sólo la negación del kirchneris­mo. Con errores, marchas y contramarc­has, es una alternativ­a de cambio en curso ¿ por qué abortarla para reponer a los protagonis­tas que siempre nos llevaron al fracaso? ■

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