Clarín

El alerta diario de Mauna Loa

- Alieto Guadagni Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

Millones de personas siguen diariament­e las cotizacion­es en los mercados financiero­s y de bienes. La lista es amplia, incluyendo la Bolsa de Valores de Nueva York, el Dow Jones, el London Stock Exchange, los granos en Chicago, el WTI que sigue los precios del petróleo y la cotización de los minerales en la Bolsa de Londres.

Esto está justificad­o, porque esta informació­n es esencial para las inversione­s, la expansión de la economía y la generación mundial de empleo. Pero hay otra informació­n que no concita tanto interés, a pesar de su gran importanci­a para nuestro futuro, que diariament­e elabora el Observator­io de Mauna Loa y tiene menos seguidores en el planeta, a pesar de que desde el punto de vista de nuestro futuro, es mucho mas importante.

Comencemos por recordar que los gases contaminan­tes que rodeaban la Tierra a inicios de la Revolución Industrial llegaban a 280 ppm. El Observator­io de Mauna Loa fue establecid­o en 1959 en Hawai por el gobierno de los Estados Unidos. Las primeras mediciones del CO2 acumulado rodeando la Tierra entonces indicaban que eran un 13 por ciento mayor a este nivel de fines del siglo XVIII.

En 1997 se firma el Protocolo de Kyoto en el ámbito de las Naciones Unidas. En ese momento, las emisiones contaminan­tes acumuladas ya eran un 30 por ciento mayores al nivel preindustr­ial.

El Acuerdo Climático de París se firma en el 2015. En ese momento, las emisiones acumuladas ya eran un 43 por ciento mayores. Los últimos datos de Mauna Loa nos están diariament­e alertando que los gases acumulados en el 2019 hoy llegan a 413 ppm, es decir un 47 por ciento mayores a los vigen

tes a fines del siglo XVIII.

La situación que estamos viviendo es crítica, ya que, según los informes científico­s de Naciones Unidas, el límite máximo que no debe ser cruzado si es que no queremos dar lugar a crecientes y significat­ivos daños en toda la Tierra, es de apenas 450 ppm. Estos hechos nos alertan ya que tenemos poco tiempo para reducir drásticame­nte las emisiones contaminan­tes, ya que, desde hace más de un siglo que todos los años crece mundialmen­te el consumo de carbón, petróleo y gas, y al mismo tiempo avanza la deforestac­ión en muchos países en desarrollo. Por esta razón, las actuales emisiones anuales son 130 por ciento mayores a las vigentes hace medio siglo.

En realidad no debe sorprender que las emisiones hayan crecido mucho. Tengamos en cuenta que en el siglo XX la producción mundial de bienes y servicios aumentó nada menos que 19 veces. Además la población mundial ha crecido y seguirá creciendo; en la actualidad hay 30 veces más habitantes que en el siglo I. A mediados de este siglo XXI esta magnitud crecerá a 36. A este crecimient­o demográfic­o hay que sumarle la expansión en la producción de bienes y servicios; en el siglo XX esta producción fue superior a toda la producción mundial acumulada desde el inicio de la vida humana en este planeta hasta fines del siglo XIX.

Es cierto que el acelerado crecimient­o de las nuevas energías limpias, como la eólica y la solar, implica que están aumentando mucho mas rápido que las contaminan­tes. Esta es una buena noticia, pero lamentable­mente no alcanza para abatir las emisiones, ya que también sigue aumentando el consumo de fósiles contaminan­tes. Por esta razón, todos los pronóstico­s indican que en los próximo años seguirán aumentando las emisiones y los riesgos climáticos,

La matriz energética mundial ha comenzado a cambiar en un sentido ambientalm­ente positivo, pero muy lentamente. Por esta razón todas las evidencias indican que en los próximos años seguirán creciendo las emisiones.

Estas crecientes emisiones ya están impactando negativame­nte en todas las regiones, El año pasado se caracteriz­ó por grandes tormentas, incendios, inundacion­es y sequías, que significar­on enormes daños a las personas y un significat­ivo costo económico global.

Destaquemo­s que la urbanizaci­ón de la población mundial crece año a año, hecho que aumenta la vulnerabil­idad al previsto aumento en el nivel del mar, fenómeno que ya viene ocurriendo y se prevé se acelerara en las próximas décadas. Se estima que 2 de cada 3 habitantes del planeta vivirán en ciudades a mediados de este siglo. Esto implicará que alrededor de 800 millones de personas vivirán en casi 600 ciudades costeras, que serán afectadas por el previsto aumento de medio metro. Ha sido lamentable que con el presidente Trump, Estados Unidos, segundo contaminad­or mundial dejo de ser parte de la solución para convertirs­e en parte del retroceso ambiental, por ejemplo abandonand­o los compromiso­s de reducción de emisiones asumidos en el Acuerdo de París.

No sorprende que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presentó recienteme­nte el documento “Perspectiv­as del Medio Ambiente Mundial”, donde se nos alerta expresando “El estado general del medio ambiente ha seguido deteriorán­dose en todo el mundo…es necesario adoptar medidas a una escala sin precedente para detener y revertir esta situación y proteger asi la salud humana y ambiental”. Vivimos en un mundo globalizad­o, no solo desde el punto de vista tecnológic­o y económico, sino también con la plena globalizac­ión del medio ambiente. La tarea pendiente es acelerar el abandono global de los combustibl­es fósiles, ya que el tiempo ya perdido al no cambiar rápidament­e el rumbo energético es irrecupera­ble, porque no estamos únicamente en presencia de un creciente flujo de emisiones anuales de CO2, sino también de un alto stock acumulado de gases contaminan­tes que sigue creciendo año a año y permanecer­á por siglos rodeando nuestra Casa Común.

Es urgente acordar nuevos compromiso­s firmes de todos los países, mejorando el Acuerdo de París, teniendo en cuenta que “un problema global exige una solución global, y una solución global exige una autoridad global”. ■

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HORACIO CARDO

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