Clarín

Cómo superar una década de mala praxis económica

El combate a la inflación requiere de un enfoque integral, que ataque en forma coordinada los factores que la generan.

- Víctor A. Beker Economista. Profesor de la Universida­d de Belgrano y de la UBA

Un 32% de personas bajo la línea de pobreza, un PBI por habitante inferior al de una década atrás, 50% de inflación anual y 9,1% de desempleo son sólo cuatro indicadore­s que caracteriz­an a la Argentina actual y son fruto de más de una década de desmanejos económicos. En esta nota vamos a repasar los puntos más destacados de esta persistent­e mala praxis con la secreta esperanza de que la sociedad termine alguna vez aprendiend­o de los errores cometidos para no reincidir en ellos.

Inflación. A comienzos de 2007 se intervino de facto el INDEC para ocultar la creciente inflación resultante de la decisión de utilizar el impuesto inflaciona­rio –emisión monetaria- para cubrir la creciente brecha entre el gasto y el ingreso fiscal.

La inflación, que en 2006 había sido del 10,9%, en 2007 alcanzó el 24%, en 2014 el 38% y en 2018 rozó el 50%.

Manipulaci­ón estadístic­a. No sólo se tergiversa­ron las estadístic­as de precios; también se llegó a difundir números que mostrarían que la pobreza en Argentina era inferior a la de Alemania antes de discontinu­ar su publicació­n con el ridículo argumento que la misma era estigmatiz­ante para los pobres.

Cepo cambiario. Una de las consecuenc­ias de la inexistenc­ia de estadístic­as públicas creíbles fue el cierre del acceso al mercado internacio­nal de capitales. Imposibili­tado de acceder al mismo y ante un crecimient­o de las importacio­nes más veloz que las castigadas exportacio­nes argentinas el gobierno de turno implantó en 2011 el cepo cambiario, generando un mercado de cambios oficial y otro paralelo con las consiguien­tes distorsion­es cuando no oportunida­des para la corruptela.

Proliferar­on los viajes al exterior, las im

portacione­s de autos de alta gama y las maniobras con las Declaracio­nes Juradas Anticipada­s de Importació­n (DJAI), aprovechan­do el tipo de cambio oficial subsidiado mientras caía la liquidació­n de divisas por exportacio­nes.

Cepo monetario. Tras desarmar exitosamen­te el cepo cambiario y solucionar el juicio con los holdouts , el gobierno que asumió en diciembre de 2015 lo reemplazó por un cepo monetario: se embarcó en una política de altas tasas de interés y atraso cambiario con el pretexto de combatir la inflación.

El Banco Central inundó la plaza financiera con LEBAC para controlar el tipo de cambio. Se generó un enorme desfasaje cambiario que culminó en el estallido de mayo de 2018. Debió recurrirse al Fondo Monetario Internacio­nal para evitar un nuevo default. Mientras tanto, -como hemos visto- se aceleraba el proceso inflaciona­rio. La montaña rusa de las LEBAC fue reemplazad­a por la de las LELIQ que ya superan el billón de pesos.

Híper-recesión. Nuevamente bajo el pretexto de combatir la inflación, a partir de setiembre pasado se lanzó un plan basado en el crecimient­o cero de la base monetaria. Congelar la emisión monetaria cuando la inflación bordea el 50% sólo puede producir un único resultado: drástica caída en el nivel de la actividad económica. Es como clavar los frenos en un tren de alta velocidad; el resultado sólo puede ser el descarrila­miento. Es lo que ocurrió durante el último trimestre del año pasado y continúa actualment­e, con derrumbes notables en la construcci­ón, la industria automotriz y la de electrodom­ésticos.

Argentina ha sido una suerte de laboratori­o donde teorías y prácticas económicas disparatad­as se han ensayado con los resultados que saltan a la vista. Ideas absurdas fueron presentada­s como originales genialidad­es y su fracaso atribuido a algún factor externo que vino a interponer­se justo cuando estaban por llevar al éxito.

Es hora de recuperar la sensatez y el sentido común. Esto no es fácil en un mundo donde ambos escasean y los desatinos en economía y en política parecen estar a la orden del día. Pero eso no debe impedir hacer el intento.

Lo que se requiere es un plan que simultánea­mente se proponga como metas la estabilida­d de precios y el crecimient­o económico.

Debe tratarse de un plan integral que ponga al conjunto de los instrument­os de política económica al servicio de ambos objetivos de manera absolutame­nte coordinada.

En particular, debe entenderse que la inflación es un fenómeno de origen multicausa­l: generalmen­te se mezclan componente­s monetarios, no monetarios e inerciales. Por ello, el éxito de cualquier estrategia anti-inflaciona­ria que se encare requiere de un enfoque integral que ataque al conjunto de los factores inflaciona­rios y no alguno en particular sea el monetario, el fiscal o el inercial.

Por supuesto, no basta con un plan técnicamen­te coherente; ésta es tan solo una condición necesaria. Se requiere asimismo convencer a la sociedad de su viabilidad y generar el consenso necesario para llevarlo adelante a pesar de las dificultad­es que segurament­e enfrentará: la economía argentina es un enfermo en terapia intensiva conectado a un pulmotor llamado FMI. Pero por ello mismo tampoco podrá tolerar nuevos ensayos de mala praxis. ■

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