El Dakar deja Sudamérica después de diez años y se muda a Arabia Saudita
El cuestionado príncipe Mohammed busca abrir el país al mundo mediante el deporte y se lleva el Rally de 2020.
El Dakar abandona Argentina y América Latina. El rally más famoso del mundo, que con la llegada de Al Qaeda a África se había mudado inicialmente a Argentina y luego se extendió a sus vecinos latinoamericanos, vuelve al desierto. Eligió Arabia Saudita como su nuevo destino a partir de 2020. La partida será desde Ryad, la capital del reino.
El piloto catarí y príncipe Nasser Al Attiyah, que ganó el Dakar 2019, adelantó la firma de un contrato por cinco años entre Arabia Saudita y ASO --la empresa organizadora-- por 70 millones de dólares.
Se trata de un nuevo camino para el Dakar, luego de que permaneciera más de 30 años en África y fuera hacia Argentina en 2009 luego de que la prueba debiera suspenderse por las amenazas terroristas en Mauritania. El capítulo latinoamericano finaliza porque este 2019 terminó corriéndose solamente en Perú, ante el retiro de Argentina, Chile y Bolivia de la competencia.
Las políticas de austeridad, las crisis económicas y los problemas meteorológicos en América latina encaminaron a los organizadores del rally a buscar otros horizontes.
Los detalles serán anunciados en una conferencia de prensa, el jueves 25, en Al Qiqqiya, cerca Ryad. Se trata de un paso que se acopla a las ideas modernizadoras del príncipe heredero Mohammed, cuyo poder está siendo cuestionado, tras las sospechas de ser el instigador del asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul.
“Desde mis primeros recuerdos y mi primera experiencia del Dakar, yo siempre consideré que este rally representa el concepto del descubrimiento, el camino a lo desconocido”, explicó David Castera, sucesor de Etienne Lavigne en la dirección del evento.
Y continuó: ”Al ir a Arabia Saudita este es el aspecto que me fascina. Estoy seguro de que el mismo sentimiento animará a todos los pilotos y copilotos”.
Arabia Saudita es un país petrolero, con una superficie de 2.150.000 kilómetros cuadrados. Su territorio se reparte sobre desierto, mesetas y montañas, con una de las poblaciones jóvenes más importantes del mundo: el 50% de sus 33,5 millones de habitantes tienen menos de 25 años y un altísimo nivel de aburrimiento.
Un reino ultraconservador, liderado por el wahabismo riguroso del Islam, está financiado por el gas y el petróleo. Allí también se erigen las ciudades de Medina y La Meca, los dos lugares sagrados de los musulmanes.
Amnesty International y Freedom House condenaron el sistema judicial saudita y sus severos castigos impuestos por la sharia.
Cuenta con uno de los peores récords en violación de los derechos humanos y ejerce una medieval discriminación contra las mujeres, a pesar de que las autorizaron a conducir sus propios automóviles este año. Es además uno de los pocos países en no aceptar la declaración universal de los Derechos del Hombre de la ONU.
Arabia Saudita comenzó a abrirse al mundo cuando se prepara para el fin del petróleo y encaminar su economía a otros recursos.
“Nuestros país está apasionado por el deporte y nuestro objetivo es alimentar ese apetito en la medida que progresamos sobre la realización de nuestra Visión 2030, donde el deporte es uno de los pilares” explicó el príncipe Abdulazis bin Turki Al Saud, la autoridad general del deporte.
Visión 2030 es el proyecto sobre el que se apoyan las reformas del príncipe heredero Mohammed, quien secuestró y detuvo a todos sus primos príncipes y hombres más ricos del país en el hotel Ritz de Ryad para conseguir los fondos. El Dakar es un desafío para los sauditas, luego que muchos deportistas boicotearan al reino, tras el asesinato de Khashoggi, periodista del Washington Post.
Amnesty Internacional presionó sobre equipos de fútbol como Juventus y Milán para boicotear la Supercopa de Italia, que se iba a celebrar en Ryad. El deporte está siendo usado por Arabia Saudita para limpiar su imagen en estos días y devolver al príncipe heredero una reputación internacional que ha perdido. ■