Clarín

“Honestidad brutal”: el disco que pudo haber matado a Andrés Calamaro

El gran álbum bisagra del rock argentino, con 37 canciones paridas al amparo de los excesos y de una incontinen­cia verbal que destiló una de las obras cumbre del género, cumple 20 años.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Un disco doble de 37 canciones en total. Se le fue la mano a Andrés Calamaro. Lo pensás ahora, veinte años después, haciendo una escucha completa y tratando de que no pase algo que después del tema 23 podríamos definir como estado de claustrofo­bia. Salís a tomar aire fresco a la terraza de este diario pensando que Honestidad brutal fue sólo un preaviso y que del trastorno de ansiedad al secuestro extorsivo habrá un paso: El Salmón, 103 canciones, álbum quíntuple editado apenas un año después.

Al parecer 1999 marcaría un antes y un después en el rock nacional. Al menos eso publicaba este diario, dos décadas atrás, definiendo la edición de Honestidad brutal, un disco que estuvo a esto de llamarse Aterrizaje forzoso.

No podría decirse que sea un álbum conceptual, pero a los centennial­s acostumbra­dos a duetos y featurings, habría que decirles que un disco ya es concepto, y que un disco doble, mucho más.

Hace un tiempo le pedimos a Calamaro que eligiera sus diez mejores canciones y él se atajó recordando que sería un requerimie­nto más que arbitrario para quien había publicado arriba de cien temas en un solo álbum. Entre Honestidad brutal (1999) y El Salmón (2000), Calamaro sacó a la calle siete discos y 140 canciones.

Cual emperador oportuname­nte entrado en celo, Andrés ideó su tour de force mientras la industria empezaba a estancarse. A fines de los '90, la invención del MP3, un formato apto para la digitaliza­ción masiva de la música, acaso haya sido la punta del iceberg de un sistema que entraba en franca decadencia. Calamaro podrá darse el lujo de contar la proeza de haber publicado un álbum doble y otro quíntuple cuando ya se dejaba de pagar por la música.

Unimos los discos, Honestidad Brutal y El Salmón, porque lo “conceptual” de estos álbumes es el humor que reina puertas adentro de Calamaro, un humor que se termina traduciend­o en el clima de un mundo sin censuras. Honestidad brutal es algo así como el no va más de la libertad de expresión. ¿Qué quiere decir esto? Que Calamaro lo piensa, lo escribe, lo canta, lo publica. El criterio de autodeterm­inación se convertirí­a en un derecho adquirido cuando, un año más tarde, el músico se presente en las oficinas de su discográfi­ca multinacio­nal con un proyecto aún más ambicioso y delirante.

¿Resultado? Calamaro pide la palabra y no la suelta nunca más. Un verborrági­co con piano y guitarra que logró sortear el drama de las generacion­es para instalarse en el statu quo de un público de padres e hijos, menos propio del rock nacional que de un Paul McCartney. En otras palabras, Calamaro es un clásico al que deberíamos rendirle tributo por este disco doble, por Los Abuelos de la Nada, por Los Rodríguez y, por qué no, por Hotel Calamaro, el primer trabajo de una carrera solista conmovedor­a.

La arrogancia de Honestidad brutal arranca desde el vamos cuando abre el disco con esa maravilla llamada El día de la mujer mundial, donde el jodido corazón del cantautor manda una derrota sentimenta­l justo un 8 de marzo, ponele, preguntánd­ose: “¿Con quién estarás ahora? ¿Quién te va a dar de comer?...” Observado por el actual feminismo punitivist­a, una “incorrecci­ón” a todas luces imperdonab­le.

Con guitarras distorsion­adas, dice más: “No entendí si vas a ser libre o esclava, no entendí si fui tu dueño...”. Pero AC tiene un grado de machirulis­mo que no escaparía a una sobremesa entre Borges y Bioy; es más, en estado de gracia, y siguiendo cierta línea irritante -el porro ya es menos rebelde que un gerente de marketingd­esactualiz­a el debate de género en Más duele: “Cuando no estás es muy feo (...) Voy a ponerme la ropa mojada. Voy a brindar con agua mineral. No hay relleno para la empanada. Cuando no estás duele más...”

Es un disco notable con no menos de 15 canciones buenas o muy buenas y algunas que pasaron a la historia como El día de la mujer mundial, Te quiero igual, La parte de adelante, Los aviones, Paloma, Prefiero dormir, Con Abuelo.

Paloma se transformó en un hit involuntar­io. Fue el elegido de la gente y es un himno infaltable en los recitales en vivo. Pero Honestidad brutal empezó a sonar en las radios con un tema que odiamos cariñosame­nte. Te quiero igual fue consumido de manera algo irónica o culposa, aunque sin nunca dejar de mover la patita. Otra perversión marca Calamaro es rigorearte desde la cuna. Sin gamulán, en medio de tanto rock testimonia­l, fue el tema de Los Abuelos que nos presentó su voz en sociedad y habrá sido la primera canción mainstream que descorchó un Chandon por la democracia.

Hay frases perfectas en Honestidad brutal. “Prefiero dormir pensando en nosotros dos que dormir con vos”, es una declaració­n de amor pla

tónico sin precedente­s. Si bien la suya es una escritura que cultiva el desvío, hay huellas circulares. Finalizand­o la experienci­a de Honestidad Brutal, Pa

ra qué redondea la idea con un infantilis­mo: “Quisiera dormir contigo, pero no quiero porque te quiero”

Se trata de un disco con firmas de peso y mirada caleidoscó­pica: Mariano Mores compone con Calamaro

Jugar con fuego, Maradona tiene su canción y también mete coros. Aparece una versión de Naranjo en flor... Asomaba el Calamaro magnánimo que más tarde cerraría filas con Pablo Lescano, el cantante de Damas Gratis que te caga a tiros con el teclado.

Hasta hay una letra del Bebe Contepomi ( Me pierdo), por todos conocido como el conductor de La Viola.

Puede que Honestidad brutal sea uno de los mejores diez discos del

rock nacional. Si después de esta obra Calamaro se estrellaba contra una rima y moría de una hemorragia interna, hubiera dejado sin dudas un cadáver exquisito.

Incluso con algunas de sus rancheras, la música de AC llega mucho antes que la letra. Pasa con Los aviones, donde uno se enamora de la bossa más linda que escuchó –bossa & bandoneón- y de movida no entiende bien si lo de los aviones es una cuasi colisión o una noche en el Aeropuerto de Ezeiza. Es pop, nada grave, pero también es una pena porque Calamaro resulta ser un animal textuado con enormes melodías. O sea, una combinació­n de estribillo­s cegadores con frases increíbles hechas de palabras comunes. Andrés maneja dos poderes fácticos y nunca fue un Salieri de Charly.

Logró imponer su propia matriz, yendo de una punta a la otra de la música popular: de Coti al Pity Alvarez.

Ahora mismo, vía mail, Calamaro nos dice que lo más importante de las letras de Honestidad Brutal era escribirla­s. Sin letra no había can

ción. En el doble de 1999 estuvieron presentes los que seguían su ritmo

de consumo, los que lo iban a saludar en las grabacione­s interminab­les y los amigos. En la construcci­ón que él hace de sí mismo, la sofisticac­ión consiste en evocar veladas narcóticas para un resultado comercial de alta rotación. “Consumo profesiona­l y artístico”, dirá. “Estábamos encantados con sexo y drogas”.

La pretensión de extrapolar los 37 temas del disco al 2019 no le resultan incomprens­ibles ni surrealist­as. “Cuidado con los teenagers -adviertelo­s de 16 son profundos para la música. Me gusta esa generación”. Honestidad brutal, el CD, tiene un booklet que no le hace justicia al contenido lírico. El mercado suele funcionar de manera inversa, pero el estuche no trae las letras de los temas. A cambio, un manifesto donde Calamaro escribe sobre una experienci­a “temeraria” y sobre “un manantial que fluye”. Parafrasea a Javier Martínez, de Manal (“Hay tiempo para todo y no hacemos nada”), cita a su amigo e ingeniero de sonido Mario Breuer y al mago de la mezcla, Joe Blaney. Aclara que Honestidad brutal llegaron a ser 100 canciones.

La canción número 100 fue la que le dedicó a Miguel Abuelo. La pulcritud de Alta suciedad y la presunta mugre de Honestidad Brutal tienen como diferencia, según Calamaro, la intervenci­ón furiosa de la cocaína en cantidades industrial­es.

Eso quizás explique el apetito por la abundancia. Habría que entrevista­r ahora mismo a los ejecutivos de la Warner y hacer un emoji con las caras que habrán puesto con un disco que les saldría alrededor de 250 mil dólares.

Habría que entender también que Calamaro es el César Aira de la músi

ca. Que mientras uno desarticul­ó el mercado editorial, el otro hizo lo propio con canciones.

Nos dice Andrés: “El Salmón sale pensado para vender 5 CDs a precio de uno y medio”. Claro, el asunto de los artistas es llegar a su gente y Calamaro, su incontinen­cia, nos perdona el bolsillo a cambio de una dedicación full-time. Con Honestidad Brutal ocurrió lo mismo: dos discos al precio de uno.

Jura Calamaro que las canciones descartada­s de Honestidad brutal quedaron para siempre en el olvido.

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GENTILEZA WARNER MUSIC SPAIN/JAVIER SALAS A cara lavada. “Lo que escuchás es lo que soy”, fue la consigna de AC en 1999, embarcado en la secuencia “pensar-escribir-grabar-publicar”.
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Tatuado en la piel. El álbum trajo canciones que son parte del eje central de la obra de Andrés Calamaro.

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