Clarín

Sally Field, la enamoradiz­a

Ganadora de dos Oscar, la actriz compone a una sexagenari­a que se enamora de un joven compañero de trabajo.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Crítica eeeee Buena Mi nombre es Doris

Comedia romántica. EE.UU., 2015. 90’, SAM 13. De: Michael Showalter. Con: Sally Field, Max Greenfield. Disponible en: Netflix.

Es una comedia, con toques románticos y otros algo venenosos, sobre una mujer que pasó los 60 y se enamora loca y perdidamen­te de un nuevo compañero de trabajo mucho más joven que ella.

Y de no ser porque la dos veces ganadora del Oscar Sally Field (por la dirigente sindical que compuso en Norma Rae y la campesina de En un lugar del corazón, ambas hace más de 30 años) le pone todo su encanto para generar y ganarse la simpatía del espectador, Mi nombre es Doris hubiera, probableme­nte, naufragado.

Doris es una tímida que asistió a su madre durante prácticame­nte toda su vida, y que cuando ésta fallece su hermano y su cuñada la conminan a abandonar su casa en Staten Island (es una acumulador­a compulsiva: “A veces la gente tira cosas muy bonitas” es su defensa), solamente para aprovechar el dinero.

Doris es más buena que Lassie, pero le cuesta relacionar­se. Hasta que con un par de amigas asiste a un curso de un gurú motivacion­al (Peter Gallagher, de sexo, mentiras y video) y el tipo parece cambiarla.

“Cambia el imposible por I’m posible (imposible por Yo soy posible)”, le dice. Y Doris repite como un loro, hasta convencers­e y arriesgars­e a entablar una conversaci­ón (o lo más parecido a ello) con John (Max Greenfield), el nuevo empleado.

Doris viste extravagan­te, por decirlo de una manera elegante, fantasea que John le hace o dice cosas, y logra que la nieta de una amiga (Tyne Daly, la actriz de la serie Cagney & Lacey es su amiga) le crea un falso perfil en Facebook (o Fakebook), y así descubre los gustos de su amado en secreto.

Así que va a un concierto de música electrónic­a de Baby Goya (el músico Jack Antonoff), del que John es fan y poco a poco empieza a entablar una relación. Que para John es de amistad, pero para ella, no.

Todo se desmadra cuando la mujer de los pañuelos coloridos en la cabeza y los lentes como de gato descubre que John sale con una joven (Beth Behrs), y allí Doris meterá la pata, o los dedos escribiend­o algo en el muro de John, con consecuenc­ias no del todo inesperada­s.

El director Michael Showalter, que luego realizaría Un amor inseparabl­e, adaptó el corto de su coguionist­a Laura Terruso Doris & The Intern, y se nota que el asunto se ha alargado un poco. Algunos gags son más viejos que los dinosaurio­s (“me bombeaste estupendam­ente”, le dice Doris cuando él infla una pelota que utiliza como silla, y así).

Ah, pero eso sí, la película tiene uno de los mejores finales que se puedan imaginar. Hay que esperarlo. ■

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¿La de los pañuelos coloridos? ¡Esa! Field (72) se prueba en la comedia romántica, con toques venenosos.

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