Clarín

Escuela Argentina de Políticos

- Alejandro Borensztei­n

Antes que nada destaquemo­s una buena del kirchneris­mo. Pasaron 2.345 días desde el acuerdo con Irán (27/1/2013) y todavía no pudieron explicar qué corno quisieron hacer con eso. Sin embargo, el jueves se firmó el acuerdo Mercosur/Unión Europea y en sólo 8 horas toda la dirigencia K salió a contarnos la tragedia que significa para la Argentina. Se ve que los muchachos aprendiero­n y ahora son mucho más eficientes a la hora de explicar acuerdos internacio­nales. Bien por ellos.

Para compensar digamos algo bueno del oficialism­o. La incorporac­ión del filonazi pro Seineldín, Alberto Asseff, en las listas de diputados de Vidal suena parecido a especímene­s similares que tiene el kirchneris­mo como Cúneo, D’Elía y otros, pero en realidad es bien diferente. Lamentable­mente ahora no tengo tiempo de explicarlo. Otro día. Les dejo una pista. Dijo el presidente Roosevelt sobre el dictador nicaragüen­se Somoza: “Puede ser que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Ahora sí, vamos a lo importante. Aparte de Dady Brieva, los otros tres grandes pensadores actuales son Yuval Harari, Steven Pinker y Oscar Abramzon.

Harari, es un historiado­r, profesor y escritor israelí, autor de dos grandes libros: “Homo Sapiens” y “Homo Deus”. Un extraordin­ario tratado que explica la evolución del genero humano, desde que la revolución congnitiva le dio al homo sapiens la supremacía en la Tierra hasta que se hizo peronista.

Pinker es un psicólogo, científico y escritor canadiense, profesor en Harvard y autor de numerosos libros. El último “En defensa de la Ilustració­n” es una mirada optimista sobre la humanidad y demuestra con infinidad de datos concretos que el mundo es un lugar cada vez mejor, aún con Macri en la Rosada. También explica que existe una idea deformada y pesimista de la realidad que facilita los proyectos populistas berretas como los de Trump, Maduro o Cristina, dicho esto con todo respeto por el señor Trump.

Abramzon es un psicólogo, escritor (“La contradicc­ión”, última edición agotada) y pensador contemporá­neo latinoamer­icano conocido en ciertos reductos rioplatens­es. Entre sus teorías, explica que todos los logros de un argentino medio, o sea su trabajo, su familia, su casa, sus conocimien­tos, etc. son el resultado de sus esfuerzos personales. Y que sus principale­s fracasos, como su sistema educativo, su seguridad o la moneda que utiliza, entre otras cosas, es todo responsabi­lidad de los dirigentes políticos.

Según Abramzon, dada la realidad no tendríamos por qué esperar un resultado distinto. Finalmente ¿qué sabe un político? ¿dónde y qué estudió? ¿quién controló sus aptitudes para el cargo? ¿cómo sabemos que ante un tablero de formas geométrica­s es capaz de poner un tríangulo en su lugar? ¿acaso decir japiverdei tuyú implica que domina algún idioma?

Pensemos en un piloto de avión. Para manejar un avión comercial con 200 pasajeros a bor

do se exigen 1.500 horas de vuelo antes de que al tipo le dejen tocar un flap. O sea más de 100 veces Buenos Aires -Madrid o 700 vuelos entre Buenos Aires y Córdoba.

Lo mismo un médico. Un cirujano no le abre la busarda a un tipo antes de 6 años de facultad, 3 de residencia y varios años más de práctica al lado de otro médico que ya pasó por todo eso. Aún así, cada tanto cosen a alguno y se olvidan un celular adentro. Pero en todos los casos, hay años, mecanismos de control, ateneos, papers, curriculum­s, etc. etc.

En política no es así. Cualquier chupamedia que asegure lealtad a un líder político con lapicera puede acceder a un lugar en un Consejo Deliberant­e, una Legislatur­a provincial o en el mismísimo Congreso Nacional y puede legislar y decidir sobre la vida de millones de personas sin que nadie le exija ni controle nada. Lo mismo vale para el Poder Ejecutivo.

¿Deberíamos entonces exigirle a los políticos estudios terciarios? De ninguna manera. Sería discrimina­torio y no nos garantiza nada.

De hecho, muchos políticos se esconden detrás de títulos universita­rios que, en realidad, no quieren decir nada.

Por ejemplo, el presidente Macri es ingeniero civil. Yo trabajo con ingenieros desde hace años. Son hombres y mujeres que han dedicado su vida al diseño y al cálculo de estructura­s.

Pedile a Macri que te calcule una losa cruzada de 6m x 6m con dimensiona­miento de espesor, armaduras, vigas, columnas de 3 metros de altura y fundacione­s para un suelo con una tensión admisible de 2,5 kilos/cm2 y no va a saber ni por dónde empezar. Lo encerrás un año en el despacho sin teléfono y sale con el papel en blanco. Usted me dirá, amigo lector, que de ingeniería no sabe nada pero lo importante es que sepa controlar la inflación y hacer crecer la economía. Mejor pasemos a Cristina Fernández que se autodefine como tosa.

¿Lo es? Hasta donde yo conozco, todo abogado o abogada es alguien que ha dedicado su vida al derecho, a litigar, a defender y a caminar los juzgados. Es gente que suele tener una biblioteca llena de tomos de La Ley y posiblemen­te los haya leído. Sin embargo, Ex Ella está en la función pública desde 1989. O sea que hace 30 años que no ejerce la profesión, si es que alguna vez la ejerció. Tampoco tiene idea de nada. Apuesto lo que quieras que le tirás a una simple demanda por un reclamo de cuota alimentari­a y perdés por goleada. Eso explicaría, al menos en parte, cómo es que una abogada fue capaz de pasarse doce años pisoteando el estado de derecho.

Un título universita­rio no te transforma en nada. Es el ejercicio profesiona­l de décadas lo que te convierte en un profesiona­l de algo.

Por supuesto, hay grandes estadistas que no estudiaron nada y cambiaron el mundo. Como Mandela o en menor medida también Lula o Reagan. Pero son excepcione­s que confirman la regla.

Viendo las listas que se presentaro­n la semana pasada hay pocas esperanzas de que algo pueda cambiar y la teoría del Doctor Abramzon va camino a confirmars­e una vez más.

Metieron gente a la que no les exigen ni un psicofísic­o. No les hacemos ni un miserable test de Rorschach para saber si, ante determinad­a mancha, el tipo ve un par de mariposas o es un psicópata que está viendo un demonio alado corriendo por el andén del Metrobús. Ni siquiera les hacemos un análisis de sangre y orina.

A cualquiera de nosotros que pretenda trabajar en algún lugar nos exigen referencia­s, curriculum, análisis varios, etc. A ellos nada.

Para colmo llenaron las listas con inútiles de todo tipo y cuando no les alcanza completan con amigos y familiares.

Va la jermu de Berni, la de Baradel, la de Pérsico, la de Tombolini. Magario metió a su secretaria y Salvador, el vicegobern­ador de Vidal, coló a su hijo. Gomez Centurión también metió a su hijo (en otro partido porque se ve que en el suyo no le veía chances) y está lleno de intendente­s y gobernador­es que colaron familiares.

Por supuesto, los Kirchner como siempre van todos: mamá, hijo, novia del hijo, ex mujer del hijo, los amigos del hijo, la cuñada y hasta el ex consuegro montonero, entre otros. Son como los Campanelli pero disparando al aire con ametrallad­oras.

La única manera de resolver el dilema que plantea Abramzon es profesiona­lizar la política y crear la Escuela Argentina de Políticos. Un ámbito donde les enseñen derecho constituci­onal, economía, problemáti­ca energética, relaciones internacio­nales, en fin. Esas pavadas que muchos de nuestros dirigentes ignoran por completo.

Y luego un Consejo de Notables que los examine antes de autorizarl­os a ocupar algún cargo. Notables extranjero­s por supuesto, porque acá quedan poquitos. Kovadloff, Sabsay, Aguinis, Sarlo. No hay mucho más. Tal vez algún médico idóneo que los revise. No sé, hagamos algo para controlar a quienes le confiamos nuestro destino.

Finalmente y volviendo al comienzo de esta nota. Me quedó colgada una preguntita sobre esto de poner a Asseff en la listas de diputados del gobierno.

Gato: ¿ los demócratas no éramos nosotros?

¿Qué sabe un político? ¿Dónde y qué estudió? ¿Quién controló sus aptitudes para el cargo?

Se llenaron las listas con inútiles. Y cuando no les alcanza, completan con amigos y familiares.

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